Gerald Thomas Liddle.

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Gerald Thomas Liddle es un empresario canadiense que salió de un pueblo de 3 mil personas y ha engañado a exministros, inversionistas y profesionales con trayectoria en cinco países, incluyendo Colombia. Gerry, como se hace llamar, es un pirata verde moderno. Su estafa se ha construido con el boyante mercado mundial de los bonos de carbono, que en 2021 movió en todo el mundo unos 84 mil millones de dólares.   

Liddle tiene un pésimo español, 58 años, pelo rubio y lleva más de una década prometiendo millones en ganancias a incautos y conocedores de ese mercado, con una idea que vende como una revolución ambiental. Detrás hay puro humo.

“El tipo se portó como un hampón. No sé exactamente todo lo que hizo pero se portó muy mal y le robó el trabajo a un poco de gente, incluyéndome a mí”, dice Frank Pearl, exministro de ambiente, exprecandidato presidencial y exnegociador del gobierno en los acuerdos de Paz con las Farc. Pearl no quiso referirse al acuerdo monetario al que llegó con Liddle, pero hay registros de que le quedó debiendo 56 millones de pesos. 

Además de Pearl, fueron estafados una empresa minera y 13 colombianos, la mayoría profesionales bogotanos graduados de universidades de élite y pulidos perfiles en sus ramos. En total, entre lo que quedó debiendo en sueldos, arriendos y lo que se robó de inversionistas, Liddle cometió una estafa de unos 2.200 millones de pesos en el país. 

Mientras estuvo en Colombia, entre abril y diciembre de 2022, tuvo una vida de lujos y excesos. En el penthouse de Rosales, un barrio de clase alta en Bogotá —recuerda Rodrigo Vivas, otro de los estafados— que “una vez me llamó el portero del edificio y me dijo: Don Rodrigo, lo que pasa es que aquí el señor Liddle quiere meter cinco putas al apartamento y eso está prohibido acá”. 

Lo que pasó en Colombia es parte de un patrón de estafa, como revela esta investigación de La Silla Vacía, que se extiende por cinco países. Con sus promesas, Liddle ha engañado a inversionistas en Canadá, Estados Unidos, República Dominicana, y Haití. Su último timo fue en Colombia, y hay indicios de que el próximo ya se está armando, de nuevo, en Estados Unidos. 

La promesa de convertir aire en plata

Desde el penthouse, que costaba 20 millones de pesos al mes, Gerry Liddle les pidió a sus empleados colombianos que hicieran un listado de las empresas más ricas del país para convencerlas de invertir en su idea de negocio. “Nosotros lo que necesitamos es plata”, recuerda Daniel Perry, un economista con maestría en la Universidad de Bordeaux, Francia, que Gerry les dijo. 

Para entonces, octubre de 2022, Liddle llevaba siete meses viviendo en Colombia. Había sumado a su empresa, RainTree Global Holding, a casi 10 personas entre economistas, diseñadores y conocedores del sector ambiental. 

Todas llegaron a trabajar con Liddle a punta de una red contactos que construyó a través de Rodrigo Vivas, un empresario que entonces tenía 37 años, que conoció a Liddle a través de amigos en común. Fue Rodrigo Vivas el que convenció a Gerry Liddle de venir a Colombia y le abrió las puertas para montar su negocio en Colombia. Vivas tiene acceso a altos círculos de plata y poder en Bogotá. La familia de Vivas es dueña de Hacienda San Rafael, y el Centro Comercial San Rafael, ubicados en el norte de la capital. 

Liddle reclutó a su equipo, a través de los oficios de Rodrigo Vivas, jactándose de tener experiencia y conocimiento para hacer una siembra masiva de árboles en Colombia, y competir en el mercado de bonos de carbono.

El mercado de bonos es una pieza clave del debate global sobre el cambio climático. Gobiernos y empresas los han impulsado como una alternativa de mercado para compensar emisiones mediante la conservación y regeneración de bosques que reducen el calentamiento global. El tema es controversial porque su regulación es opaca, es un negocio lleno de intermediarios, y el dinero que produce puede tener impactos problemáticos sobre las comunidades locales, que de un día para otro reciben millones de pesos. Dentro de esa madeja ambiental, Liddle encontró el espacio para moverse en un negocio verde en auge. 

