Andrés Santiago Arroyave, activista y académico ambiental
Andrés Santiago Arroyave, activista y académico ambiental

Colombia ya casi cumple un año bajo las altas temperaturas derivadas del fenómeno de El Niño, algo que sin duda se ha intensificado por la temporada seca que se suele presentar en esta época del año. 

Estos calores han generado múltiples desastres a causa del agotamiento del agua y el histórico número de incendios que se han generado –en su mayoría por la acción humana. Lo que ha representado incalculables pérdidas para la agricultura, fauna, reservas naturales e industria nacional.

En este periodo, ya son casi 30 las ciudades del país que han registrado máximos históricos de temperatura; los problemas de disponibilidad de agua para el consumo y la generación de energía también están rompiendo récords. Algo que sin duda hace que valga la pena detenerse y analizar este último punto.

Resulta que Colombia es el país latinoamericano que mayor consumo de agua registra. Esto no solo debido a la alta demanda ciudadana e industrial, sino también a que cerca del 70% de la generación de energía nacional se basa en el recurso hídrico. 

En Bogotá y algunas zonas de la costa, desde hace varios días se vienen presentando razonamientos de agua debido al bajo nivel de los embalses. Situación que se está repitiendo en gran parte de las represas y embalses que sirven de fuente para la operación de las principales hidroeléctricas y pequeñas centrales hidroeléctricas (PCH).

Así pues, todos los días en los medios se informa de la gravedad de la situación, los altos riesgos de entrar en racionamiento de agua y energía a nivel nacional, y toda la información redunda en asociar esta disminución del agua disponible a una consecuencia del periodo seco y al fenómeno de El Niño. 

Omitiendo algunos otros factores igual de responsables en esta problemática y que son consecuencia directa de la acción humana, por ejemplo:

  • La deforestación masiva, especialmente en retiros de quebradas y ríos. 
  • La destrucción de miles de hectáreas de páramos, nacimientos de agua y el desvío de cauces para actividades agropecuarias y mineras. 
  • El aumento de la evaporización del agua como consecuencia de las islas de calor y el calentamiento global. 
  • El consumo excesivo del agua, su contaminación y poca reutilización.
  • La disminución de las precipitaciones en las zonas urbanas.

Estas son algunas de las razones de peso que han ayudado a intensificar las consecuencias del fenómeno de El Niño y que tienen no solo al país, sino a toda la región (Venezuela, Ecuador y Panamá), en una situación de emergencia.

Por esta razón, es urgente que los gobiernos comiencen a ejecutar con mayor efectividad los recursos de Ley 99 para la adquisición y protección de terrenos donde se ubican las cuencas abastecedoras, fortalezcan los departamentos de gestión de riesgos y desastres, así como la sanción y las penas contra los destructores de estos ecosistemas estratégicos, creen y promuevan más acciones de educación y movilización ambiental. 

Mientras, para los ciudadanos es apremiante que comiencen a comprometerse con la disminución, racionalización y reutilización del recurso hídrico, con la protección de los ecosistemas estratégicos donde nace el agua como los páramos y las cuencas abastecedoras y la no contaminación de estos.

Al final se debe interiorizar y aceptar que el agua es vital para la supervivencia de miles de especies, incluyendo la humanidad, pero es un recurso finito y por eso se debe cuidar y preservar. No es un asunto que solo le competa a los gobiernos. Todos somos parte del problema y todos somos parte de la solución. 

Politólogo y magíster en Medio Ambiente y Desarrollo de la Universidad Nacional de Colombia, máster en Gobierno y Gestión Pública en América Latina de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, España. Académico y activista ambiental.