Marchas 21 de abril de 2024 en Bogotá.
Marchas 21 de abril de 2024 en Bogotá.

Hoy marcharon cientos de miles de colombianos descontentos con el gobierno Petro. Fue una marcha pacífica y diversa en sus motivaciones y significativamente diferente frente a las anteriores en tres aspectos: en su magnitud, en que sumó la clase media y en que un sector del centro político la apoyó públicamente. Sin embargo, a juzgar por su trino de reacción a la marcha, el presidente ignorará el reclamo de la calle. 

Las marchas fueron inicialmente convocadas por influencers y opinadores de derecha y políticos reconocidos del uribismo y se les sumaron organizaciones de la salud y líderes de centro como Alejandro Gaviria o el representante Daniel Carvalho. 

Los que marcharon fueron un grupo igualmente variopinto: había personas con carteles que hacían referencia al “Petro guerrillero” y al “cacas”, como despectivamente llama la derecha más extrema a Gustavo Petro; pancartas contra la asamblea constituyente y llamados a respetar las instituciones; quejas contra la reforma a la salud y la política petrolera; e incluso, reclamos muy individuales como las de un jóven que exhibía un cartel diciendo “soy geólogo y tengo cerebro” en alusión al insulto reciente del presidente contra este sector profesional.

Varios de los que salieron han marchado en las otras movilizaciones convocadas por la oposición. Pero ésta marca un punto de inflexión frente a las protestas anteriores.

Primero, porque más que una marcha de la oposición fue una de descontento. Sí, es cierto que la convocaron líderes del uribismo, influencers uribistas y reservistas. Pero a diferencia de las anteriores, los que respondieron el llamado excedieron con creces los seguidores de la derecha.

Además, por primera vez en este gobierno, marchó una clase media menos politizada, que salió preocupada por las recientes intervenciones a EPS como Sanitas y la Nueva EPS, que rechaza el llamado autoritario a una “constituyente del pueblo”, o que está ofendida por las cada vez más frecuentes denuncias de corrupción en el gobierno.

En las diferentes ciudades, el grito que más se escuchó fue el tradicional “fuera Petro”. Cuando los periodistas de La Silla entrevistaron al azar a decenas de los que marcharon encontraron que había varios como Aníbal, un caleño de 65 años, de la organización Libertad y Orden, que está promoviendo un juicio político contra el presidente:

Pero también había muchos otros que cantaban lo mismo, pero que dijeron que querían hacerle un contrapeso al mandatario para que gobernara mejor, no para tumbarlo: “El llamado a Petro es a que se modere y gobierne para todos”, dijo Alejandro Yepes, uno de los marchantes en El Poblado, Medellín.

El efecto inmediato

Los que convocaron la marcha cantaron victoria después de la masiva movilización

“Creemos que en Colombia salieron 1.5 millones”, dijo el influencer Diego Santos, uno de los que convocó la movilización y se dio la pela para que no hubiera tarimas en la plaza de Bolívar y así evitar que fuera monopolizada por políticos.  “Sobre todo era para decirle al Congreso que estamos con los congresistas que se oponen a las reformas y decirles que no están solos. Para decirle a las cortes para que sepan que no están solos.  Es un golpe de opinión muy fuerte de defensa de la democracia.”

Y es que si bien los mensajes iban dirigidos en su mayoría para el gobierno, al final calarán en los congresistas que están estudiando reformas clave como la pensional, la de educación, la laboral y que en los próximos días tienen que decidir si reviven la moribunda reforma a la salud.

Será allí, en el Capitolio, donde esta marcha podría tener su mayor eco. Porque, a juzgar por su trino, el presidente Petro lejos de escuchar y asimilar el descontento optó por minimizar la movilización y estigmatizarla.  Así como lo hizo Iván Duque en su momento, que vio en las protestas masivas del 2019 y 2021 a infiltrados de las guerrillas o manipulados por el “congreso de Puebla” y no un genuino mensaje de rechazo de la ciudadanía.