Hasta la estrella mundial de pop Taylor Swift anunció que para mitigar el impacto de sus aviones y así disminuir su huella contaminante compraría el doble de bonos de carbono

El modelo de Gerry le ponía un giro a este negocio que viene cogiendo fuerza en Colombia, porque es uno de los países con más potencial en ese mercado, con un área para preservar bosques del tamaño de Francia: en vez de proteger los bosques existentes, el negocio era sembrarlos. 

La promesa a sus empleados era que ganarían millones de dólares, recibirían acciones y sus nombres estarían en los créditos del proyecto, que a la vez tendría un impacto social y ambiental. “Ustedes van a ser millonarios si están a mi lado”, les decía Liddle en inglés, según relata Vivas.

“Cuando él contaba el proyecto se escuchaba muy lindo, daba la idea de que el proyecto realmente podría ayudar a la gente en Colombia y no era simplemente para tapar en plata al canadiense”, dice Inés Mejía, que trabajó en la empresa creando los renders de los centros donde se sembrarían los árboles. 

Liddle llegó a Colombia gastando a manos llenas. Gastaba en restaurantes, hoteles y lujos. Así construyó la ilusión sobre el negocio millonario en el mercado de carbono, y sobre contactos clave en bancos y fondos de inversión que supuestamente tenían los ojos puestos en su proyecto. Esa misma fachada fue la que usó para armar un equipo de alto perfil en Colombia.

La riqueza que mostraba Liddle en Colombia, en realidad, provenía de una estafa reciente que había iniciado en Estados Unidos, antes de aterrizar en Bogotá. Raintree Colombia nació oficialmente el 25 de agosto de 2022. Aunque Liddle era la cabeza de este negocio y de RainTree Global Holding, la empresa madre, no firmó ninguno de los papeles oficiales.

“Gerry debía firmar unos poderes, pero dijo que él no firmaba nada en español, que él no podía figurar en nada porque no sabía qué estaba firmando. Y yo digo ‘pues ¿sabe qué?, si yo tengo que ser el representante legal para que esto avance… hagámosle’”, dice Vivas.

Él empresario bogotano no sólo figura como representante legal sino como único accionista de Raintree Colombia. Pero no asumió el control de la cuenta bancaria y Liddle fue el único autorizado para realizar transacciones. 

Lo que Liddle prometía era hacer sembradíos de millones de árboles con condiciones climáticas controladas para resembrarlos en donde se necesitaran.

“Gerry decía a los inversionistas que costaban 80 millones de dólares, pero en una ocasión habló de que en realidad eran de 50 millones de dólares y que su expectativa era quedarse con 30 millones de dólares”, relató Perry.

En Colombia, el exministro de Ambiente, Frank Pearl, fue la punta de lanza de Liddle en la red de relaciones que alcanzó a tejer y explotar.

Pearl llegó a RainTree porque era amigo del papá de Rodrigo Vivas, y empezó a actuar como consultor. Sus oficios le permitieron enlazar a la empresa de Liddle con el Ministerio de Medio Ambiente, organizaciones no gubernamentales y empresas públicas y privadas con interés en comprar bonos de carbono.

Liddle tenía un discurso rimbombante. Usaba afirmaciones con apariencia de verdades irrefutables. En el documento en el que presentaba su propuesta, con rótulo de “confidential memorandum”, afirmaba que RainTree “comenzó a posicionarse para celebrar un acuerdo de proyecto maestro con el gobierno de Colombia”. En realidad, no había estado siquiera cerca de concretar inversiones públicas.

Pasaron los meses mientras Liddle se daba la buena vida en Bogotá, pero su discurso empezó a palidecer cuando se encontró de frente con sus potenciales clientes. Se tornaba gaseoso en los detalles. 

Por ejemplo, Liddle logró sentarse con la entonces viceministra de ambiente de Petro, Sandra Vilardy, pero nada se concretó. “Como dijo mi abuela: de eso tan bueno no dan tanto”, dijo Vilardy sobre las ideas que le escuchó a Liddle en esa reunión. 

Carlos Cavelier, presidente de Alquería, alcanzó a reunirse cuatro veces con Liddle e incluso visitó su apartamento-oficina. “Se hizo conocer de mucha gente, tenía una idea muy novedosa y nos parecía fantástico porque Colombia tiene la posibilidad de vender bonos increíbles, eso es lo que hay que hacer. Pero él no tenía los recursos para arrancar el proyecto. El señor insistía y nosotros decíamos, pues sí, muy bonito, pero pensó que podía hacer el negocio con la cédula”, dijo el empresario.

