Entrevista a Ana Cristina González Vélez sobre las razones que sustentan la demanda que busca despenalizar el aborto y lo que está en juego en términos de derechos para las mujeres.

Esta historia es parte de la Sala de Redacción Ciudadana, un nuevo proyecto de periodismo colaborativo entre los periodistas de La Silla Vacía y miembros de organizaciones de la sociedad civil que cuentan con información valiosa.  Esta historia la hicimos con Ana Cristina González, médica e investigadora feminista miembro del movimiento Causa Justa, que promueve la despenalización del aborto.

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El movimiento Causa Justa, conformado por organizaciones académicas, no gubernamentales y activistas, presentó una demanda ante la Corte Constitucional que busca despenalizar el aborto en Colombia más allá de los tres casos permitidos por la Corte desde 2006.

Ana Cristina González Vélez, una de las líderes de Causa Justa, es médica, feminista y activista de los derechos de las mujeres, tiene una maestría en Investigación social en salud y un doctorado en Bioética, y es una de las personas que mejor conoce el trasfondo de salud pública, jurídico y moral que subyace al debate.

La Silla Vacía la entrevistó para entender las razones que sustentan la demanda, lo que está en juego en términos de derechos para las mujeres y la historia y el estado de la discusión —visto también en su trayectoria profesional y personal— ahora que el aborto vuelve a estar en la agenda pública.

La Silla Vacía: ¿Cómo llegó al feminismo y al activismo por la equidad de género?

Ana Cristina González Vélez: Yo siempre me río porque no tengo un fenómeno, ¿viste que hay gente que dice “a mí me pasó tal cosa que me marcó para siempre”?, y no, a mí no me pasó nada como eso. La marca de mi vida fue que en mi familia siempre vi a mujeres —a mi mamá y a mis tías— asumiendo la vida; ellas hicieron parte de una generación de ruptura, de mujeres que ya no estaban dedicadas a la casa.

Pero lo que creo que fue definitivo es que yo empecé a estudiar medicina muy chiquita, a los 17 años. Hasta ese momento yo pensaba que el mundo era igual para mí y para los hombres. Ahí me di cuenta que no, que a las mujeres no nos trataban igual. Cosas absurdas —absurdas— como que en algún momento quise ser ortopedista y todo el feedback que recibí de mis profesores fue: “la ortopedia es una profesión para hombres”, “usted como es de flaquita y endeble con qué fuerza va a hacer ortopedia”.

Nunca se me va olvidar la ira con que les contesté: “yo no sabía que la fuerza provenía sólo de los músculos, para eso la física descubrió las palancas”.

L.S.V.: Y ¿cómo llegó luego al activismo a favor de la despenalización del aborto?

A.C.G.V. Mi aproximación profesional y personal fue una pared, el muro de concreto más grande en la universidad (Pontificia Bolivariana), porque a mí no me enseñaron nada sobre el aborto.

Yo tuve un director de ginecobstetricia que era de extrema derecha, cosa que yo no sabía entonces, me lo he encontrado luego en foros. A mí me cancelaban las clases de anticoncepción, de aborto, todo lo que tenía que ver con salud reproductiva, salvo el parto. Después entendí que esa había sido una forma tácita de no permitirnos aprender.

Yo aprendí salud reproductiva en Profamilia, mi primer trabajo como médica, aprendí a poner un dispositivo intrauterino cuando ya tenía un título de médica cirujana.

Empecé hacer activismo en lo que luego se convirtió en la Red Nacional de Mujeres cuando se discutía la Constitución del 91. En ese momento el aborto estaba totalmente prohibido en Colombia, incluso hubo intentos por sobrepenalizarlo en los casos en que se disminuía la pena por violencia contra la mujer. También hubo intentos fallidos en el Congreso de la República por liberalizar el aborto.

Lo que queríamos era entrar en la discusión de la Asamblea Constituyente con una agenda más amplia de maternidad libre para las mujeres. Tuvimos una candidata, Rosita Turizo, impulsora del voto femenino, y algunos constituyentes, como Iván Marulanda, que ahora es congresista, apoyaron nuestras propuestas pero esa agenda no quedó recogida en la Constitución.

Esta es una de las grandes batallas que todavía tenemos que dar las mujeres, tan grande como fue el derecho al voto, tan grande como que las mujeres pudieran en su momento ingresar masivamente a la educación: que podamos solas —solas—, sin pedirle permiso ni a un médico ni a un juez ni a un policía ni a un marido, decidir sobre nuestros cuerpos porque esa es una decisión sobre nuestros destinos.

