Laura Tami, secretaria de la Mujer; Roberto Angulo, secretario de Integración Social; alcalde Carlos Fernando Galán. Foto: Twitter Secretaría de Integración Social.
Laura Tami, secretaria de la Mujer; Roberto Angulo, secretario de Integración Social; alcalde Carlos Fernando Galán. Foto: Twitter Secretaría de Integración Social.

“En Bogotá nadie debe acostarse con hambre, fue un compromiso de campaña y será un objetivo de nuestra administración”, trinó el alcalde Carlos Fernando Galán cuando nombró como secretario de Integración Social al economista Roberto Angulo, en diciembre de 2023. La apuesta de su campaña fue promocionar el lanzamiento de una segunda generación del programa Bogotá Sin Hambre, insignia del exalcalde Luis Eduardo Garzón. El programa se convirtió en la principal promesa de política social de Galán y en uno de los tres pilares de su campaña a la Alcaldía, junto a la seguridad y la movilidad. 

En la capital hay más de 1 millón de personas que se encuentran en inseguridad alimentaria, según las cifras del Programa de Alimentos de la ONU.  Es decir, el 13% de la población de la ciudad no tiene acceso o no puede comprar la comida que necesita.

Para enfrentarlo, la Alcaldía se ha concentrado en mantener los servicios que ya existen, como los comedores comunitarios. Pero empieza una reestructuración del sistema, incluyendo las transferencias para mitigar la inseguridad alimentaria, que hace el Distrito desde la alcaldía anterior de Claudia López. Aunque el programa de Galán revive el nombre que marcó la primera alcaldía de izquierda que tuvo Bogotá, está concebido desde la mirada tecnocrática y centrista que se rechaza desde el gobierno nacional.  

Esa reestructuración ha sido la principal tarea durante estos 100 días, lo que ha hecho que el tema, si bien fue central en la campaña de Galán, haya quedado eclipsado por otros de coyuntura como el metro y la seguridad de la capital. Una vez empiece a funcionar, será un programa que mostrará si desde el centro que representa Galán se puede hacer una política social efectiva.  

Bogotá Sin Hambre 2.0

Bogotá Sin Hambre fue la marca de la irrupción de la izquierda en Bogotá. Mientras que Álvaro Uribe gobernaba con la Seguridad Democrática. “Lucho” Garzón, de origen sindicalista, gobernó en la capital entre 2004 y 2007. La idea fue lanzar una política de seguridad alimentaria que reuniera esfuerzos del sector privado, la iglesia católica y la red de tenderos, representados por la Federación de Comerciantes (Fenalco).

“La lucha contra el hambre no es una solución simplemente desde el Estado, por eso, la actitud de un gobernante debe ser la del convocante”, le dijo Garzón a La Silla.

Estos esfuerzos resultaron en la creación de comedores comunitarios y cafeterías escolares, en los que los más vulnerables podían acceder a las comidas que no tenían aseguradas en sus hogares. También lograron el fortalecimiento del abastecimiento de alimentos, en alianza con Boyacá, y la red de tenderos de la capital. 

Al final de la administración, Bogotá tenía 300 comedores comunitarios, 50 escolares y mejoras en los indicadores de desnutrición en la ciudad. En niños menores de 12 años, se redujo 2,6 puntos la desnutrición crónica y la aguda —el indicador más grave— pasó de 6 a 5 puntos porcentuales para el final del 2006. Otro logro del programa fue la agremiación de más de 17 mil tenderos en 77 redes para la compra directa de alimentos. 

Pero la infraestructura que dejó Garzón se ha debilitado. De esos 300 comedores solo quedan 115. “Hay un déficit en la infraestructura para enfrentar un fenómeno que es la verdadera medida del progreso de un país, cuánta gente padece de hambre”, dice Andrés Bodensiek, magíster en economía agrícola y experto de la Red Rural.

A pesar de esa debilidad, la desnutrición está cada vez mejor controlada. Desde el final de la alcaldía de Garzón, los indicadores para la prevalencia de la desnutrición crónica en niños menores de 5 años han bajado sostenidamente. Entre las alcaldías de Samuel Moreno y Petro, las que le siguieron a Garzón, la cifra bajó del 17,1 al 13,7 por ciento, al final del 2014. Según cifras de Bogotá Cómo Vamos, la desnutrición en menores de 5 años ha tenido una reducción sostenida desde 2020, cuando tuvo una subida por la pandemia. En ese año, terminó en 15,5% y cerró el 2022 en 13,8%.  

