Así gobernó Petro Bogotá

Esta campaña tiene la particularidad que los cuatro candidatos más opcionados ya gobernaron en el pasado. Gustavo Petro, Sergio Fajardo, Federico Gutiérrez y Rodolfo Hernández fueron alcaldes durante cuatro años, un tiempo suficiente para demostrar su talante como gobernantes, su estilo de gerencia, sus debilidades y fortalezas. En esta serie, La Silla Vacía los compara con base en la extensa reportería que hizo para el libro de perfiles “Los Presidenciables”, que acaba de salir en venta en librerías.

Así fue Gustavo Petro como Alcalde:

Período: 2012-2015

Contexto: llegó a la alcaldía después de haber liderado las denuncias de corrupción contra su antecesor y compañero de partido, Samuel Moreno Rojas; y después de haber tenido una destacada trayectoria como congresista de oposición durante 20 años, durante los cuales denunció —entre otros escándalos— la parapolítica que llevó a la cárcel a 24 senadores y representantes a la Cámara.

Ganó la alcaldía con 600.934 votos (el 30 por ciento del total), después de que el voto más proestablecimiento se dividió entre Gina Parody, Carlos Fernando Galán y Enrique Peñalosa.

Con quién gobernó: con académicos de izquierda que venían de universidades públicas, con excompañeros suyos del M-19 y con algunos líderes políticos de izquierda como Antonio Navarro Wolf (que estuvo en el M-19) y Guillermo Alfonso Jaramillo, del Tolima. Fue un equipo muy inestable. Al final, se contaron alrededor de sesenta cambios en puestos directivos.

Bandera central: una apuesta por un Estado grande y central en la vida de los ciudadanos; el cambio climático y la defensa del agua; y subsidios y programas sociales para los más vulnerables.

Talante: Petro demostró ser un gobernante audaz, con una visión propia para la ciudad y con capacidad de introducir nuevos temas en la agenda. Varios de sus exfuncionarios dicen que nunca lo vieron descontrolarse, gritar ni decir una mala palabra, ni siquiera en los momentos más difíciles de su alcaldía. Pero que, a la vez, es tímido, distante y desagradecido, lo que dificulta trabajar con él.

“Él no es grato, nunca te agradece, asume que estás trabajando, que te toca hacer lo que te toque. Él decía: ‘Cada persona es dueña de su miedo’”, recuerda la exfuncionaria que lo conoció de cerca.

Y quizás eso era lo más difícil para sus subalternos, lo del miedo, porque, en palabras de otra persona cercana, a Petro “no le asusta el martirio, eso le da una fuerza muy grande, una ventaja sobre los demás, es incapaz de sentir miedo”.

Como no le teme a nada, empujaba a sus secretarios hasta el límite, y por eso muchos renunciaron; no estaban dispuestos a sacrificar su vida privada ni a quedar empapelados de por vida por tentar los límites de lo que parecía imposible legal o políticamente en ese momento. Petro, en cambio, desafió a todas las ías, que lo multaron y le embargaron sus cuentas durante años, hasta que agotó las instancias judiciales y al final salió adelante.

Pero quizás el rasgo de su carácter que dificultaba más la relación con él, es su desconfianza extrema e inclinación a alentar en palabras de un ex funcionario de él, “el detectivismo, mucha gente sectaria en el petrismo, que no tiene argumentos, solo odios, que alienta ese resentimiento”.  

Cómo gerencia: Petro fue más polemista que gerente, y cuando encontraba un interlocutor con argumentos y capacidad dialéctica se adentraba en discusiones profundas. Varios de los que trabajaron con él dicen que aunque escuchaba, al final tomaba sus decisiones solo o con la influencia de un grupo muy estrecho.

Varios funcionarios de su alcaldía estaban en desacuerdo, por ejemplo, con el cambio del modelo de basuras, que no era prioritario y abría demasiados flancos de confrontación. Pero él insistió. Porque si hay algo que todos resaltan es que Petro se siente un genio (algunos creen que lo es). “Él piensa que lo único importante es su sapiencia, que todo lo demás es irrelevante”, dice uno de ellos.

Petro era muy trabajador. Llegaba alrededor de las 10 de la mañana y trabajaba hasta las 2 de la madrugada. Y tuvo una agenda muy ambiciosa de transformaciones.