(Con la penalización del aborto) a las mujeres les están cobrando la decisión de no ser madres, de rehusar el destino de la maternidad.

Ana Cristina González Vélez

L.S.V.:¿Qué es Causa Justa, cuál es la historia del movimiento??

A.C.G.V. En los años 90 cuando trabajé en Profamilia nos juntamos mujeres y organizaciones que empezamos a preguntarnos si había una mejor forma de abordar la conversación sobre el aborto en Colombia que no fuera ir al Congreso a presentar un proyecto de ley y salir derrotadas cada vez. Y pensamos que esa tenía que ser una conversación amplia y para ello constituimos la que hoy se llama la Mesa por la vida y la salud de las mujeres, que reúne voces de la filosofía, del derecho, de la psicología, de la medicina para armar estrategias encaminadas a despenalizar el aborto en 1998.

En el 2006 cuando la Corte despenalizó el aborto en tres circunstancias tomamos la decisión política de acompañar esa sentencia. ¿Qué quiere decir eso? Dijimos, perfecto, vamos a hacer todos los esfuerzos para que esas tres causales realmente signifiquen un cambio en la vida de las mujeres, porque en varios países en Latinoamérica ya tenían el sistema de causales pero eso no significó que las mujeres tuvieran realmente acceso a un aborto seguro porque estaban sujetas a la interpretación del médico o la entidad prestadora de salud.

Entonces nosotras construimos herramientas que les permitieran interpretar esas causales a los profesionales en concordancia con los derechos humanos. Hicimos foros, libros, acompañamos a las mujeres que enfrentaban barreras, documentamos esas barreras, hicimos campañas en varias regiones del país, es decir, jugamos las reglas del juego democrático que nos propuso la Corte Constitucional.

L.S.V.: ¿Cuál es el balance que hacen de esa apuesta?

A.C.G.V. En un punto nos dimos cuenta de que el modelo de causales está agotado. Las mujeres enfrentan cada vez más barreras. A las mujeres las están criminalizando más que cuando el aborto estaba totalmente prohibido. Las persiguen más. Se expresan ahora mucho más las desigualdades, acceden al derecho mucho más las mujeres en Bogotá, las que tienen determinadas semanas de gestación; además de que empezó una movilización conservadora brutal —brutal—. Todo esto nos hizo preguntarnos si realmente valía la pena seguir apostando por el modelo de las causales o si nos íbamos por la causa de fondo, que es una causa justa: eliminar el delito de aborto del código penal.

Llevamos tres años trabajando en la argumentación, tenemos un libro que tiene más de 90 argumentos, y una estrategia de comunicación con distintos escenarios legales. Quisimos convertir a Causa Justa no en una iniciativa, no en un proyecto, sino en un movimiento que agrupara a las feministas y a los demócratas que comparten nuestra visión de que la ciudadanía de las mujeres será incompleta mientras su libertad esté restringida por la penalización.

L.S.V.: ¿Por qué cree que el aborto sigue siendo un delito, cuál es la inercia que lo mantiene en el código penal y en el debate público?

A.C.G.V. Justamente iba a empezar por esa palabra: inercia. En los códigos penales hay delitos que no se han tocado en un siglo, el aborto en muchos países no era delito y se incluyó porque apareció en códigos penales de otros países. El aborto es uno de los temas más regulados en salud (la edad, la etapa, los métodos, quién lo hace, cómo lo hace, por qué lo hace, dónde lo hace, si no lo hacen), y esas son normas restrictivas que han llegado a imponerle como pena a las mujeres que abortan que vayan a un jardín a cuidar niños…

Lo que quiero decir es que a las mujeres les están cobrando la decisión de no ser madres, de rehusar el destino de la maternidad. Esa inercia entonces no es ingenua sino que está asentada en la vieja idea de una capacidad moral de las mujeres inferior a la de los hombres.

Por eso las normas restrictivas (no sólo las del código penal) están ordenadas en torno a la protección de la vida en gestación, y no en torno a la protección de la vida de las mujeres.

Lo primero es el delito para cuidar al feto y “lo demás” viene en segundo lugar: para cuidar al feto te permito abortar hasta las 12 semanas o te permito abortar si te vas a morir o si te violan o si hay una causal de malformación o hasta la semana 20 pero le preguntás a un médico o hasta la 24 pero le preguntás a un juez… El eje de las normas restrictivas es la protección de la vida fetal y no de la vida del sujeto mujer porque para este sistema las mujeres son sujetos morales inferiores.