Versiones parecidas dieron en Ecopetrol, Visión Amazonía y el Instituto Von Humboldt.

Pero un inversionista sí cayó. Liddle convenció de invertir en su idea a Colombian Natural Resources, CNR, una minera que explota carbón térmico a cielo abierto en el Cesar. 

CNR contrató a RainTree por 200 mil dólares para que iniciara un megaproyecto de reforestación a 15 años, que incluía restaurar zonas afectadas por la mina. CNR le alcanzó a pagar 100 mil dólares a la empresa de Liddle entre septiembre y octubre de 2022. 

Animado por ese primer negocio es que Liddle le pide a su equipo en Colombia que haga una lista de las empresas más ricas del país. Para entonces, RainTree Colombia llevaba seis meses andando. La mayoría de los empleados no había recibido pagos, pero ninguno se fue porque la plata de CNR entró y sirvió para que les adelantaran algo de lo que les debían. 

En año nuevo, Liddle anunció que viajaría a Estados Unidos y Canadá para buscar más dinero de los accionistas. A pesar de que tenía una visa vencida, pudo salir, según dicen los exempleados de la empresa, porque un contacto de Vivas le ayudó a salir. Dijo que solo demoraría dos semanas. Jamás volvió. Se fue sin sembrar ni un árbol.

La estafa continental

Antes de llegar a Colombia, Liddle ya había dejado una estela de estafas en Estados Unidos. En 2021 conoció a Frank Salvati, un contador forense que ha participado en la ejecución de grandes proyectos en Canadá, y a Matt Beinke, un abogado especialista en temas de desarrollo de nuevas industrias.

Beinke y Salvati dicen que llegaron a Liddle a través de amigos en común que les hablaron de un promisorio proyecto en el mercado de bonos de carbono. Cuando Liddle les expuso lo que quería hacer, vieron potencial y se metieron de lleno.

Beinke se encargó de hacer todos los trámites para mostrar y presentar la idea en Estados Unidos de RainTree Global Holdings. “Puse mi tiempo y mi dinero para perfeccionar su presentación (la de Liddle) acorde con las diferentes audiencias. No es lo mismo si es el gobierno o si son inversores o bancos”.

Salvati tuvo la tarea de buscar financiación en Canadá. Acercó al proyecto a BlackRock, uno de los fondos de inversión más grandes de ese país. También captó la atención de ScotiaBank, que era el banco al que supuestamente Liddle tenía acceso privilegiado, según decía en Colombia. Salvati, además, le dio 50 mil dólares a Liddle como capital inicial.

Según Rodrigo Vivas, el representante legal de RainTree en Colombia, Liddle usó la plata que Beinke y Salvati le dieron para poner a rodar el proyecto, sostener su estilo de vida y al tiempo, vender la imagen de que era un empresario serio y con respaldo. 

Que esos dos inversionistas hubieran puesto plata y tiempo en la promesa de negocio de Liddle se explica, en parte, porque antes hubo otras caras con prestigio que se acercaron al proyecto.

“En la mesa estaba incluso Emilio Seempris, uno de los dos coautores del capítulo de reforestación en el Acuerdo de París. Él entró antes que yo, y ya estaba frustrado para el momento en el que yo ingresé. Entonces lo conocí brevemente”, relató Salvati.

Seempris es un exministro de ambiente de Panamá y una de las autoridades reconocidas en todo el mundo dentro del mercado de bonos de carbono. Su nombre y su foto aparecen en un viejo brochure de RainTree que hace parte de los archivos que Liddle dejó en Colombia. En ese documento es presentado como vicepresidente de la empresa. 

Ahí también aparece como inversor Charles Johnson, un famoso exjugador de béisbol de Estados Unidos. Pero ninguna de las personas que se cruzaron con el canadiense en Colombia tuvo relación con la lista de famosos de Liddle. Tampoco hay rastros en documentos públicos de que hubieran pertenecido a RainTree alguna vez.

El modelo de estafa de Liddle se construye a través de una espiral de relaciones. Con el equipo que sumó en Colombia, Liddle también se movió para entrar a Haití. 

Varios documentos muestran que estuvo a punto de cerrar tratos con André Apaid, un controvertido empresario haitiano que el año pasado fue declarado “inadmisible” en Canadá por señalamientos de promoción y auspicio grupos armados ilegales en su país.

