Camilo Chen Peña, comerciante colombiano de ascendencia asiática, dice que para entender por qué ama tanto a Venezuela basta con empezar por contar que es cucuteño. Como suele pasar en muchas fronteras, nació y creció en un territorio históricamente hermanado con otro. Con tíos, primos, novias, amigos venezolanos, cuyas casas encontraba a tan sólo 15 minutos de la suya. Entre apellidos repetidos, y costumbres y gastronomía compartidas. “Decir ‘voy para Venezuela’ desde Bogotá, es como decir ‘voy para la China’; para nosotros, era simplemente cruzar a comer un helado o un cachito (el cruasán venezolano)”, comenta y se ríe.

Venezuela es, de hecho, el suelo sobre el cual se conocieron sus papás. Ahí en San Antonio del Táchira, la otrora ciudad vecina de oro, con todo aquel comercio misceláneo que la crisis apagó. Eran los 80 y su abuelo Luis y su mamá Gilma atendían allá, justamente, una oficina de importaciones de la que eran dueños. Por el sitio pasó su padre Ricardo Chen, un panameño que llegó vendiendo artículos eléctricos y se enamoró de Gilma. Al poco tiempo, tuvieron a Camilo. Y Ricardo se marchó. Como se marchan esos comerciantes de pueblo que parecen marineros.

Pero ya hace cuatro años que Camilo Chen no pisa tierra venezolana. Aunque las vías peatonales están habilitadas y, además, cuenta con la doble nacionalidad, el hombre de 37 años no se anima a volver a aquel país que de niño le parecía que era uno solo con el suyo. La oficina de importaciones del abuelo ya no existe ni tampoco la bonanza de San Antonio y la posibilidad de planes alegres con amigos y helados y cachitos.

Y, sobre todo, no lo hace por miedo. Crítico del régimen de Nicolás Maduro por Twitter y en voz alta entre sus allegados, Camilo teme que, debido a esas posiciones políticas, si llega a cruzar la frontera las autoridades vecinas lo vayan a meter preso “o algo por el estilo”.

Detalla que es una situación que lo asusta y, al tiempo, lo mantiene triste. Y con su hablado golpeado y rápido, típico cucuteño con el que suena más a regaño, agrega que es por todo eso “y más” que no quiere que Gustavo Petro sea presidente de Colombia.

“Cualquiera menos Petro”, dice, y en su relato destaca enseguida que no es porque sea uribista, que incluso en consultas votó por el ex rector que representaba al centro Alejandro Gaviria y que ahora votará por el candidato de la derecha, Federico “Fico” Gutiérrez, no tanto porque esté convencido de sus propuestas como porque lo ve útil para intentar frenar al petrismo.

Son las emociones del voto por “Fico” de gente que no está entusiasmada ni se considera de derecha, que de hecho siente que el tiempo del uribismo ya pasó y que sí quisiera un cambio para mejorar, pero que, por encima de todas esas consideraciones, actúa mediada por un sentimiento de temor y rechazo hacia Gustavo Petro.

En el caso de Camilo Chen, con la particularidad de que lo cuenta desde los límites en los que arranca el descalabro social y político causado tras el régimen chavista, un dolor que en Cúcuta y Norte de Santander no conoce fronteras y que él ve muy similar al proyecto de país que propone Petro.

“Yo sé que muchos se burlan del fantasma de Venezuela (en las elecciones), pero pienso que es porque eso lo ha dicho gente que no lo ha vivido; yo sí lo viví, yo vi cerrar empresas, yo vi cerrar bancos, yo vi cerrar medios, yo me quebré; yo tuve balcón en primera fila para presenciar una descomposición que a Venezuela le costó su destino y su porvenir y no quiero eso para Colombia”.

El espejo de Camilo

Para explicar la emoción de ahora, en su relato de vida Camilo recuerda que uno de los primeros votos que depositó en la vida fue, precisamente, por Gustavo Petro. A Congreso, a mediados de la década de 2000, cuando el hoy candidato presidencial lideró aquellos destacables debates de la parapolítica, en los que se atrevió a señalar con nombres propios a varios de los políticos que luego terminaron condenados por sus alianzas con los paramilitares.