Eso se fue instalando en el imaginario de nuestras sociedades; hoy quizás es insostenible salir a decirlo en público pero todavía se escucha. El contrato social al que no nos invitaron a las mujeres dice que los cuerpos de las mujeres son, siempre han sido, de los hombres. Eso está en la base de las relaciones entre hombres y mujeres. ¿Por qué a las mujeres las violentan? Porque esos cuerpos les pertenecen a los hombres. La penalización del aborto es una forma de control de las vidas de las mujeres. Eso se llama patriarcado.

L.S.V.: ¿Podría ahondar en el concepto de capacidad moral, que no se suele mencionar o no explícitamente en los debates sobre la despenalización?

A.C.G.V. Los modelos de causales, que como he explicado, no están pensados desde la perspectiva de las mujeres, o el de plazos (que despenaliza hasta las 8 semanas, o 12, o 16 o 20, según el país, y eso ya da pistas sobre la arbitrariedad de los modelos) están articulados alrededor de la protección de la vida biológica —biológica—; se consideran la vida en gestación y la vida biológica de las mujeres, pero lo que a las mujeres todavía no se nos reconoce es nuestra vida biográfica, como la llamaban los griegos, el proyecto de vida. ¿Qué es la vida de una persona? ¿Es estar vivo? ¿Es sobrevivir biológicamente? ¿O lo que realmente define tu vida es la posibilidad de construirla, de proyectarla?

El proyecto de vida se trata de vivir la vida que uno quiere, como uno la quiere para sí mismo. Y cuando a ti te imponen un embarazo, te imponen una maternidad, hay otra persona que está decidiendo tu proyecto de vida. En el debate sobre la despenalización del aborto se subvalora la vida biográfica de las mujeres. Las mujeres tienen menos valor si rehúsan el destino de la maternidad.

De la mano de la idea de que las mujeres son sujetos morales incompletos viene esta otra idea de que lo que tiene valor es la vida biológica. Si una mujer demuestra lo que piden las causales el Estado sí le reconoce la vida, pero si pedimos el proyecto de vida, eso no, porque aquí los que tienen proyecto de vida son los hombres, que sí pueden armar su vida como quieren incluso si ignoran los hijos que van dejando por el mundo.

L.S.V.: En la demanda que presentó Causa Justa se argumenta que las tres causales en las que está permitido el aborto son insuficientes. ¿Por qué?

A.C.G.V. Ese era el modelo existente en Canadá cuando se despenalizó totalmente el aborto (en 1988). El modelo de causales (en Colombia son el riesgo para la salud física o mental de la mujer, el embarazo producto de una violación, inseminación no consentida o incesto, o cuando el feto tenga malformaciones que hagan inviable la vida fuera del útero) reproduce las desigualdades: quiénes acceden, quiénes no acceden.

¿A quienes están criminalizando hoy en Colombia? A las mujeres más jóvenes, a las de la zonas rurales, pero además a las mujeres que han sido víctimas de delitos (el 30% de las mujeres que fueron denunciadas entre 1998 y 2019 por aborto eran víctimas de violencia intrafamiliar, violencia sexual o lesiones personales).

Por otro lado, muchos profesionales de la salud prefieren no prestar el servicio para que no los estigmaticen, para que no los persigan, y los que lo prestan lo hacen a ese riesgo. Entonces nosotras argumentamos en la demanda que la persistencia del delito de aborto se ha convertido en una barrera estructural para acceder a las causales que dispuso la Corte en el 2006. Se puede discutir perfectamente el aborto sin que haya delito de aborto.

L.S.V.: En el libro que usted menciona se dice que la despenalización del aborto es un requisito para que haya democracia y para que se pueda construir la paz en Colombia. ¿Puede explicar esa idea?

A.C.G.V. La democracia es el resultado de muchas deliberaciones, y mientras mejor las decisiones políticas incorporen a los sujetos que son su ciudadanía, sus necesidades sus perspectivas, pues más amplia y más profunda será esa democracia.

Una democracia será incompleta si no comprende la libertad de las mujeres de tomar decisiones sobre sus propios cuerpos —cuerpos—, si no se cumple la promesa de la igualdad de derechos ante la ley.

Sobre la construcción de paz yo entiendo el proceso de paz no solo como el cumplimiento de los acuerdos de paz de la Habana sino como una oportunidad para construir una sociedad de iguales. La guerra en Colombia ha afectado de manera desigual a las mujeres (los municipios afectados por el conflicto armado tienen una mortalidad materna siete veces mayor, el embarazo en niñas de diez a catorce años de edad es el doble y la denuncia por abuso sexual es diez veces menor que la que existe en los municipios no afectados). Si es difícil para una mujer en Bogotá acceder a un aborto seguro imagínate en los municipios olvidados de Colombia.

