No está mal haber llegado tarde a este libro (Contagio, David Quammen 2020) que predijo la pandemia del Coronavirus. Es un libro escrito con paciencia y rigor en cada párrafo. Un sentido del humor exquisito a pesar de hablar de “tragedias”, porque así es como vemos las enfermedades que nos causan la muerte pero que no son más que la consecuencia de todo un desbalance ocasionado por nosotros mismos al no saber relacionarnos con la naturaleza.

El primero de los múltiples destinos de esta lectura te ubica en Australia en 1994. Estás en un establo, al lado de los veterinarios que intentan salvar la vida de los caballos enfermos por el entonces deconocido virus del Hendra. A los que, sin protección alguna, estuvieron en contacto con los fluidos corporales de los animales les esperó una muerte agónica.

Con un sugestivo subtítulo: “Huespedes celestes” entiendes la idiosciancracia de algunas comunidades que extraen la savia de los árboles por sus propiedades curativas, exponiéndose al peligro de beber los excrementos y la orina de murciélagos que en su hábitat natural vuelan por la noche y esparcen el virus Nipah con puntería hacia las vasijas expuestas a la intemperie. Te desmontas de la cabeza todos los mitos sensacionalistas sobre el Ébola que en Africa han podido controlar sabiamente.

Tienes descripciones cinematográficas como la de la forma rudimentaria en que se han guardado algunos virus en frascos de vidrio en laboratorios destartalados sin aire acondicionado, pero que han servido para juntar las piezas del rompecabezas que arman los biólogos y virólogos de todo el mundo.

Aprecias cada fuente que ha sido producto de la espera de un año o la efímera conversación en una sala de espera de un aeropuerto con científicos de la talla de la etóloga Jane Goodall.

Cada página de las 581 de esta edición de la editorial Debate refleja la obsesión del periodista por el tema que seguro hiló por varios años.

Al llegar al plato fuerte con el capítulo de “El chimpancé y el río”, entiendes la historia del VIH-Sida. La mutación que se originó con el virus VIS que portan los chimpancés y el posible salto al paciente cero en 1908, que se tuvo que haber dado con una lucha sangrienta entre esa persona y el animal.

“No es ningún acto de condescendencia hacia la cultura bekwel señalar que matar chimpancés para usar sus brazos, como parte de un ritual ancestral y sangriento, podría ser una manera estupenda de contraer el VIS. Pero claro, en un contexto tan austero y duro como el del sudeste de Camerún en 1908, es posible que la beka fuese algo superfluo. Bien podría ser que el hambre bastase para explicar el contagio entre especies original”.

Es la ciencia al servicio del periodismo, contada con los recursos estilísticos de la literatura en una anacronía que fluye sin soltar el hilo conductor de ese paciente cero de 1908.

“La lluvia amainó de nuevo y la brisa de tormenta se calmó, dejando el río tan plano y marrón como un café con leche fría. Los manglares se desplegaban desde ambas orillas como pulpos sobones”.

Pasando por realidades no menos impactantes como la del asistente de vuelo canadiense Gaëtan Dugas que después de algunos años de saber que estaba enfermo, no dudaba en acostarse con muchos hombres en un sauna en San Francisco para después mostrarles su lesiones y decirles: “Tengo cáncer gay. Voy a morir y tu también”.

Pero esta es una “simple anécdota”.

El autor no cae en la formula fácil del amarillismo impregnado de prejuicios que en otros escenarios estigmatizó a la comunidad gay al relacionarlos con una enfermedad que tuvo un origen distinto. He allí su genialidad al no quedarse viendo la punta del iceberg.

En este sentido documenta la forma de vida entre 1927 y 1928 en el África tropical francesa se pusieron casi 3.9 millones de inyecciones contra la Tripanosomiasis con jeringuillas de vidrio reutilizables.

Un año después, en 1929, la Cruz Roja implementó en el Congo el Dispensario Antivenéreo.

“Una inofensiva flora vaginal podía confundirse con gonococos”.

En las décadas de los 30’s y 40’s en ese dispensario administraron más de 47 mil inyecciones anuales para frenar la sífilis y la gonorrea. En 1953 la campaña alcanzó su pico con 146 mil inyecciones más, utilizando también jeringuillas hechas artesanalmente en un lugar donde ya circulaba el virus.

La historia toma forma sin olvidar los contextos históricos y políticos en los que nunca falta un toque de corrupción que puede complicar aun más el curso de los acontecimientos.

Como el del escándalo de Hemo Caribbean, publicado en el New York Times en 1972. En el que el tráfico de plasma al por mayor desde Haití llegó a Estados Unidos con un cargamento de 6 mil litros que se administraron a pacientes sin previo análisis para detectar VIH.

Y es así como no puedo caer en la tentación de contar todo lo que me impactó de este libro porque los privaría del placer de leerlo. Pero como toda buena lectura hay un cierre que no te aboca al suicidio porque a pesar de ser algo parecido a una plaga de casi 9 mil millones de seres vivientes, hay una pista importante para nosotros.

Y no es intentar erradicar la zoonosis, la verdadera reflexión está en entender que así como la nuestra, estas vidas apenas imperceptibles por la visión humana también se rige con la lógica del pensamiento evolutivo de Darwin.

Es periodista y comunicadora social de la Universidad del Norte. Estudió realización de documentales en la Escuela Internacional de Cine y TV en Cuba y desarrollo económico y turismo en la Korea Tourism Organization.