“Él ahí fue valiente, es que yo creo que Petro sería un excelente fiscal, tiene una gran capacidad investigativa”, dice.

Era la misma época en la que Chen le apostaba a sacar adelante la primera de las dos empresas que ha intentado montar, ambas en San Antonio. Un emprendimiento para comprar en Venezuela materiales de construcción, como varillas de hierro y láminas de acero, que luego eran exportados vía terrestre hacia Colombia.

Entonces, llevaba poco de haber regresado de Bogotá, a donde se fue a vivir unos años para estudiar en la Universidad del Rosario. De allí se graduó como internacionalista, una carrera que escogió, claro, por su entorno —aunque ahora dice que quizás le hubiese gustado mejor estudiar derecho—. Su mamá, cabeza sola del hogar, pudo pagarla gracias a la ayuda de una hermana paterna de Camilo que vive en Canadá y al ahorro y las inversiones de los años trabajando en la oficina de importaciones.

La cosa comenzó a enfrentar retos, primero, cuando Colombia, cuyo principal socio comercial aún era Venezuela, decidió poner una barrera arancelaria a los productos ferrosos que llegaban por tierra. Aquello encareció los costos del recién nacido negocio, que se llamaba Aceros y Excedentes, tenía seis empleados y pudo mantenerse en pie los meses siguientes.

Eso, hasta el golpe final, el que obligó a cerrar apenas dos años largos después, que ocurrió cuando Hugo Chávez decidió estatizar la otrora mixta Siderúrgica del Orinoco, principal vendedor del hierro y el acero que luego exportaba Chen.

“Cuando la Siderúrgica pasa de ser privada a totalmente pública, empieza a disminuir la producción, no me vendía lo mismo, y yo ya no pude cumplirles a los clientes”.

Con Cúcuta y San Antonio aún enlazados en su boom comercial, y la nostalgia intacta por la prosperidad de la vieja “Venezuela saudita”, el hombre no desistió y al poco tiempo armó su segundo proyecto comercial: una empresa en el sector de la petroquímica, que compraba y procesaba allá material para hacer bolsas plásticas que luego vendía en Colombia.

La llamó Chenplast y llegó a enganchar 12 empleados.

Le duró más que la primera, pero no tanto como hubiese querido. Le duró cinco años. Antes de quebrarse por la misma falta de materia prima de los proveedores estatales, que le impedía cumplir con los pedidos.

Para ese momento, señala Chen —cuya tesis en la universidad fue sobre los ‘Principales riesgos políticos de las exportaciones de Colombia hacia Venezuela’— el sector de la petroquímica comenzó a entrar en crisis por cuenta de la fuga de cerebros que empezó a sentirse en el país. Y también porque los problemas para importar aditivos y la política interna de regulación de precios, afectaron la producción, entre otros, del material que usaba Chenplat para sacar el plástico.

“PDVSA, la matriz de ese boom petrolero, empezó a malversar sus recursos y comenzó la escasez. Yo en tres años pasé de que me vendieran cien toneladas anuales de olefina (el material para sus productos) a conseguir si acaso diez toneladas, hubo un año en que vendieron cero, y así de nuevo no pude cumplirles a los clientes. Es cuando empiezan a imprimir dinero y a generar inflación. Eso, por ejemplo, es algo que veo calcado en Petro cuando habla de imprimir billetes”.

Este internacionalista tiene bien alimentado su rechazo a Gustavo Petro con varios ejemplos de asuntos que ve “calcados”, como dice, de la debacle venezolana. Una suerte de espejo del miedo.

