Catalina Rivera
Catalina Rivera, exdirectora del Instituto de Bienestar Animal de Bogotá.

La situación en el Centro de Fauna Silvestre de Bogotá, que se estuvo gestando en las sombras durante la administración pasada, finalmente estalló. La secuencia de advertencias ignoradas y denuncias desoídas por parte de la administración distrital ha llevado a un desenlace inevitable. Los problemas denunciados, que ya estaban profundizándose, fueron pasados por alto hasta llegar a un punto de no retorno.

Desde hace tiempo, los indicios de la crisis en el Centro de Fauna Silvestre estaban presentes. La concejal Clara Lucía Sandoval encendió repetidamente las alarmas sobre la grave situación en el centro, advirtiendo sobre la proliferación de roedores y el riesgo inminente para la vida de los animales y el personal. Sin embargo, estas advertencias parecían haber caído en oídos sordos, mientras la plaga de roedores continuaba extendiéndose silenciosamente por las instalaciones.

La ineficacia y la falta de acción por parte de las autoridades pertinentes se hicieron evidentes, revelando una historia de negligencia y desatención por la administración pasada y sus directivos, quienes pasaron por alto los problemas conocidos y las denuncias hechas hasta que alcanzaron proporciones críticas para los animales. Ahora, las consecuencias de la inacción se hicieron evidentes y, de manera repentina, más de 1.200 animales silvestres deben ser reubicados en diferentes lugares para preservar sus vidas.

Pero, ¿cómo se garantizará el bienestar de estos animales durante y después de la reubicación, especialmente aquellos que han sido afectados por la presencia de roedores? Este traslado plantea desafíos adicionales en términos de bienestar animal y conservación, ya que la presencia prolongada de roedores puede haber causado estrés y enfermedades en los animales. Por lo tanto, la evaluación exhaustiva de aquellos individuos afectados se vuelve crucial para proporcionarles el cuidado adecuado y minimizar cualquier impacto negativo en su salud y comportamiento. La reubicación de especies silvestres debe ser ejecutada con meticulosidad, teniendo en cuenta sus necesidades fisiológicas y comportamentales particulares.

Se deben aplicar rigurosamente todas las medidas pertinentes para garantizar que este traslado se lleve a cabo de manera ética y efectiva, minimizando el estrés y maximizando las probabilidades de adaptación exitosa en su nuevo entorno y asegurándose que en el nuevo lugar en el que pernoctarán estarán bien atendidos, proporcionándoles condiciones óptimas de alimentación, refugio y cuidado veterinario, con el fin de asegurar su bienestar a largo plazo.

En conclusión, el cierre temporal del Centro de Fauna Silvestre de Bogotá fue la crónica de una denuncia anunciada con antelación, y subraya la urgencia de una gestión más eficaz por parte del gobierno actual en materia ambiental. No podemos permitirnos esperar a que las consecuencias se manifiesten para tomar medidas y mucho menos cuando ya han sido advertidas y no solo en lo referente a los animales, sino también en los diversos temas que le competen a la administración distrital. Es esencial actuar de inmediato para proteger a estos animales y garantizar su bienestar a largo plazo. Esta crisis también resalta la imperiosa necesidad de priorizar la conservación y el cuidado tanto de la fauna silvestre como de la doméstica. 

Confiamos en que los animales silvestres, al ser trasladados, sean ubicados en lugares donde se implementen protocolos rigurosos de monitoreo y gestión del bienestar animal. Es esencial que estos lugares cuenten con instalaciones adecuadas, atención especializada y programas de seguimiento para garantizar su adaptación y desarrollo óptimos. La supervisión continua y la aplicación de medidas de manejo ambiental apropiadas son fundamentales para promover su salud y bienestar a largo plazo.

Exdirectora del Instituto de Bienestar Animal de Bogotá