Juan Manuel Santos es un presidente al que le gusta viajar y la forma cómo funciona por dentro el avión en el que lo hace -su Palacio en el aire- refleja muchos de los rasgos de su forma de gobernar.

Juan Manuel Santos es un presidente al que le gusta viajar y la forma cómo funciona por dentro el avión en el que lo hace -su Palacio en el aire- refleja muchos de los rasgos de su forma de gobernar.

El Boeing Business Jet que Colombia compró en 2005 por 39,4 millones de dólares, está dividido en tres partes.

Playa Alta, como coloquialmente llaman los funcionarios al sector donde se ubica el Presidente, tiene ocho puestos. Santos siempre se sienta en la ventana del ala izquierda. A su lado se sienta la Primera Dama. Si no va ella, el puesto permanece vacío.

La asignación de los otros seis puestos en principio se hace de acuerdo a un decreto de Presidencia que determina el orden protocolario de los funcionarios.  El Vicepresidente, que es el segundo en importancia, por razones de seguridad nacional nunca puede viajar en el mismo avión del Presidente.

Aunque cada ministro sabe según su rango más o menos en qué “sector” quedará sentado, su silla es un misterio hasta que se monta al avión y ve su nombre sobre el espaldar respectivo.

Es posible y -altamente probable si se trata de un viaje internacional- que el Presidente haya invitado a algún amigo o algún periodista importante (y también amigo) a acompañarlo, en cuyo caso lo sentarán en frente.

Ocasionalmente, el secretario privado de Santos, coordinado con Casa Militar, altera el orden de sentada, ya sea porque el Presidente así lo determina o porque a algún funcionario le urge hablar con Santos y logra que el secretario privado le haga el favor de convencer al Presidente. Como le dijo un funcionario a La Silla, “es el espacio físico donde podrían hablar con mayor tranquilidad”.

Pero aún en estos casos, cuando el ministro logra sentarse en frente de Santos, no tiene garantizado el acceso al Presidente.

“Uno está feliz de por fin poder hablar con él, porque lo tiene al lado, y de pronto, el Presidente se pone sus audífonos y se desconecta. Uno se queda viendo un chispero,” dijo a La Silla un funcionario que trabajó con él.

Otro contó que cuando estaba necesitado de definir los últimos asuntos de un proyecto importante y no había podido obtener una cita con él, se puso feliz cuando se dio cuenta que no había ningún ministro de mayor rango protocolario en el vuelo. Eso quería decir que le iba a tocar sentarse al frente del Presidente. 

“Pensé que era mi oportunidad y empecé a preparar la mejor manera de contarle lo que había pasado en el Congreso, las propuestas de lo que había que cambiar, todo. Nos montamos y antes de que yo pudiera alcanzar a hablar se puso unos audífonos y cerró los ojos. No sé si se durmió o no pero así pasó todo el vuelo.”

“Es un espacio muy privado del Presidente”, explica una persona cercana a Santos. “Es el único espacio en el que puede estar tranquilo. A él le gusta poder leer su libro, ver sus películas en el Ipad y escuchar su música”.

¿Qué música oye? Es un secreto de Estado. A varias fuentes cercanas a Santos les pareció que era una información muy privada.

Cuando el edecán del Presidente aparece en Playa Media, donde suele sentarse su “staff esencial” (el secretario privado, el de prensa, el jefe de Casa Militar, el de seguridad y el edecán) y los funcionarios que no cupieron adelante, todos cruzan los dedos para no ser el llamado por el Presidente a pasar a Playa Alta.

“Ese espaciecito es una tomada de lección. Más de uno se ha quedado sin saberse la tarea”, dijo una funcionaria.

Santos no regaña. Así como no se emociona con casi nada, casi nada lo altera. Su frialdad es la norma. Pero cuando un funcionario no ha hecho lo que él espera, el Presidente simplemente le dice, sin cambiar el tono: “No puede ser”.  

“Ahí uno sabe que realmente la embarró”, cuenta la misma fuente.

Si alguno de los que va en el avión quiere hablar urgentemente con el Presidente, le puede mandar un papelito con su edecán. Pero casi nunca sucede.

Tampoco es común que Santos utilice su cuartico privado para hablar con alguien. “Solo lo utiliza si es algo muy muy privado”, dijo una fuente a La Silla. “Es raro que meta a alguien ahí”.

En realidad, el único contacto para la mayoría con el Presidente es cuando él se sube al avión, unos 20 minutos después de que ya están sentados, y saluda personalmente a todos. Luego, ya no lo ven más.

Los periodistas que cubren Casa de Nariño y los escoltas viajan en la cola del avión, en Playa Baja. No tienen el menor chance de hablar con el Presidente durante el vuelo. Ocasionalmente, en viajes internacionales, la Canciller pasa y les explica la importancia de la gira.

Aunque los estratos en el avión son claros, la comida es igual para todos. Al presidente le gusta mucho la pasta, y ese es un plato que sirven a menudo las azafatas de Palacio.

Cuando el avión aterriza, sale primero el presidente. Luego, todos los demás.

Soy la directora, fundadora y dueña mayoritaria de La Silla Vacía. Estudié derecho en la Universidad de los Andes y realicé una maestría en periodismo en la Universidad de Columbia en Nueva York. Trabajé como periodista en The Wall Street Journal Americas, El Tiempo y Semana y lideré la creación...