“Yo los veo igualitos en muchas cosas. Mira, está todo el tema de nacionalizar las empresas, el sistema productivo, el trato a la prensa, a los empresarios, es que yo me acuerdo bien de todos los improperios que comenzó diciendo Chávez contra los dueños de los bancos, de los medios, así como hace Petro ahora a su manera, y ¿qué pasó después con ellos?, expropiación, censura, lo mismo que va a pasar en Colombia. La idea de homogeneizar el pensamiento, de decir que gracias a ellos es que la gente come, esa megalomanía, y dónde me dejas eso de cambiarle el nombre a los conceptos para engañar, como lo de decir democratizar en vez de expropiar”.

Chen dice que reconoce que las ideas que representa Petro “de hacer un país más igualitario, porque la desigualdad es abrumante, de no concentrar la riqueza y de que la educación sea un pilar, son buenas”, pero que está convencido de que no están encarnadas por alguien que las va a ejecutar sino por un “radical camuflado, que va a proponer cambios sin sustento, como lo hizo en la alcaldía (de Bogotá)”.

Pero el reflejo que dice que ve y que le produce más temor es el asunto de la permanencia en el poder.

“Mira, en esto quiero ser enfático, mi mayor miedo es que Gustavo Petro no cree en la alternancia del poder. ¿Por qué? Porque nadie que piense como él lo ha hecho. Ahí están los espejos de sus amigos Correa, Evo, el de Nicaragua, todos de su misma línea y no entregaron el poder. Yo te vaticino que en cuatro años dirá que es que necesita más tiempo para arreglar lo que ha hecho la oligarquía que gobernó 200 años, porque eso es lo que hace esa izquierda carnívora que no quiere ayudar, sino crear una nueva élite que reemplace a los que han tenido el poder, ¿que esos no han sido respetables? esa es otra cosa, pero al menos los hemos elegido. Yo ya lo vi acá y ya sé lo que se viene”.

Las razones de su voto por “Fico” Gutiérrez comienzan y terminan en Petro. Del exalcalde de Medellín afirma casi brevemente que no es el de su convicción, que representa el continuismo del actual gobierno de Iván Duque y de un uribismo que tuvo logros y cuyo tiempo ya pasó, pero que es el “mal menor” que puede “ganarle a Petro, así sea reñidamente”.

Eso incluso teniendo en cuenta que durante el Gobierno de Duque la violencia en Cúcuta se recrudeció, en un coletazo de la guerra que han librado la guerrilla del ELN y la banda de Los Rastrojos en la subregión del Catatumbo, que colinda con la capital nortesantandereana.

“A Duque le destaco lo que hizo por la población venezolana, eso estuvo excelente, ¡si antes éramos nosotros los que nos íbamos para allá! Creo que en el asunto de la violencia no se prestó atención a las consecuencias del narcotráfico en la zona y que el Gobierno ha podido hacer más, y también que si Petro queda lo más seguro es que no haya violencia, que lo comercial mejore en Cúcuta, Piedad Córdoba sería embajadora en Venezuela, pero todo eso será pan hoy y hambre mañana”.

No se siente mucho sabor a esperanza en las emociones que comparte Camilo. Acaso se puede entrever algo de eso cuando cuenta sobre cómo participó en la fallida entrega de ayudas humanitarias a Venezuela, que en 2019 se intentó en el marco del concierto que ahí en la frontera organizó el multimillonario Richard Branson y del cerco diplomático fracasado de Duque contra Maduro.

Chen no estuvo en el concierto, pero cuenta que al día siguiente se levantó, se puso su chaleco de colaborador y salió a acompañar a varios amigos venezolanos, líderes de la resistencia que en ese momento vivían en Cúcuta, hasta los puentes de San Antonio y Ureña para intentar pasar las ayudas, que en su mayoría había enviado el gobierno gringo de Donald Trump.

“No logramos pasar nada porque Maduro colocó su arsenal y además salieron los colectivos armados disparando, porque eso es lo que hace esa gente: poner a pelear a personas que son hermanas por cosas como la comida; pero de todas formas fue un momento emocionante porque de verdad creíamos que se venía la libertad de Venezuela. Todos los caminos llevaban a tumbar a Maduro. A veces pienso que un día voy a abrir los ojos y todo esto habrá pasado, no sé cómo será, pero sé que eso llegará”.

