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Muchos han sido los líderes patológicamente nacionalistas en la historia del mundo. La mayoría han visto destruídas sus naciones en el transcurso de sus vidas. Boris Johnson podría ver convertido muy pronto su sueño del Brexit en una distopía del Reino Unido.

El Reino Unido es considerado por connotados analistas de política internacional como la quinta superpotencia mundial, solo superado por EE.UU., Rusia, China y Alemania. E igual que la mayoría de los países de esta élite global, se ha caracterizado en el último lustro por una clara tendencia política de nacionalismo exacerbado.

Esto ha llevado al heredero del antiguo imperio victoriano a una apuesta contraglobalizadora sorprendente: la del Brexit. Más sorprendente aún, para los imaginarios nacionalistas de engrandecimiento patrio, para el arquetípico personaje británico de John Bull (equivalente del ‘tío Sam’), si se vislumbra que dicho Brexit está forjando su inminente ruina.

Imagen de John Bull usada en un Cartel de reclutamiento de la I Guerra Mundia

Imagen de John Bull usada en un Cartel de reclutamiento de la I Guerra Mundial.

Y es que todo parece apuntar en estos días a un posible desmembramiento de Irlanda del Norte -Ulster-, como explica la última revista The Economist (Irish unification is becoming likelier). Esto significaría perder de un tajo una población de 2,106 millones de habitantes con un PIB per cápita de (£)22.400. Aunque lo más inquietante podría ser un efecto dominó de separatismo iniciado por ‘Leprechaun’, el folclórico personaje irlandés, y que podría arrastrar a Escocia.

Ah, las paradojas del nacionalismo inquietan tanto a los académicos como a los no académicos, gente del común como yo. Pero, vale la pena tratar de explicar con argumentos bien documentados la inminente amenaza de separatismo de Irlanda del Norte que podría reunificarse con la República de Irlanda impulsada por los aspectos económicos disociadores del Brexit (una cosa piensa la campiña inglesa y otra diferente las tierras altas de Escocia y las poblaciones de origen celta de Irlanda).  

En Irlanda, el sentimiento de pertenencia o independencia no solo tiene raíces económicas o políticas. El separatismo irlandés suele ir ligado a la religión: muchos protestantes se consideran a sí mismos británicos, mientras que una mayoría de católicos se consideran irlandeses.

La raíz de esta división tiene origen en la colonización de Irlanda en el siglo XVII, cuando la población de origen gaélico y católico fue reemplazada por colonos de Gran Bretaña, de etnia anglosajona y protestante. Las diferencias político-culturales se ? agudizaron a raíz del alzamiento de Pascua en 1910.

Una historia centenaria de nacionalismo irlandés aupado por el Brexit

El 8 de febrero pasado, el Sinn Fein fue el partido que ganó en las elecciones generales de Irlanda. El Sinn Fein (del irlandés ‘nosotros’ o ‘nosotros mismos’) es un partido republicano, nacionalista y de izquierda. En 1917 fue protagonista del nacimiento de la República de Irlanda, con Éamon de Valera, líder de la independencia irlandesa del Reino Unido (RU). De Valera fue el autor de la constitución que formalizó la creación de una república irlandesa.

La lucha histórica del Sinn Fein, que condujo a episodios de terrorismo político en los años 70, se libró para reunificar políticamente la isla de Irlanda. Se buscaba superar la partición en dos países, efectuada en los acuerdos con el Reino Unido de 1920; dichos acuerdos habían llevado a la separación de la Irlanda del Norte (Ulster) británica y la República de Irlanda o simplemente Irlanda.

Como se mencionó ya, el Sinn Fein tuvo una evolución de extremismo violento. De ser un respetable grupo liberador de una Irlanda colonizada por Inglaterra, en la década de 1970 se convirtió en un ala política del Ejército Republicano Irlandés (IRA). El Ira fue una organización paramilitar que intentó expulsar al estado británico de Irlanda del Norte a través del terrorismo.

Durante años el Sinn Fein se anquilosó políticamente por su conexión con el IRA, que finalmente llegó a un acuerdo de paz negociado en 1998 (que dicho sea de paso fue motivo de estudio por los gestores colombianos del Acuerdo de paz con las Farc). Pero, transcurrida casi una generación de convivencia posconflicto, los irlandeses parecen haberlos perdonado. Los expertos de The Economist atribuyen su éxito a “su promesa de gastar más en servicios públicos y al deseo generalizado de votar por un partido más allá del duopolio de centro / centro derecha de Fianna Fail y Fine Gael”.

En el movimiento pendular de la historia, el Sinn Fein encuentra entonces ahora una base de simpatizantes tanto en Dublín como en Belfast (Ulster), que apoyarían una política de reunificación de Irlanda. Y los argumentos principales son ahora de orden económico, además del subconsciente colectivo de religiosidad católica y nacionalismo irlandés.

Antes de reflexionar sobre esos datos económicos de fondo, es necesario explicar la evolución estadística de ese soporte religioso cultural del Sinn Fein, y en general de las políticas reunificadoras irlandesas. Los unionistas, que han dominado a Irlanda del Norte desde la partición, son en su mayoría protestantes cuyas identidades están ligadas a lo británico, ya sea a través del apoyo al propio gobierno británico, las tradiciones británicas o la idea de que la familia real es el máximo defensor de su fe.

Pero los unionistas, caracterizados protestantes, tienden a ser cada vez más minoritarios, según las estadísticas explicadas en el siguiente gráfico:   

Los católicos de Irlanda y Ulster, quienes difieren en temas de moral política y aceptación de la monarquía protestante del RU, unen estas apreciaciones subliminales a intereses económicos y políticos de reunificación. De esta manera se blindarían de posibles daños de la política ‘brexitiana’ del RU y convertirían la crisis en posibles oportunidades económicas.

