Una investigación reciente de la prestigiosa revista estadounidense The New Yorker revela una megaoperación de desinformación de la familia real de Abu Dabi, de Emiratos Árabes Unidos, a personas que escogieron como “blancos” suyos en Europa.

La familia del Mohammed bin Zayed, el jeque que gobierna esa monarquía petrolera, es la dueña del International Holding Co. (IHC), socia de Jaime y Gabriel Gilinski en su apuesta por controlar accionariamente la empresa Nutresa. El artículo, “Los sucios secretos de una campaña de descrédito”, le atribuye una campaña de descrédito que arruinó varias vidas al grupo que también ha mostrado un interés grande en invertir en Colombia. 

En 2021 Mohamed bin Zayed se reunió con el entonces presidente Iván Duque “para convertir a Colombia en el principal socio comercial de Emiratos Árabes Unidos en América”. Ese interés se reiteró en este gobierno con la reciente visita de su hermano, el jeque Tahnoon y presidente del IHC, a Casa de Nariño con delegados del presidente Gustavo Petro.

La investigación del New Yorker

La investigación, publicada en la edición de hace dos semanas, fue realizada por  David D. Kirkpatrick, periodista del New York Times en Londres, corresponsal en Oriente Medio entre 2011 y 2015, y ganador de tres premios Pulitzer. 

Cuenta la historia del empresario Hazim Nada, un estadounidense de 34 años que vivía en Como, Italia, y era el dueño de una empresa de comercio de materias primas llamada Lord Energy. La empresa compraba y vendía petróleo crudo, cemento y maíz en canales poco convencionales, como de Libia a Corea, y de Gabón a Italia.

Nada era un hombre muy exitoso, con ingresos anuales cercanos a los dos mil millones de dólares, según cuenta Kirkpatrick en su historia. Hasta que en 2017 comenzaron a aparecer publicaciones negativas sobre su empresa. Algunas insinuaban, y otras afirmaban abiertamente, que era una fachada de la Hermandad Musulmana, una organización islámica transnacional de corriente chiita.

El papá de Nada había pertenecido a la Hermandad Musulmana, que después de los atentados a las torres gemelas en Nueva York en 2001 fue catalogado por varios gobiernos, incluido el de Estados Unidos, como una organización terrorista. Sin embargo, Youssef Nada, el papá del joven empresario, había logrado limpiar su nombre y tanto un tribunal europeo como el Departamento de Estado de Estados Unidos lo habían exonerado de cualquier acusación.

Unos meses después de la primera historia negativa, publicada en African Intelligence, apareció otro artículo en el periódico suizo Le Temps, en la revista francesa Le Point, y en otras plataformas, como Medium, que no tienen una supervisión editorial. En Medium, por ejemplo, apareció un artículo titulado: “Lord Energy: la misteriosa compañía que vincula a Al Qaeda y a la Hermandad Musulmana”. También, de repente, en una entrada de Wikipedia de la compañía de Nada alguien incluyó párrafos sobre los presuntos vínculos de la empresa con el terrorismo.

“Seis meses después del primer artículo de Africa Intelligence, World-Check, una base de datos en la que los bancos confían para investigar a los clientes, incluyó tanto a Hazim como a Lord Energy en la categoría de riesgo ‘Terrorismo’. Cinco instituciones financieras se alejaron de las negociaciones con Nada. UBS canceló su cuenta corriente personal y también la de su madre”, dice el periodista.

Aunque nueve días después, World-Check lo eliminó la lista reconociendo el error, el daño ya estaba hecho. En abril, Lord Energy cesó sus operaciones, despidió a sus empleados y se declaró en bancarrota.

Nada descubre quién está detrás

En 2021, cuando ya su vida estaba hecha pedazos, Nada recibió un correo de unos hackers que se habían metido a la cuenta de Alps Services, una empresa suiza que ofrece servicios de inteligencia privada. A cambio de una millonaria extorsión, los hackers le ofrecían ver los archivos que esta agencia había recopilado sobre él.

Nada denunció la extorsión ante las autoridades. Aunque no la pagó, pudo ver correos electrónicos internos de Alps Services que ordenaban a sus contactos que escribieran los artículos en línea llamándolo extremista. Y supo así que el cliente de esta operación fue el jeque Mohammed bin Zayed, el gobernante de Emiratos Árabes Unidos, y cabeza de la familia real de Abu Dabi, una de siete monarquías que componen la federación de emiratos. Mohammed es el hermano de Tahnoon bin Zayed, presidente de la empresa socia de la familia Gilinki en Nugil, la sociedad que es hoy dueña del 31 por ciento de las acciones de Nutresa en Colombia.

“Los Emiratos Árabes Unidos habían contratado a Brero (el dueño de Alps) como parte de una disputa de larga data con su vecino Qatar”, escribe Kirkpatrick en el artículo del New Yorker, que antes de ser publicado fue verificado por el famoso equipo de fact-checkers de la revista.

Según explica el periodista, Emiratos Árabes estaba en ese momento trenzado en una un pulso a muerte con la monarquía de Qatar para reforzar su influencia en Occidente. Y una de las estrategias fue atacar la decisión de Qatar de albergar a los Hermanos Musulmanes que estaban exiliados en Doha.

En esa cruzada contra la Hermandad, Alps Services les ofreció su “capacidad para mejorar o degradar la reputación en Internet”. La campaña de descrédito contra Dada fue la prueba que les dió de su efectividad.

“Los emiratíes no necesitaban ser convencidos del valor de la guerra en línea”, dice el periodista. Y cuenta sobre cómo piratas informáticos al servicio de la familia real habían hackeado el servicio estatal de noticias qatarí “para describir ‘tensiones’ con Donald Trump, instando a la conciliación con Irán, elogiando a Hamas y dando fe de las cálidas relaciones con Israel. Los comentarios inverosímiles parecían calculados para alienar tanto a Washington como a la orilla árabe”.

Aunque Qatar negó que el emir hubiera hecho tales declaraciones, los Emiratos Árabes Unidos exhortaron a varios países de la región para cortar los lazos comerciales y diplomáticos con Qatar, que respondió con una guerra sucia parecida.

En medio de esta tensión, la familia real de Abu Dabi contrató a Alps Services vía una empresa llamada Ariaf Studies and Research. “Pero los archivos de Alps dejaron en claro que las facturas fueron para M.B.Z.”, dice Kirkpatrick, en referencia a Mohammed bin Zayed.

Para 2018, según el artículo, Emiratos Árabes Unidos estaba pagando a Alps “doscientos mil euros al mes para localizar y atacar objetivos en toda Europa, con tarifas adicionales para proyectos paralelos únicos.”

The New Yorker también encontró evidencia de que la familia real le había pagado a Alps por hacerle seguimiento, en París, a un consultor de relaciones públicas de Qatar. Y también para llevar a cabo represalias contra Kamel Jendoubi, el presidente del panel de expertos en derechos humanos de la ONU, que en 2018 concluyó que este país pudo haber cometido crímenes de guerra en su intervención militar en Yemen. Por 150 mil euros acabaron su reputación con tácticas similares a las aplicadas a Nada. Lo mismo hicieron contra la ONG Islamic Relief.

Kirkpatrick entrevista para su historia a expertos en el creciente uso de agencias de inteligencia privadas por parte de gobernantes autoritarios en lo que denominan el comienzo de “una era dorada de subversión”. Una en la que gobiernos autoritarios, como el de Emiratos Árabes Unidos que quiere entrar por la puerta grande a Colombia, “pueden contratar una operación de espionaje o desinformación a la carta”.