Aunque el proyecto del Plan de Ordenamiento Territorial (POT) recién radicado ante el Concejo de Bogotá es un instrumento que le apuesta a una ciudad para el cuidado, las grandes ausentes son las trabajadoras domésticas remuneradas.

Esta ausencia no es cualquier cosa. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), una de cada cuatro mujeres que gana un salario por su trabajo en América Latina es una trabajadora doméstica. En Colombia estamos entre las 670 mil y el millón de trabajadoras domésticas, dependiendo de la fuente. En Bogotá, las cifras del Dane anteriores a la pandemia eran aproximadamente de 150 mil, aunque el subregistro es amplio dada la informalidad del sector.

Las trabajadoras domésticas son usuarias persistentes de los sistemas de transporte público. En Colombia, para el 2017, cerca del 83 por ciento de las empleadas domésticas eran externas, es decir, se transportaban diariamente entre sus hogares y los hogares de sus empleadores. En Bogotá, la encuesta de movilidad de 2015 mostraba que la gran mayoría de estas mujeres se movían en transporte público y a pie. Esto hace sus recorridos muy sostenibles.

Sin embargo, la ciudad no les corresponde. Estudios recientes muestran que entre todas las ocupaciones, ellas tienen los recorridos más largos en Bogotá; pero además, por su duración, muchas veces no alcanzan la tarifa integrada y deben pagar más por moverse. Trabajadoras domésticas, como Yeni, cuentan que se han demorado hasta siete horas diarias atravesando Bogotá desde Usme hasta el norte de la localidad de Usaquén. Gran parte de estos recorridos interminables se debe a que los sistemas de movilidad no conectan bien con las casas donde ellas trabajan.

Durante la pandemia muchas de ellas quedaron sin ingresos. Una encuesta liderada por 16 organizaciones que luchan por los derechos de las trabajadoras domésticas mostró que, al inicio de la cuarentena estricta, a aproximadamente el 90 % de sus empleadores no les exigieron trabajar, pero solo a la mitad les dieron algún pago. Según Symplifica, cerca del 10 % de las que estaban afiliadas fueron despedidas. Muchas de ellas comentan que el miedo de sus empleadores a que se contagiaran en el transporte causó una parte de estos despidos. Y pese a que el POT busca una reactivación económica tras la pandemia (Art. 5), el duramente golpeado sector del trabajo doméstico no aparece por ninguna parte.

LO BUENO

Sin duda el sistema de cuidados del POT es un gran avance para las trabajadoras domésticas que también son cuidadoras no remuneradas. Parte de pensarse una Bogotá para el trabajo que sobre todo realizamos las mujeres -como cuidar de niños, personas mayores y hacer compras-, dados los roles tradicionales de género.

Los objetivos del ordenamiento territorial (Art. 5) que desarrolla el POT incluyen promover una ciudad más solidaria y cuidadora a través de equipamientos, espacio público y una amplia red de movilidad. El Sistema de Cuidado y Servicios Sociales territorializa el cuidado en el POT (Art. 94 y Subcapítulo 3) y el Plan del Sistema de Cuidados y Servicios Sociales lo desarrolla (Art. 489). Este sistema busca que se construyan equipamientos suficientes, distribuidos de manera uniforme en la ciudad, que sean cercanos, caminables y accesibles. Esto quiere decir que estos equipamientos se construyan tanto en barrios residenciales de bajos ingresos, donde las trabajadoras viven, como en barrios de mayores ingresos donde ellas trabajan. Esto es clave si, por ejemplo, una de ellas tiene que madrugar mucho para ir a trabajar y no alcanza a dejar a su hijo en la guardería de su barrio, pero puede hacerlo en el barrio donde trabaja.

El POT enfatiza la necesidad de aumentar y mejorar el espacio público, el espacio peatonal y el sistema de movilidad (Art. 89, 91 a 93). Además, quiere hacerlo de manera equitativa y adecuada. Es decir, distribuir este espacio por toda la ciudad.

Para las trabajadoras domésticas, para quienes caminar es esencial cuando atraviesan Bogotá diariamente, todo este mejoramiento implica una gran ayuda. Además, el plan promueve un sistema de movilidad que se basa en criterios de sostenibilidad, calidad, eficiencia, seguridad vial y humana, equidad, inclusión y accesibilidad.

Para hacerlo, el POT quiere consolidar la estructura para los y las peatonas; reducir los conflictos entre actores viales, por ejemplo, disminuyendo la velocidad; adecuar la infraestructura para promover modos activos, limpios y sostenibles. Todas estas medidas facilitan la movilidad de trabajadoras domésticas que tienen que caminar mucho mientras atraviesan Bogotá y que, como se mencionó, tienen una movilidad muy sostenible. Específicamente, cuando se habla de la seguridad vial, para ellas es esencial la disminución de la velocidad en muchos de los barrios donde trabajan, porque allí muchos de los residentes tienen un carro, mientras ellas siguen siendo el eslabón débil de la cadena como peatonas.