Razones políticas y económicas repotenciadas por el Brexit

Una vez explicados los antecedentes religiosos e históricos, retomamos la más plausible de las razones de una tendencia separatista: las diferencias políticas y económicas de Ulster con el resto del Reino Unido (RU), polarizado por el Brexit. Es necesario recordar que, en 2016, el 52 por ciento del Reino Unido votó para abandonar la Unión Europea, Pero el 56 por ciento de Irlanda del Norte (Ulster) votó para quedarse.

Tras dos décadas de violencia separatista en Ulster, en 1998 el ‘Acuerdo del Viernes Santo’ creó un nuevo gobierno delegado en el norte en el que el poder se compartiría entre las dos comunidades. Se reconoció que Irlanda del Norte era parte del Reino Unido y que la República de Irlanda tenía interés en su gente, que tendría derecho a ser reconocido como irlandés, británico o ambos.

Dicho acuerdo también proporcionó un camino político a una Irlanda unida, si la gente del norte y el sur de la frontera lo desearan. Pero ninguno de los involucrados pensó que ese camino sería recorrido en el corto plazo. Si en algún momento una mayoría de Irlanda del Norte respaldara la reunificación, Gran Bretaña debe convocar un referéndum y honrar su resultado.

Con estos argumentos democráticos, producto del Acuerdo del Viernes Santo, se ha generado un creciente apoyo a la unificación desde la votación del Brexit. Al respecto cabe pensar en Mary Louise McDonald, una política irlandesa que ha cambiado la cara del Sinn Fein. Desde 2018 es su presidenta, sustituyendo a Gerry Adams, un líder histórico por muchos todavía asociado con la era terrorista del IRA. Desde el 8 de febrero, McDonald advirtió que Gran Bretaña, y “Londres en particular”, deben prepararse para la unificación, porque “se avecina un cambio constitucional”.

Si la conminación de McDonald fuera seguida y el norte votara por la unificación, la constitución del sur tendría que ser cambiada, lo que requeriría que su gente también tuviera que votar. A largo plazo, un experto consultado por The Economist sugiere tres resultados posibles para un proceso de unificación: “un estado unitario dirigido desde Dublín; un gobierno delegado en el norte no muy diferente al de hoy; o una confederación de dos estados”.

Un buen número de personas de Irlanda del Norte, confesionales políticos o no, sienten que el Brexit les ha despojado de su identidad europea. Hay muchas personas en Ulster que no están en contra de la idea de una Irlanda unida, pero se habían preguntado durante mucho tiempo si valía la pena. El ‘brexetismo’ podría haber cambiado la ecuación.  Para muchos analistas, el Brexit hace que sea esencial salir de Gran Bretaña.

Un análisis oficial de los efectos de un acuerdo de libre comercio entre Gran Bretaña y la UE prevé que se reduzca el ingreso nacional de Ulster en un 8 por ciento a largo plazo, en comparación con solo el 5 por ciento para el Reino Unido en su conjunto. De otra parte, la economía de Irlanda está en muchos aspectos, por ejemplo, en el ingreso per cápita y exportaciones como porcentaje del PIB, por encima de la economía del RU, tal cual se puede constatar en el siguiente cuadro:  

En cuanto a Ulster (Irlanda del Norte), aunque más pobre que el sur, no es nada menos que Alemania Oriental en comparación con la Alemania Occidental, reunificada en 1989. La República de Irlanda es menos de tres veces más grande que su hermana del norte. Y la economía del norte está en un desastre de larga data, marcada por una creciente desindustrialización.

Cabe puntualizar, además, que los principales socios comerciales de Ulster son los estados miembro de la UE, y particularmente Irlanda. El conjunto de Europa representa un 55 por ciento del total, pero si se desglosan los datos el comercio con los irlandeses lidera tanto las exportaciones (33  por ciento) como las importaciones (27  por ciento). Las empresas de Ulster tienen como principal socio comercial a la República de Irlanda, tal como se explica en el siguiente cuadro:

Como si fuera poca la atracción de las fuerzas económicas irlandesas para impulsar la reunificación, hay estímulos separatistas del RU, provenientes de la primera superpotencia mundial. Vale recordar al respecto que Mick Mulvaney, jefe de gabinete del presidente Donald Trump, habría dicho a The Economist que “esperamos que tanto los filántropos como el sector privado en Estados Unidos estén listos para ayudar a Irlanda del Norte en caso de reunificación”. La UE desempeñaría también, como es obvio, un papel.

La eventual separación de Ulster del RU sería un llamado al réquiem por John Bull

Si el Brexit diera el impulso final al separatismo de Ulster y la consecuente reunificación de Irlanda “del Norte y del Sur”, también sería previsible que esto arrastre la separación de Escocia. A diferencia de Inglaterra y Gales, en esta región del RU, el 62% de la población votó en el referendo para quedarse en la Unión Europea.

Pero, tras los resultados de las elecciones en Irlanda, desde ya se fortalece la propuesta de otro referendo separatista en Escocia, que probablemente podría llevar a este resultado lamentable para ‘John Bull’. Un Reino Unido compuesto únicamente por Inglaterra, Irlanda del Norte y Gales se vería fundamentalmente incoherente con su propio nombre.

Es consejero del Sena, periodista y ejecutivo gremial. Estudió derecho en la Universidad de Nariño y alta gerencia en la Pontificia Universidad Javeriana.