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Tres consideraciones básicas para que las personas y las organizaciones tengan en cuenta durante las entregas de ayuda humanitaria ante la crisis de la pandemia.

Con la medida del gobierno nacional de prolongar durante dos semanas más el aislamiento preventivo, es inevitable que personas y organizaciones se movilicen para continuar con la entrega de ayudas humanitarias a las poblaciones más vulnerables. Sólo en Cartagena, entre el 31 de marzo y el 13 de abril, la Alcaldía Distrital reportó más de 25.000 ayudas entregadas. Al mismo tiempo, organizaciones civiles y empresas privadas reportaron otras 19.000 entregas, entre kits de alimentos, elementos de aseo, bonos de mercado y dinero, de acuerdo con información de Cartagena Cómo Vamos.

Lo que se evidencia es que varias comunidades están siendo sobreatendidas en ayudas, mientras que otras, que cuentan con mayores o las mismas necesidades, aún esperan apoyo. Esto, sin considerar los ingresos solidarios que desde la segunda semana de abril empezaran a ser consignados a diferentes familias. 

Mantener el aislamiento preventivo, o al menos su disminución progresiva, es tan necesario como continuar con la entrega de ayuda humanitaria, principalmente porque los mercados entregados alcanzan máximo para 10 días.

Al cierre de esta publicación, Cartagena contaba con 162 personas contagiadas y 11 personas fallecidas por el virus SARS-Cov-2. Esto se traduce en una tasa de mortalidad de 6,7 por ciento; superior al promedio nacional de 4.4 por ciento. Mantener el aislamiento preventivo, o al menos su disminución progresiva, es tan necesario como continuar con la entrega de ayuda humanitaria, principalmente porque los mercados entregados alcanzan máximo para 10 días.

Para lograr una verdadera solidaridad articulada entre todos, queremos compartir tres consideraciones básicas para que las organizaciones privadas, personas naturales y entidades públicas tengan en cuenta en futuras entregas de ayudas humanitarias. Estas consideraciones son el resultado de las reflexiones obtenidas en conversación con Pablo Abitbol, politólogo, doctor en economía y actual miembro del Espacio Regional de Construcción de Paz de los Montes de María. Con esto queremos aportar al debate para mejorar la estrategia de atención humanitaria que hoy se vive en todo el territorio colombiano.

Lo primero es comprender que la experiencia de esta crisis de aislamiento depende de la zona. Aunque en la ruralidad también se está viviendo con angustia e incertidumbre por la situación actual, estos miedos no son por salir de las casas y contraer el virus, como en las ciudades, sino por quedarse en casa y que el virus llegue en forma de visitas foráneas o ayudas humanitarias. 

En peor situación están las comunidades que ya vivían confinadas en sus casas antes de la pandemia por la presencia y enfrentamientos de grupos armados ilegales. El caso de las comunidades indígenas de Wounaan Nonam, en el Valle del Cauca es un ejemplo. En la región, además de los 591 casos confirmados por covid-19, hay múltiples asesinatos y amenazas; a esto se le suman los más de 11.000 casos confirmados de dengue, la falta de agua potable y la carencia de infraestructura hospitalaria. Para los Wounaan Nonam el hospital más cercano está a 4 horas en lancha.

Aunque en las zonas rurales sí se están tomando las medidas preventivas, el aislamiento actual agudiza la crisis que ya existía en muchos territorios desde antes del covid-19. Comprender estas dinámicas permite identificar cuáles son los problemas de fondo y por tanto, las soluciones adecuadas.

Es el momento de magnificar la solidaridad, compartir y replicar las buenas prácticas que diferentes emprendimientos realizan para enfrentar la pandemia

En Segundo lugar, hay que mantener la comunicación abierta y constante con las comunidades. A pesar de lo alejados e incomunicados que son algunos territorios, las medidas de protección dictadas por las organizaciones internacionales y el mismo gobierno, están llegando, se están difundiendo y, al mismo tiempo, aplicando. Aunque es válido que el Estado adopte cierta actitud paternalista, como lo mencionó Pablo Abitbol durante la conversación, es necesario que las mismas comunidades sean quienes dirijan las medidas de cuidado y prevención a partir de su propia autonomía.

La comunidad de Silverio en San Estanislao, Bolívar, ejemplifica esto. En el territorio viven 34 familias que fueron reubicadas desde la vereda Púa II hace dos años durante un proceso de restitución de tierras. Aunque autoridades de la alcaldía distrital reconocen la presencia de las familias, hasta el momento no han llegado las ayudas, salvo el apoyo de una organización civil que envió mercados a las familias según el número de integrantes, y no estandarizado como en la mayoría de los casos. Los mismos habitantes organizaron el transporte para recoger los mercados y distribuirlos en cada hogar.

La comunicación constante con las comunidades, así como otras entidades que desarrollen actividades en el territorio, además de evitar que se saturen las ayudas a determinadas zonas, disminuyen los riesgos de contagio.

Por último, hay que ver las oportunidades para reinventarse y pensar con creatividad e innovación.  Es el momento de magnificar la solidaridad, compartir y replicar las buenas prácticas que diferentes emprendimientos realizan para enfrentar la pandemia, afianzar las grandes ideas y potencializar su éxito.

El informe de Cartagena Cómo Vamos, y luego el tablero interactivo que publicaron, es una evidencia de la esta solidaridad articulada. Por un lado se reconocen más de 30 organizaciones que han entregado ayudas en Cartagena y sus zonas rurales, y por otro lado, se evidencian las zonas donde han llegado éstas ayudas. Esta información pública permite que cualquiera que desee contribuir con mercados o elementos de aseo, pueda atender la emergencia en comunidades desatendidas hasta ahora.

Entendiendo el contexto de los territorios, manteniendo la comunicación abierta con todos los actores y articulando los esfuerzos con creatividad, es estar más cerca de innovar, pero sobre todo, de superar esta situación de crisis que, aunque nos ataca a todos, no nos afecta de la misma manera. En este escenario, las organizaciones, los ciudadanos y sobre todo, los emprendedores sociales, tienen una oportunidad para lograr soluciones sostenibles para atender, no sólo la emergencia, sino también la desigualdad social que seguirá estando presente en nuestra realidad. 

Es cofundador y director de operaciones de Tierra Grata. Es diseñador, emprendedor social y gestor de proyectos.