El martes finalmente quedó armada la coalición oficial. Para sorpresa de muchos, partidos cuyos líderes hasta hace unos meses se referían a Gustavo Petro como una gran amenaza a la democracia colombiana se declararon parte de la bancada de gobierno. Lo hicieron después de que el presidente les ofreció la mermelada que tanto criticó en el pasado para armar una megacoalición que le facilite el cambio que prometió. 

Petro tiene a partir de ayer una coalición tan grande como la que tuvo Juan Manuel Santos durante su primer período (antes de que Álvaro Uribe y el Centro Democrático la abandonaran) e incluso mayor que la aplanadora santista que logró sacar adelante el Acuerdo de Paz a pesar de la derrota que sufrió en el plebiscito (Santos II tenía 70 senadores y 125 representantes). 

Con 75 de los 108 votos en el Senado y 140 de las 187 curules en la Cámara, Gustavo Petro logró poner de su lado a partidos tan disímiles ideológicamente como el Partido de la U y el Pacto Histórico; o con historias tan antagónicas como los Comunes de la ex Farc y el Partido Conservador que mayoritariamente apoyó el No y las objeciones de Iván Duque a la JEP.

Su única oposición en el Congreso serán los 13 senadores del Centro Democrático y el excandidato presidencial Rodolfo Hernández, que después de varios tumbos, se sumó a la minoría que no estará con Petro. Los 11 de Cambio Radical y los 4 del Mira se declararon independientes.

“Es una coalición muy heterogénea, distinta a la de Santos”, dice Mónica Pachón, politóloga experta en el Congreso. Explica que la de Santos era una coalición de partidos con intereses abiertamente regionales y de gestión de recursos, mientras que la de Petro combina esos partidos con “la parte más ideológica del Pacto Histórico —una muy soñadora, otra muy amateur— y el Partido Verde y la coalición Centro Esperanza, y las especiales con un mandato específico.”

“Íbamos a ser diferentes en la forma de hacer política y hay una promesa que está incumplida —dice Pachón— Es un incumplimiento del mandato en la forma, con el consentimiento de los del Pacto, porque creen que la única forma de hacer esto es a lo Lincoln (quien apeló al clientelismo puro para acabar la esclavitud).”

La naturaleza de la coalición

Petro no armó su megacoalición sobre la base de acuerdos programáticos como el que hizo el Partido Liberal con Santos para entrar a la Unidad Nacional en 2010 a condición de que impulsara la Ley de Víctimas. 

El Partido Conservador, cuyo candidato presidencial David Barguil envió en campaña “condolencias” a Gustavo Petro por la muerte del guerrillero ‘Romaña’ y dijo que si salía elegido sería “puro caos y destrucción”, entró a la bancada de gobierno (incluidos los dos congresistas de Barguil) a cambio de que Petro les diera el ministerio de Transporte, que ven como un fortín burocrático. 

El Partido de la U, cuya jefa, Dilian Francisca Toro, apoyó a Rodolfo Hernández en segunda vuelta, tampoco entró a la bancada oficial a cambio de un acuerdo con Petro sobre la política tecnológica. Les bastó con que les nombraran una minTic de “ellos”.  

Ni siquiera César Gaviria intentó negociar nada diferente a puestos en el gobierno para los rojos. 

En otras palabras, el gobierno consiguió esta amplia mayoría en el Congreso a punta de la mermelada a la que Petro se refería así en el pasado, cuando era un senador de oposición: 

La.mermelada

Así se expandió la corrupción

Va a permitir que entreguen a Colombia a las asociaciones políticas para delinquir?

O le entregamos los recursos públicos a los jóvenes para estudiar en la Universidad

A los viejos para su pensión

O al crédito para producir? https://t.co/bEU17wtHln

— Gustavo Petro (@petrogustavo) June 8, 2018

“Lo que está detrás de esta coalición no es una visión de país”, dice el exministro santista Mauricio Cárdenas. “Eso quiere decir que todo lo que venga de aquí en adelante va a ser una transacción. Es el sistema político de siempre en Colombia”.

La pregunta del millón es si esta coalición transaccional —con mínima oposición— permitirá que Petro pueda sacar sus reformas más radicales; o si, por el contrario, el que tenga que negociar con partidos tan disímiles como el Conservador y la U moderará sus propuestas.

Las apuestas están divididas.

¿Aplanadora o freno?

Álvaro Jiménez, director de la Campaña colombiana contra las minas y observador político cercano al petrismo, cree que tener una coalición grande le hará más fácil a Petro sacar las reformas pero cree que a la vez “lo modera porque extrañamente los contrapesos funcionarán porque para todos la opinión y los resultados importan”.

Jiménez cree que si los congresistas violentan mucho en la coalición su propia historia serán golpeados por sus electores en el 2023 y que si Petro no ofrece resultados puede perder rápidamente el apoyo popular como le sucedió a Claudia López en Bogotá. Por eso, cree que “se enriquecerá el debate, no habrá pupitrazo pero sí acuerdos.  Habrá cambios atendiendo intereses, sin sacrificar la esencia”.

Pachón y Cárdenas, en cambio, creen que Petro va a poder pasar su agenda, aunque a un costo burocrático y presupuestal alto dado el poder de chantaje que tendrán partidos grandes como el Liberal y el Conservador dado que su salida de la coalición le desbarataría las mayorías a Petro.

“La esencia de este gobierno es transformar el modelo económico. Por eso se vuelve más incierto dónde termina todo esto. Una transacción politiquera puede afectar cómo funciona la economía”, dice el exministro, que tuvo que negociar varias reformas en el Congreso.

Es posible, como dijo otra fuente, que Petro defina unos “territorios negociables” como ya se vislumbra por los nombramientos: transporte, tecnología y comunicaciones, justicia y vivienda, entre otros, donde la negociación burocrática y de contratos garantizará las mayorías que necesita para sacar adelante los proyectos de los “territorios revolucionarios” que tienen que ver con salud, pensiones, seguridad, Paz Total y transición energética.  

En otras áreas, que afectan directamente a los congresistas o a sus círculos de influencia más inmediatos como las reformas tributaria o laboral seguramente habrá un debate intenso al interior de la coalición que moderará los proyectos.

Lo que es claro es que Petro no dejará que los políticos tradicionales que combatió durante tantos años le frenen el cambio que quiere hacer. Y, también, que está dispuesto a darles la mermelada que sea necesaria para conseguirlo.

Soy la directora, fundadora y dueña mayoritaria de La Silla Vacía. Estudié derecho en la Universidad de los Andes y realicé una maestría en periodismo en la Universidad de Columbia en Nueva York. Trabajé como periodista en The Wall Street Journal Americas, El Tiempo y Semana y lideré la creación...