La reacción de Petro

Petro minimizó la magnitud de la marcha, que calculó en “más o menos 250 mil personas en todo el país”.  Minimizó las motivaciones, que dividió en tres: los que quieren darle “un golpe blando que anule la decisión popular por el cambio”; los “que quieren un pacto que deshaga las reformas que van a favor el pueblo para mantener la captura de enormes cantidades de dinero público usados como ganancias de particulares”; y los que están manipulados por el odio y la mentira promovidos por los medios y las redes. “Lo que añoran es la represión abierta, las masacres paramilitares y los asesinatos de jóvenes”, dijo.  

Sobre todo, redujo la idea del “pueblo” a exclusivamente a aquellos colombianos que están con él: “La suerte del gobierno dependerá exclusivamente del apoyo del pueblo. Que se escuche el pueblo entonces”.

Y aunque dijo que “ante estas voces diferentes, el gobierno buscará caminos de entendimiento” acto seguido delineó su respuesta: “las fuerzas populares deben responder este 1 de mayo”.  El día del trabajo en el que tradicionalmente marchan los sindicatos y que él, desde la semana pasada, dijo que acompañaría.

“El gobierno va a recibir el mensaje de la marcha en dos frecuencias”, dice el analista Andrés Mejía. “Una Petro y sus believers que está articulada alrededor de la tesis de que hay una marcha real y no las vamos a negar, pero son las voces del pasado, de los paramilitares. Segundo, hay una conspiración contra nosotros para sacarnos con un golpe blando. Tres, nos vemos el primero de mayo. Eso es coherente con la personalidad de Petro y su papel más de pendenciero que de conciliador.” 

Pero –cree Mejía— que hay otra gente en el gobierno con otra visión.  “Que sabe que hay un problema político creciente y que sabe que no es bueno para el gobierno y que no comparte las tesis de Petro. Eso confirma la existencia de dos canales paralelos.”

En esa segunda línea está, por ejemplo, Jorge Rojas, el embajador ante la Unión Europea y quien tradicionalmente ha sido un operador político cercano al presidente: “Vista desde Europa, la marcha muestra la fortaleza de la democracia. La oposición se moviliza en paz y sin represión policial en cumplimiento del mandato constitucional de la libertad de asociación y movilización y los grandes medios acompañan la protesta desde la libertad de expresión. Se nota el cambio. El gobierno sabrá leer esta expresión social”. 

En las próximas semanas, se sabrá qué tanto pesará la interpretación de miembros del gobierno como Rojas o la secretaria general, Laura Sarabia -que dijo que “esta es una semana que como gobierno debemos afrontar en reflexión y autocrítica”— frente al presidente.

Si como suele suceder en un gobierno caudillista como este, prima la del presidente, el efecto más inmediato de la marcha será una mayor radicalización del presidente. Que, a su vez, llevará a una mayor radicalización de la oposición. Y más polarización en la sociedad.

“Esto va para enfrentamientos muy grandes en lo que va hasta 2026”, dice Diego Santos. “Va a haber un movimiento de paro nacional. Hay gente que dice que vamos a marchar, pero las marchas -dicen ellos- no le hacen ni un mordisco”.  

Si el presidente recibe el mensaje de descontento se podría abrir un espacio para una negociación más tranquila. 

“Es una marcha con la efervescencia de una marcha ciudadana. No es una marcha de organización política. Se movilizaron los ciudadanos inconformes que mañana van a ir a trabajar, a mercar, a mandar a los niños al colegio, y no se van a organizar en torno a una estructura nacional para seguir haciendo paros y poder sabotear a Petro”, dice Luis Ernesto Gómez, el ex secretario de gobierno de Claudia López, quien como ella, no salió a marchar. “Por eso tiene una oportunidad de enmendar.No está frente a una ciudadanía para joderlo.”

Gómez apunta a un elemento central de esta movilización y es que aún no hay un político que encarne y canalice el descontento que se vio hoy. Dicho de otra manera, Petro todavía no tiene su Petro del 2019. Pero, aunque sus efectos no serán tan inmediatos, lo que sucedió hoy en todo caso tendrá un desenlace en 2026.

Soy la directora, fundadora y dueña mayoritaria de La Silla Vacía. Estudié derecho en la Universidad de los Andes y realicé una maestría en periodismo en la Universidad de Columbia en Nueva York. Trabajé como periodista en The Wall Street Journal Americas, El Tiempo y Semana y lideré la creación...