El mismo Garzón reconoce que hubo fallas en su programa. “Mi error fue lanzarlo exclusivamente como un programa de la Secretaría de Integración Social, porque se vuelve una solución de coyuntura”, admite hoy el exalcalde. Explica que entregarlo a una sola entidad hizo que no se convirtiera en una política transversal de la Alcaldía. 

Si bien la propuesta de campaña era hacer una segunda generación del programa, el exalcalde dice que ha hablado con Galán y su secretario Angulo en contadas ocasiones y no ha tenido una participación importante en la formulación de la política. 

Angulo, un economista de la Universidad Javeriana que trabajó en el Departamento de Prosperidad Social (DPS) durante la administración de Juan Manuel Santos y en el Departamento Nacional de Planeación en el gobierno de Iván Duque. Luego, con Claudia López, diseñó el programa de transferencias que fue pionero dentro de las ciudades para la pandemia. 

En la Alcaldía, la idea es seguir con las transferencias monetarias y los bonos alimentarios, al tiempo que se amplían los cupos en los comedores comunitarios. De esta primera parte está encargada la Secretaría de Integración Social, en cabeza de Angulo. También proponen facilitar el abastecimiento de alimentos a la ciudad, en la que juega un rol la Secretaría de Desarrollo Económico, liderada por María del Pilar López, una economista que viene de dar clases en la Universidad de Los Andes. También participan las carteras de Salud y Educación, para que se convierta en una política más amplia.

La reestructuración de los subsidios 

El programa Bogotá Sin Hambre quedará consagrado en el Plan de Desarrollo, que debe llegar al Concejo en mayo para su aprobación. Como indicadores de éxito están 35 mil espacios nuevos para comercializar alimentos, fortalecer el abastecimiento de la ciudad, y llegar a 46 mil cupos en comedores comunitarios. En indicadores de seguridad alimentaria, la meta es pasar el riesgo de desnutrición aguda en menores de 5 años de la línea base del 12,7 al 12 al final del cuatrienio.

Por fuera del excel, las metas del programa han sido poco publicitadas. “Hemos discutido cuál debe ser la estrategia ahora”, le dijo a La Silla el secretario Angulo. Durante estos tres meses de gobierno, definieron cuatro fases para la implementación del programa. 

La primera, que se lanza hoy, es el rediseño de los bonos para personas con discapacidad y para adultos mayores. La segunda fase está relacionada con el bono de seguridad alimentaria y la nueva estrategia para los comedores comunitarios. Una tercera se concentra en las transferencias monetarias de ingreso mínimo garantizado. Y la última fase tiene un enfoque diferencial, que incluye canastas de alimentos específicas para población indígena o afro.

La idea es compatibilizar los distintos canales de intervenciones, pues, como cuenta Angulo, cada uno de los subsidios estaba funcionando como república independiente y sin una coordinación. “Esta estrategia nos permitirá una mayor eficiencia”, explica el secretario. 

Después de esa reestructuración, la Alcaldía plantea repensar los comedores comunitarios, en los que el año pasado se sentaron más de 45 mil bogotanos. Hoy funcionan 115 comedores. Al final del cuatrienio, quieren dejar andando 155, pero exclusivamente para aquella población que no pueda prepararse o acceder a su propia comida, como adultos muy mayores o quienes viven en un establecimiento sin cocina. 

“La idea es repensar ese modelo de comedores, para que estén focalizados en zonas que no son cubiertas por el resto de la plataforma”, explica Angulo. 

El Distrito quiere que las transferencias monetarias vayan más allá de los gastos de la alimentación, para promover la entrada de esa población en nuevas inversiones. Es decir, que con la plata de la Alcaldía, los hogares sigan la búsqueda de otros ingresos laborales y se aumente el total que tienen. 

“Se puede optar por acciones asistencialistas, pero el programa no recae únicamente en esas. Existen otros segmentos poblacionales que no están en tal nivel de vulnerabilidad y lo que necesitan es la posibilidad de acceder a un mercado con precios más justos”, le dijo a La Silla Carolina Chica, directora de economía rural y abastecimiento alimentario de la Alcaldía.

Repensar las intervenciones como comedores implica un cambio de aproximación al problema del hambre. “Las transferencias solucionan el acceso económico, pero la entrega en especie resuelve el acceso físico, que es igual de importante”, explica Felipe Roa-Clavijo, profesor de la Escuela de Gobierno de los Andes.