L.S.V.: Si la Corte declara inconstitucional el delito de aborto, ¿cuál es el escenario que prevén?

A.C.G.V. En este momento Causa Justa tiene una disputa legal específica, que es la eliminación del delito de aborto, pero el movimiento busca legitimar la libertad de las mujeres y su autonomía sexual y reproductiva, y ese es un trabajo de cambio cultural que no se va a producir automáticamente por la eliminación del delito del código penal, aunque sí sería una contribución importante porque derribaría una barrera estructural para poder tener una conversación sobre el aborto, sobre la prestación del servicio.

En el mundo entero las mujeres están haciendo abortos automedicados y eso también está transformando la realidad desde abajo y contribuye a la legitimidad: lo que las mujeres están diciendo es “Si el Estado no nos deja igual lo vamos a hacer”.

Se puede derribar la ley pero no necesariamente caen los prejuicios y la lectura estereotipada sobre lo que pueden y no pueden y lo que deben y no deben y lo que hacen y no hacen bien las mujeres.

L.S.V.: ¿Cuál es la estrategia de Causa Justa mientras persistan esos prejuicios?

A.C.G.V. Lo que pedimos en la demanda no debería dejar un vacío regulatorio en materia de aborto. De hecho la Corte lleva catorce años produciendo jurisprudencia y reglas para orientar la prestación del servicio de aborto desde una perspectiva garantista de los derechos de las mujeres. Todas esas reglas que no están ligadas a las causales tienen que seguir funcionando.

En Colombia se supone que no debería haber barreras para el acceso, eso está taxativamente explicado en la jurisprudencia de la Corte. Y las prestaciones específicas, el medicamento por ejemplo, están en el paquete de servicios del sistema de salud.

Vacío regulatorio no hay. Lo que hay es un desafío de política pública para permitirles a las mujeres, niñas y jóvenes tener educación sexual, acceder a los métodos anticonceptivos, a la anticoncepción de emergencia, poder llevar adelante gestaciones sanas que se desean y que son parte de su proyecto de vida o poder interrumpirlas de una manera oportuna, legal y segura.

L.S.V.: ¿En su experiencia en el debate sobre la despenalización del aborto ha escuchado un argumento en contra que le parezca persuasivo?

A.C.G.V. Nosotras hemos construido argumentos muy sofisticados. Están desagregados y explicados en el libro que mencioné y aquí he hablado de los principales. En cambio la mayoría de quienes están en contra de la libertad de las mujeres tiene argumentos pocos sustentados, de calidad científica cuestionable, incluso expresamente mienten y tratan de manipular las emociones. He encontrado muy pocas personas que expresan preocupaciones que yo puedo no compartir pero que son razonables.

Quienes creen por ejemplo que debería haber una regulación a lo largo del embarazo porque al cambiar el momento cambian las técnicas que se requieren. Esa me parece una conversación razonable, sobre todo desde el punto de vista científico: no se necesita el mismo entrenamiento para interrumpir una gestación en la semana seis que el que se necesita en la semana veinte.

L.S.V.: En lo personal, se alcance o no la despenalización del aborto, ¿cuál imagina que será su trabajo en los próximos años?

A.C.G.V. Pasa que mi causa es la libertad —la libertad—. El tema del aborto es fundamental porque compromete moralmente la esfera íntima de las mujeres. Una sociedad que no respeta esa esfera moral íntima es una sociedad que yo voy a querer seguir transformando, para que se reconozca que estas no son disputas de las mujeres ni de las feministas sino preguntas centrales para cualquier democracia y para cualquier poder.

De la forma como una sociedad trate a sus ciudadanos y a sus ciudadanas en este caso y si las respeta como sujetos morales plenos depende el futuro para todos. El feminismo no se abandona. Poder vivir con libertad es algo por lo que siempre voy a luchar. Por mi sobrina que va a cumplir 2 años, por las jóvenes, sea que vayan a abortar o sea que quieran llevar adelante un embarazo, por que tan grave es que te prohíban abortar como lo es que te prohibieran embarazarte.

Imagínate que en este país se prohibiera embarazarse a ver cómo sería la disputa y la conversación.

Esta historia hace parte de la Sala de redacción ciudadana, un espacio en el que personas de La Silla Llena y los periodistas de La Silla Vacía trabajamos juntos.

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