En todo caso, sus grandes ideas con frecuencia se chocaron contra la verdadera capacidad gerencial del Alcalde y de su equipo, que tenía un mayor peso académico que experiencia ejecutiva, lo que hizo que tuviera más logros en aquellos sectores que dependían más del presupuesto y tamaño de la nómina estatal que de la coordinación entre agencias, ramas del poder y otros actores como la empresa privada para sacar adelante megaproyectos.

Su relación con otros poderes: durante su alcaldía, Petro no logró armar consensos con las otras ramas del poder, ni con los vecinos de la ciudad, ni con el sector privado. Tampoco con la población en general, pues su popularidad nunca superó el 36 por ciento que lo eligió.

Uno de los primeros indicios de lo que sería su gobierno en Bogotá surgió muy temprano, en febrero de 2012, con la construcción de la Avenida Longitudinal de Occidente (ALO). La vía fue aprobada mediante un acuerdo del Concejo, pero Petro, a quien nunca le gustó el proyecto bajo el argumento de que afectaba unos humedales, se opuso sin presentar a la corporación un cambio a lo acordado. Es decir, se opuso en los medios. Y declaró: “No vamos a hacer esta vía. Primero, túmbennos: usen la Fiscalía, la Contraloría, la Personería, y túmbennos. Y, después, sí pueden hacer la ALO”.

La pelea con el Concejo, donde tenía mayorías en contra, duró hasta el final de su período y fue apenas una de tantas: mantuvo unas relaciones agridulces con el Gobierno nacional (que, por ejemplo, le firmó un cheque simbólico para el metro que nunca se hizo efectivo) y con los órganos de control, al cuestionar varias de sus decisiones. Esta vez, fue la piedra en el zapato del entonces gobernador de Cundinamarca, Álvaro Cruz, desde que anunció que no les vendería más agua en bloque a ocho municipios de la Sabana, tal como venía haciéndolo el Distrito desde hacía cuarenta años; una decisión que más adelante echó para atrás.

También peleó con los empresarios de los toros por prohibir las corridas en la plaza de La Santamaría, en un intento por hacer de ese espacio un escenario “de arte y no de muerte”, y chocó con los comerciantes por la peatonalización de un tramo de la carrera Séptima. A varios medios —incluyendo La Silla Vacía— los criticó públicamente.

Durante toda su Alcaldía, tuvo al Establecimiento económico, político y mediático en contra, lo que facilitó la decisión —a todas luces arbitraria— del entonces procurador Alejandro Ordóñez, de destituirlo. Decisión que fue luego revocada por la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Sin embargo, obedeció fallos judiciales en su contra. Como por ejemplo, la multa por $410 millones de pesos que le puso la Superintendencia de Industria y Comercio por violación a la libre competencia en las basuras. 

Sus principales logros: entre sus logros está haber alcanzado los índices de homicidios más bajos en veinte años (fenómeno que se dio a la par en el ámbito nacional); cumplió su promesa de continuar con una medida que había arrancado en el gobierno de Clara López y garantizar a los estratos 1 y 2 un mínimo vital de seis metros cúbicos de agua mensuales gratis; desarrolló una política para extender la jornada de los estudiantes de colegios públicos, que fue elogiada por la Unesco, y fortaleció los programas de asistencia a los habitantes de la calle, a las prostitutas, a los recicladores y a los drogadictos.

Petro con frecuencia se ufana de que la “ciudad nunca había alcanzado unos niveles de desarrollo social como los que se lograron en la Bogotá Humana”. Y aunque no especifica a qué estadísticas sociales se refiere, en pobreza, desnutrición, déficit habitacional y embarazo adolescente hubo avances en los años de su alcaldía, aunque seguían una tendencia nacional y no dependían del todo de políticas locales. 

Por ejemplo, durante el gobierno de Petro sí se redujo la pobreza. Sin embargo, esta reducción fue un poco menor en Bogotá que en la Nación, algo que en todo caso tiene que ver con el hecho de que había menos pobreza en la ciudad que en todo el país.