En una carta que está contramarcada como “confidencial” hay detalles de que la empresa de Liddle le ofreció a Apaid un negocio de reforestación en el que le prometía miles de millones de dólares en ganancias.

Extracto de una carta enviada por RainTree al empresario haitiano Andy Apaid.

Apaid fue el puente de Liddle para entablar conversaciones con el gobierno haitiano. En la práctica, ejerció el mismo rol que el de Frank Pearl en Colombia. Y uno muy similar al que cumplieron Frank Salvati en Canadá y Matt Beinke en Estados Unidos.

El chat fue recreado por La Silla Vacía para ilustrar la conversación.

Pese a que, según esas comunicaciones, el negocio iba en marcha, se cayó de un momento a otro. 

Perry, el empleado en Colombia al que Liddle le encargó el contacto con ese país, explicó que el cambio fue súbito: “Gerry solo dijo que Haití era un país pobre y que ya no le interesaba”. Apaid solo respondió sobre Liddle: “no puedo ser de ninguna ayuda, ya que de nuestro encuentro no surgieron transacciones financieras ni comerciales”.

En septiembre de 2022, los socios gringos de Liddle, Salvati y Beinke, decidieron dar un paso al costado y asumir como perdido el tiempo y la plata que invirtieron en RainTree. 

Pero Liddle jamás lo comunicó en Colombia. Aquí los empleados, relacionistas y demás vinculados siguieron pensando que los socios extranjeros seguían en firme y que Liddle los buscaría en su viaje de fin de año para pedirles más capital.

Los contactos de Liddle en Colombia, Estados Unidos y Canadá se debaten entre la idea de que Liddle es un estafador o solo un mal emprendedor. Pero, Liddle tiene antecedentes en Canadá que muestran que es más que un solo mal negociante, y que ha engañado a socios y hasta al gobierno de ese país. 

De Wawa para el mundo

El rasgo más extraordinario de Wawa, un pueblo de 2.700 personas en la provincia de Ontario, es una estatua de un ganso gigante de ocho metros. Ahí vivió la mayor parte de su vida Gerald Liddle, antes de su travesía al sur. 

Liddle tuvo éxito entre los años 80 y 90 con su primera empresa, llamada AquaNorth Farms. Sembró árboles en Wawa impulsado con plata del gobierno canadiense y la promesa de que ese negocio generaría empleo. 

Artículo publicado por The Sault Star en Canadá el 2 de septiembre de 1995.

Lo que era un negocio próspero en Canadá terminó en una orden judicial que lo obligó a declararse en bancarrota. Los detalles quedaron al descubierto porque Liddle no pagó impuestos ni seguridad social a sus empleados. Un patrón similar al de Colombia.

Hay registros de que Liddle emitió cheques y gastó plata mintiéndole a los bancos con la promesa de que su inversor principal le daría más dinero. Al tiempo, ese inversionista declaró que Liddle mintió sobre la promesa de esa nueva inversión y que, de hecho, no le permitió acceder a los libros contables, cortó comunicación cuando le pidió cuentas y hasta desapareció archivos. 

La carta de presentación de Liddle en Colombia, Estados Unidos, Haití, República Dominicana es el caso de éxito de AquaNorth. Pero como esa empresa terminó en líos legales, Liddle atribuyó la siembra de árboles en Canadá a otra empresa que creó mucho después, en 2005, y que llamó Global Forest Care. Es decir, maquilló su pasado.

Luego, Liddle fundó RainTree Corporation, la primera versión de la empresa con la que empezó a convencer incautos en el resto del continente. Fue presentada en Canadá como una “firma con enfoque internacional y sede en Wawa”, y el gobierno canadiense le dio financiación por 650 mil dólares.

Foto: Tomada de un boletín de prensa del Ministerio de Minas Canadiense publicado en 2008. De izquierda a derecha: Ministro de Minas y Desarrollo del Norte, Michael Gravelle, diputado de Algoma Manitoulin, Mike Brown, y Gerald Thomas Liddle.

El único rastro público de las actividades de Rain Tree Corporation por fuera de Canadá es en República Dominicana. En 2010 el Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales anunció la firma de un convenio con la empresa de Liddle y organizaciones locales con el propósito de reforestar y cotizar en mercados de bonos de carbono. Desde el Ministerio respondieron que no tienen reportes de ejecución de ese proyecto.