El POT planea construir siete cables aéreos en zonas como Soacha y La Calera (Art. 3 y 7). Estos modos de transporte pueden conectar mucho mejor a las trabajadoras domésticas entre zonas residenciales. Hoy, por ejemplo, trabajadoras domésticas como Libia Esperanza y Silvia relatan las dificultades para movilizarse entre Soacha y Bogotá. Los cables propuestos pueden mejorar estos recorridos.

Específicamente el cable de La Calera plantea un enfoque más turístico y recreativo. Sin embargo, puede planearse para que conecte los barrios residenciales de ladera nororiental de la ciudad donde muchas trabajadoras domésticas laboran. Además, este cable puede conectar directamente con el metro, y disminuir las largas, pendientes y peligrosas caminatas a las que se enfrentan hoy, cuando suben desde la avenida Caracas a barrios como Los Rosales y otros ubicados arriba de la avenida Circunvalar. El Plan de Movilidad Segura y Sostenible (art. 487) derivado del POT, que tiene 12 meses para armonizarse con este, es una oportunidad para mejorar los recorridos de trabajadoras domésticas en términos de costos, frecuencias, conectividad, seguridad y tiempos.

LO MALO

El POT busca recorridos cortos: entre 15 y 30 minutos (art. 9). Esta es una meta maravillosa pero muy lejana de los largos recorridos de las trabajadoras domésticas. La ciudad de los 15 minutos es difícil para mujeres que deben atravesar toda Bogotá diariamente y a quienes el sistema de transporte no conecta bien con sus sitios de trabajo, porque ni siquiera los considera lugares de trabajo.

Como ha sido costumbre en ciudades Latinoamericanas, los sistemas de transporte público sobre todo conectan los barrios residenciales de ingresos bajos con las zonas comerciales, industriales y de servicios de las ciudades.

Y aquí va mi segundo punto: pese a los cables aéreos y la apuesta por una mejor movilidad que describí atrás, es posible que el POT termine por no conectar mejor las zonas residenciales donde estas mujeres laboran porque ni siquiera reconoce estos hogares como un lugar de trabajo tradicional.

Primero, separa los usos residenciales para la actividad propia de la vivienda (aunque reconoce que algunas veces la vivienda puede ser productiva y generar ingresos (Art. 5)), de los usos comerciales y de servicios (Art. 233 y 234). Segundo, no incluye el trabajo doméstico dentro de los usos comerciales y de servicios pese a que claramente se trata de un intercambio de bienes y servicios dentro de un hogar. Tercero, establece que hay ciertos sectores de uso residencial neto que solo permiten actividades “de uso residencial y dotacional” (Art. 241). ¿Qué quiere decir esto? Pues que las trabajadoras domésticas remuneradas que realizan su trabajo en los hogares dentro de zonas residenciales netas son borradas de plano tanto de las actividades de servicios, como de las actividades residenciales y dotacionales.

Por esta razón, se pierde de vista que lo que ellas hacen es un trabajo, y que los sistemas de movilidad las deben conectar con las zonas residenciales netas, así como actualmente conectan, sobre todo, los barrios residenciales de ingresos bajos con las zonas industriales y comerciales de la ciudad.

LO FEO

Quizás lo más grave para las trabajadoras domésticas remuneradas es que, pese a ser un POT que busca promover la ciudad del cuidado, y que ellas se dedican al cuidado remunerado como su actividad principal, ellas son invisibles. Una y otra vez el POT repite trabajo de cuidado no remunerado entre sus principios, sus políticas, sus enfoques y sus planes, pero deja explícitamente por fuera el trabajo de cuidado remunerado. No está claro por qué está escrito de esa manera. Habría sido más fácil escribir solo “trabajo de cuidado”, sin calificarlo, y por vía de interpretación podría incluir a las trabajadoras domésticas, pero no es así. Lo deja por fuera de manera directa y certera.

Las trabajadoras domésticas que cuidan de nuestra familia, limpian nuestros hogares, cocinan para nosotros, sostienen nuestras sociedades. Es gracias a ellas que podemos trabajar en lo que nos gusta y tener una calidad de vida insospechada. Esto debería ser claro durante la pandemia, cuando las horas de trabajo de cuidado no remunerado de las mujeres aumentaron exponencialmente por falta de servicios de cuidado pagos dentro y fuera de la casa.

Como lo dijo hace poco la secretaria del Tesoro estadounidense Janet Yellen refiriéndose explícitamente a la niñera de sus hijos, ella no estaría donde está si no fuera por esa cuidadora que trabajaba en su hogar. Hoy tenemos un nuevo instrumento de planificación de la ciudad que les haría la vida ostensiblemente más fácil a este enorme grupo de mujeres. Ojalá no desaprovechemos la oportunidad que nos da este nuevo POT para visibilizarlas y contribuir a una mejor calidad de vida para ellas. 

Es profesora asistente de la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes y directora del proyecto Invisible Commutes. Estudió derecho, ciencia política y una maestría en derecho en la Universidad de los Andes, una maestría y un doctorado en derecho en la Universidad de Harvard.