  • En pobreza multidimensional (que no mide ingresos, sino condiciones de vida, como acceso a salud y educación), el índice cayó del 11,1 % en 2012 al 4 % en 2015. El bajón de 6,6 puntos porcentuales fue levemente menor al nacional, de 6,8.
  • En cuanto a pobreza monetaria (que mide ingresos), la reducción fue de menos de un punto porcentual, mientras que la nacional bajó cinco puntos.
  • La pobreza extrema se mantuvo en 2 por ciento entre 2012 y 2015, mientras que la nacional sí se redujo en cinco puntos.

Ese legado, sin embargo, no pudo evitar la derrota estrepitosa de la izquierda en las elecciones para sucederlo. Aun así, Petro dejó el cargo con la idea de replicar en Colombia lo hecho en Bogotá

El episodio más polémico: la mayoría de las grandes promesas de Petro se quedaron en el tintero por las dificultades que tuvo para forjar consensos políticos que le permitieran sacarlos adelante o por falta de gerencia: el metro subterráneo, el tranvía por la séptima, la recuperación del Hospital San Juan de Dios.

Ya lo habían calificado de improvisador por haber bajado las tarifas de Transmilenio sin tener garantía fiscal o por haber pedido recursos para un tren ligero por la carrera Séptima sin contar con estudios. Pero fue el episodio de las basuras el que marcó el rumbo de su alcaldía y el que, de alguna manera, permite entender mejor el tipo de gobernante que es él.

Con la iniciativa de desprivatizar la recolección de basuras, y la forma en que la puso en práctica, Petro demostró un rasgo claro de su liderazgo: un cierto “voluntarismo visionario”. Una tenacidad para sacar adelante su visión transformadora para la ciudad, con muy poca sensibilidad frente a las realidades jurídicas, económicas y políticas de Bogotá. Con una clara decisión de cambiar las relaciones de poder establecidas, privilegiando el rol de lo público frente a lo privado, y con un discurso a favor de los grupos vulnerables en desmedro de los poderosos. 

Fue un episodio que provocó un desgaste institucional y para la ciudad muy grande, que profundizó la polarización de la ciudad y que distrajo a la Alcaldía para, al final, haber conseguido muy poco. Porque después de calificar de “mafiosos” a los empresarios de la basura y amenazar con sacarlos del negocio, Petro volvió a contratar a la mayoría (con ingresos fijos que les convenían y antes no tenían, y sin incentivos para mejorar el servicio), tras la caótica implementación de un nuevo modelo que pretendía que la recolección quedara a cargo de la empresa pública Aguas de Bogotá.

Durante semanas, igual de retador que en el episodio de la ALO, contra todas las advertencias políticas y de los organismos de control, Petro había dicho que sacaría adelante su proyecto, pero al final Aguas de Bogotá no contó con la capacidad para recoger la basura en toda la ciudad, y terminó operando solo en la mitad.

Lo particular de los tres días de basuras sin recoger fue que la Procuraduría se los cobró con la decisión de sacarlo del cargo y sancionarlo con una inhabilidad de quince años, que significaba su muerte política. Petro, entonces, se apalancó en la movilización social para sostenerse en el poder.

Él luego diría que, de todas formas, valió la pena; que fue un logro enorme en su reivindicación de lo público, de los pobres y contra las mafias. A fin de cuentas, Petro veía su alcaldía como una parada camino a la Presidencial. “Él veía el Gobierno como un hito en un proceso histórico, a pesar de que nosotros le decíamos que tan solo la alcaldía era un desafío descomunal y que nos concentráramos en ella”, nos dijo un entonces secretario suyo.

La inhabilidad, incluso para sus críticos, fue una decisión muy severa para alguien que no se había robado un peso. Él, con su defensa (que incluyó una tutelatón), y después de convocar a sus seguidores a manifestaciones diarias a la plaza de Bolívar, donde les hablaba por horas desde un balcón del Palacio Liévano, logró que la justicia suspendiera la sanción mientras terminó su período.

Soy la directora, fundadora y dueña mayoritaria de La Silla Vacía. Estudié derecho en la Universidad de los Andes y realicé una maestría en periodismo en la Universidad de Columbia en Nueva York. Trabajé como periodista en The Wall Street Journal Americas, El Tiempo y Semana y lideré la creación...