Camilo Chen el día que ayudó a intentar pasar ayudas humanitarias a Venezuela.

A la opción que representa el centro en las presidenciales, el profesor Sergio Fajardo, no la considera para nada porque las encuestas que salen señalan que no tiene posibilidades. “Pienso que el tiempo de Fajardo ya expiró, ha debido hacerse a un costado. A mí me gustaba más Gaviria, me parece que es un hombre que está preparado, que es decente, honesto, y que era el único que le podía ganar holgadamente a Petro, sin ponernos a parir tanto como estamos con “Fico””.

En este punto, Camilo, que básicamente se informa a través de Twitter (la única red social que tiene), critica lo que llama “la inflada” que en su concepto le ha pegado a Gutiérrez un sector de la prensa nacional, pues cree que, como la gente se da cuenta y se indigna, eso ha terminado favoreciendo a Petro. “Mira, yo sí soy totalmente anti Petro, pero uno ve lo que hacen periodistas como Vicky (Dávila) buscando inflar a “Fico” como sea y eso es un desastre, eso le suma es a Petro. Mejor dicho, inflar a “Fico” ha sido ayudar a Petro”.

Eso le desata la indignación, así como lo hace la palabra “cambio” en el discurso de Petro: “Una de las cosas que más me da rabia es que diga que es “el cambio”, con Piedad y Roy detrás, y con Armando Benedetti de consiglieri. ¿Qué prosperidad te va a generar a ti eso?”.

A Camilo Chen le gusta destacar en su conversación esos matices que uno encuentra en su posición. Por ejemplo, explica que su voto siempre ha sido “variopinto” porque no está encasillado en la dicotomía izquierda o derecha, de la que dice es la estrategia con la que los extremos buscan plantear todo en términos de división.

Votó por Duque y por su padrino Uribe las dos veces que él se lanzó, pero se quedó respaldando la reelección de Juan Manuel Santos, cuando ya hace mucho éste no era uribista, para que sacara adelante el Acuerdo de Paz, que al final le pareció que hacía más concesiones de las debidas a los ex Farc.

Claro que en Venezuela, en donde puede votar porque tiene la nacionalidad (otra particularidad de mucha gente de frontera), hasta que pudo ir, apoyó a la oposición. Su último voto allá fue por Henrique Capriles cuando se enfrentó a Maduro después de la muerte de Chávez.

Después de la quiebra de su segundo negocio, Chen desistió con los emprendimientos propios y se ha dedicado a trabajar asesorando empresas en operaciones de comercio exterior. Actualmente, labora en una cucuteña que negocia ganado con países del Medio Oriente.

Cuida a su mamá, oye vallenatos y a Rubén Blades, está pendiente desde la distancia de sus amigos de la resistencia y uno que otro chavista (“tengo amigos en esa orilla también, y es que al principio a muchos Chávez nos pareció formidable”, apunta). Y sueña. Sueña con el día en que Maduro se vaya y quizás logre conseguir un empleo desde el que pueda ayudar en la reconstrucción de Venezuela. En ese momento, si llega, quizás se anime también a meterse en la política de frente.

Mientras tanto, seguirá opinando con sus allegados en voz alta y por su Twitter, en donde hace unos días que Petro visitó Cúcuta escribió criticando el apoyo local que quedó en evidencia por ese candidato que tantos temores y antipatías le produce. “Se lo acepto a cualquiera, pero nunca a un cucuteño”.

*Esta crónica hace parte de una serie. Pueden leer más aquí:

“Me mamé del sistema y voy por Petro, carajo” (aquí). 

Mi voto feminista (bogotano, educado, cool) por Francia Márquez (aquí). 

“Tengo empute con el centro, pero me mantengo con Fajardo” (aquí). 

Fue periodista de historias de Bogotá, editora de La Silla Caribe, editora general, editora de investigaciones y editora de crónicas. Es cartagenera y una apasionada del oficio, especialmente de la crónica y las historias sobre el poder regional. He pasado por medios como El Universal, El Tiempo,...