El pasado reciente de Liddle incluye hasta una estafa al remoto pueblo de Wawa. Su exesposa Tamara Liddle era concejal y él tenía un cargo en un órgano representativo. Entre los dos acusaron al alcalde y a varios funcionarios por corrupción, cuando empezaron a conocerse denuncias periodísticas locales de que los Liddle no pagaban impuestos.

El caso fue investigado y resultó que las acusaciones de los Liddle eran infundadas. Encima, se probó que evadían impuestos y presionaban a funcionarios del pueblo para que no les cobraran. 

Por todos los gastos que le ocasionaron al municipio con las denuncias infundadas, Wawa determinó que los Liddle debían pagar a las arcas públicas 280 mil dólares. En 2017, el municipio también le ordenó a Gerald Liddle “dejarse de presentar inmediatamente como representante del municipio”. 

Después de pasar de héroe a villano en su pueblo, Liddle reapareció en 2019 con la creación de RainTree Global Holding en Estados Unidos, y la registró en la Florida y Delaware, un paraíso fiscal.  

La huella de carbono de Gerry en Colombia

Desde que se fue a Estados Unidos a finales de 2022, Liddle siguió acumulando deudas en Colombia. Muchos empleados siguieron trabajando y la minera CNR estaba a la espera de que iniciara la ejecución del proyecto por el que había pagado 100 mil dólares.

El costo del penthouse siguió acumulando intereses. Según una carta de cobro de la inmobiliaria, para febrero de 2023 la cuenta sumaba 191 millones de pesos.

Después, Rodrigo Vivas, quien fue el único que firmó como responsable legal de RainTree Colombia, consultó los fondos de la cuenta bancaria. Solo tenía 200 mil pesos. El resto de la plata se había esfumado.

En junio de 2023 fue el último chat que Liddle tuvo con la gente que trabajó para RainTree Colombia. Pasó de su rol de empresario amable a tener un tono amenazante con ellos, quienes en el desespero empezaron a contactar a los supuestos inversionistas gringos. Liddle les escribió con la orden de no enviar mensajes a Estados Unidos.

El chat fue recreado por La Silla Vacía para ilustrar la conversación.

Para septiembre fueron desactivados todos los correos de la empresa y Liddle no volvió a contestar su chat de WhatsApp. 

Frank Pearl llamó a los empresarios que había contactado para advertirles que no dieran plata. “Les dije lo que estaba sucediendo. Les dije una cosa: si fuera mi plata yo no la giraría”, dijo.

El vicepresidente de sostenibilidad de CNR, Alejandro Echavarría, aseguró que la minera decidió liquidar el contrato con RainTree Colombia por incumplimiento.

Los abogados que contrataron para constituir la empresa tampoco recibieron pagos. Lo mismo pasó con un headhunter que fue contratado para buscar más talentos.

Aquí puede ver el detalle de la plata que Liddle le quedó debiendo a los empleados, contratistas y relacionistas de RainTree Colombia. A ese total se suman los 100 mil dólares que le entregó la minera CNR a Liddle. El cálculo de 2.200 millones de pesos fue hecho al cambio del momento en el que se generaron las obligaciones.

En septiembre de 2023 Rodrigo Vivas registró, ante la Cámara de Comercio de Bogotá, una carta de renuncia a la representación legal de RainTree Colombia en la que asegura que se da por “los malos tratos e incongruencias por parte de los socios”. Sin embargo, es el único que aparece registrado como socio porque Liddle no quiso figurar en papeles.

En enero de 2024, Liddle reapareció y le envió un audio en WhatsApp en el que prometía volver.

YouTube video

En ese audio, Liddle dejó pistas de que su modelo seguiría vivo en otros lugares. En vez de hablar de RainTree mencionó a ForestCare. Recientemente, Liddle creó un LinkedIn en el que se identificó como “Jefe de operaciones” de ForestCare Global con sede en West Palm Beach, en la Florida. Ese es el último lugar conocido en el que estuvo Liddle.

El pasado 9 de febrero, Vivas denunció a Gerald Thomas Liddle por estafa agravada en la Fiscalía. Es la única acción legal contra Liddle que se ha emprendido en Colombia.

Ninguna de las personas con las que habló La Silla Vacía en Canadá, Estados Unidos y Colombia dicen saber el paradero actual de Liddle. Liddle no contestó los mensajes ni las solicitudes de entrevista de La Silla Vacía. 

La reportera Brenda Stockton, editora del medio canadiense Wawa News, colaboró con La Silla Vacía en la reconstrucción del pasado de Gerald Thomas Liddle en Canadá.