Mientras se organiza, el tema queda eclipsado

Desde julio que arrancó la campaña, Galán empezó a hablar del programa. “Una Bogotá que siga avanzando en la lucha contra la pobreza, una ciudad que no acepta que ningún habitante sienta hambre”, dijo durante los primeros minutos de su discurso de posesión. 

La ejecución de este compromiso ha sido menos glamurosa que la propuesta. Si bien el programa llegó al plan de desarrollo, ha quedado eclipsado por otras preocupaciones como el metro o la seguridad. 

“A mí no me gusta lanzar cosas vacías, no me gusta vender humo, para que esto sea nuevo tenemos que reorganizarlo, estamos rediseñando las reglas de juego de los subsidios”, explica el secretario Angulo. Dice que el lanzamiento sería en junio de este año.

Para Natalia Galvis, consultora en política social e investigadora de la Universidad de Manchester, en Inglaterra, “la pobreza es la Cenicienta”. “Es un gran discurso de campaña, pero se lleva muy poco protagonismo durante la implementación. Esas promesas se van diluyendo en temas más coyunturales”, explica la consultora, quien hace parte del equipo de expertos que evalará el impacto del programa. 

Hay dos temas centrales en la ejecución de Bogotá Sin Hambre 2.0. Por un lado, la alcaldía Galán arranca con el empujón de la de López, que consolidó las transferencias económicas y la Región Metropolitana, la asociación entre la capital y los municipios aledaños. 

Por eso, empiezan con la infraestructura para pasar la plata de bonos alimentarios y una relación más cercana entre la ciudad y la región agrícola que hace más accesibles los alimentos para la despensa bogotana. 

El segundo elemento es la relación entre el Distrito y la Nación, que empezó siendo cordial, pero se ha distanciado por temas como el trazado del metro y el sistema de salud de la capital.

Como Galán, Petro llegó a la Presidencia ondeando la bandera de la lucha contra el hambre. La propuesta aterrizó en el Plan Nacional de Desarrollo como “Hambre Cero”. 

Pero su ejecución no logró impedir que el 2022 fuera el año con más muertes asociadas a la desnutrición desde 2020. En cifras de la Defensoría fueron 308 muertes de niños menores de 5 años. Según el Instituto Nacional de Salud, los casos de desnutrición severa y moderada en este mismo grupo etario han aumentado de 967 en 2021, a 1.472 casos en 2022 y 1.358 en 2023. 

El enfoque del gobierno nacional para cumplir con su promesa de Hambre Cero se ha concentrado en una estrategia de subsidios dentro del programa de Renta Ciudadana, a cargo del DPS, y las ollas comunitarias, que organiza la Unidad para la Gestión del Riesgo de Desastres y han tenido ruidos por irregularidades en la contratación. 

Una de las cabezas notables del tema es, desde el 5 de marzo, el exsenador Gustavo Bolívar, quien llegó al cargo después de quedar tercero en las elecciones contra Galán. Es un exsenador y libretista de telenovelas sin experiencia en el gobierno, con un perfil que no puede ser más distinto que el del secretario Angulo. Su nombre hace parte de los funcionarios activistas del gobierno nacional que llegaron a ocupar cargos antes reservados para la tecnocracia colombiana. 

Pese al tono cordial, el alcalde ha tenido varios roces en Twitter con Bolívar porque este le ha reclamado nombramientos y decisiones sobre el metro. Aunque Galán empezó ignorando esos mensajes, en la última semana los respondió públicamente. “Le propongo, mejor, que nos sentemos, yo como alcalde y usted como director de Prosperidad Social, a trabajar juntos en temas de integración social y pobreza en Bogotá”, se lee en una de esas respuestas. 

Más allá de los trinos y el poco eco que ha tenido la seguridad alimentaria en los anuncios de la Alcaldía, el avance de Bogotá Sin Hambre 2.0 comenzó desde los cuadros de excel que organizan subsidios. Con esa redefinición de la hoja de ruta, lo que viene de su ejecución demostrará si el tema se vuelve tan central como lo fue en campaña y si Galán tiene más éxito que Petro en llenar estómagos vacíos.

Cubro al gobierno de Carlos Fernando Galán en Bogotá. Empecé como periodista del En Vivo y escribiendo sobre política exterior, la relación con Venezuela y migración. Soy politóloga e historiadora de la Universidad de los Andes. Escríbame a mrestrepo@lasillavacia.com