Los políticos. Las figuras más rechazadas y en debacle de este año electoral que rompió el molde y ha tenido como hilo conductor un grito de cambio. Los políticos tradicionales, los de siempre. Los clásicos, de maquinaria y clientela. Los que tradicionalmente han dominado el Congreso y los partidos, las dos instituciones del país con mayor imagen desfavorable. En las elecciones legislativas, varios de sus grupos perdieron espacios. En presidenciales, demostraron no ser importantes, excepto para dar mala imagen. Pocos los quieren en la foto oficial. Ellos lo saben. Y lo reconocen. Al menos, algunos.

El miércoles de esta semana, el expresidente y jefe liberal César Gaviria citó a reunión privada en Bogotá a los senadores electos de su partido para discutir el camino a seguir frente a la segunda vuelta presidencial, en la que se quedaron sin candidato (pues el que estaban respaldando perdió en la primera).

Asistieron 15 congresistas, que al final no tomaron posición oficial única, pero durante el debate evidenciaron estar en su mayoría más inclinados a favor del exalcalde Rodolfo Hernández.

En un momento del encuentro, el nortesantandereano Alejandro Carlos Chacón pidió la palabra para referirse a la postura pública que, en su concepto, debería tomar la colectividad:

“Yo creo que tenemos que reconocer los errores. Este es el castigo más grande que ha recibido la clase política tradicional. Nosotros como partido no deberíamos ni siquiera tomar una decisión, la gente no quiere saber de nosotros ni que le estemos recomendando nada en la campaña presidencial, debemos respetar eso. Miren, no es tiempo para decir con quién está uno, debemos entrar en profunda reflexión como partido para conectarnos nuevamente con la gente”.

Aunque no contradijo lo afirmado por Chacón, Gaviria propuso un matiz a la reflexión diciendo que, en cualquier caso, no había por qué asumir públicamente ninguna derrota, “pues venimos de ganar el Congreso, ahí somos mayoría”.

La escena muestra los contrastes que se ven hoy dentro de la llamada clase política, y también por qué esta, a pesar de todo, seguirá siendo importante: efectivamente, el Congreso que se instalará el próximo 20 de julio tendrá mayormente legisladores de los partidos tradicionales.

Aunque el Capitolio se moverá a la izquierda, pues habrá más curules que antes de las fuerzas alternativas, en el nuevo legislativo parte del margen de acción del presidente que llegue seguirá siendo determinado en buena medida por cómo decidan caminar los políticos que están en las colectividades de siempre.

Para entender cómo viven el momento histórico en el que son el símbolo de lo que el país quiere cambiar y cómo se moverán hacia adelante consultamos a varios en nuestro camino de contar las emociones de este año electoral.

La debacle

Modesto Aguilera es el congresista más cercano al cacique Fuad Char, jefe de la maquinaria más poderosa de Colombia. Su emoción coincide con la de Chacón:

“La ciudadanía rechaza a la clase política y a las instituciones, las nuevas generaciones se han dado cuenta de la situación que vive el país. Yo llegué a la política electoral avanzado de edad, venía del sector público, tengo cuatro hijos y a veces le digo al mayor, que es cineasta, que yo ya no quiero estar en esta vaina, esto se ha vuelto muy difícil. Por ejemplo, hace rato no escribo en las redes, le dicen a uno ‘charista, ratero’, al principio me ponía furibundo. Antes los caciques eran venerados, tú los veías en los pueblos, era un honor tener de padrino a un Char, a un (Juan) Slebi. Creo que eso comenzó a cambiar con las redes”.

En las elecciones de marzo, los Char redujeron su votación con respecto a la de hace cuatro años, y perdieron un senador, una de sus curules en la Cámara y la apuesta presidencial que tenían en la consulta de la derecha en cabeza del exalcalde Álex Char. 

“La casa política en la que estoy está golpeada, y esto me golpea porque yo te puedo testificar que nosotros hemos hecho las cosas bien en Barranquilla. Desafortunadamente se dio este tema de Aída Merlano (excongresista condenada que acusa de corruptos a los jefes del clan), y tocó al punto en que afectó la capacidad de elegir —reconoce Aguilera—. Yo diría que los políticos o cambiamos o nos cambian, aunque dentro de la reflexión también hay que mencionar que la corrupción que tiene que cambiar es algo generalizado, que no solo se da de una sola parte. Siempre he dicho que la corrupción es bilateral, está el que ofrece y el que acepta”.

En un gesto que ratifica la mala hora de la política tradicional, el congresista dice también que prefiere no anunciar su voto de la segunda vuelta, “porque de pronto no le hace bien al candidato”.

La casa Char apoyó a “Fico” Gutiérrez, el aspirante que se hundió en primera con el respaldo de la mayoría de maquinarias del país, e hizo campaña en contra de Gustavo Petro, por lo que es fácil deducir que respaldará a Rodolfo Hernández. Sin embargo, no han dado hasta ahora ninguna directriz a sus alfiles.

El cacique conservador del Huila Hernán Andrade también apoyó a “Fico”. Él dice que vio venir su derrota días antes de las elecciones. “Fue un rechazo total. A la manera de hacer política, a (el presidente Iván) Duque, el mal momento de (Álvaro) Uribe. Gente mamada, lo de Centros Poblados, la soberbia de Duque. El mensaje fue claro, ¿cuántas veces nos habían dado el mensaje? Muchas y solo ahora lo tomamos en serio”.

Andrade dice que desde el Congreso intentó movidas para bajarle a la mala imagen. “Bregué para que bajáramos las alzas salariales de los congresistas, debimos congelar eso, y no pasó. Me derrotaron Gerlein y Enrique Maya. El Congreso hizo todo lo posible para que no lo quieran. Una cagada como la de Centros Poblados duele con putería. Ese es el mensaje”.

Lidio García, el senador más votado del Partido Liberal en todo el país, también admite la crisis, pero con asteriscos: “Ser político se convirtió en ser sinónimo de bandido por diez huevones que están allá (en el Congreso), que son una porquería y enlodan a todo el mundo, y así nos califican a todos, pero también hay gente que ha hecho su trabajo, yo he hecho mi trabajo. Gracias a la clase política hubo Acuerdo de Paz, hay una mejor cobertura nacional en salud y una ley de perdón y olvido, para que a la gente que no tiene cómo pagar sus deudas el sistema no le imponga un castigo un poco de años; por poner unos cuantos ejemplos. Todo eso lo he defendido. Pero eso nunca nos lo van a reconocer”.

García aún recuerda cómo antes en El Carmen de Bolívar, su pueblo, era un honor familiar tener un miembro en el Congreso, mientras que hoy prefiere demorar en sus reuniones públicas lo estrictamente necesario “porque ahora cualquiera te puede faltar al respeto. Por ejemplo, un día en un aeropuerto un tipo me caminó, me dijo que yo era un hijueputa, porque siendo presidente del Congreso acababa de programar la votación de la cadena perpetua para violadores de niños”.

De los caciques de antes a la incertidumbre de ahora

Los caciques de antes tenían una relación distinta con su electorado.

En muchas regiones ellos hacían las veces de Estado y fidelizaban a sus clientelas no solo con gestión y favores, sino también con un trato cercano que incluía una proximidad física y personal, al punto en que muchos políticos se terminaban volviendo padrinos de bautizo de cientos de niños.

No había redes y era normal verlos meterse en las cocinas de las casas de pueblo pidiendo tinto o comiendo chicharrón o empanadas en cualquier pretil. Había votantes que genuinamente los apreciaban por esos gestos y conservaban sus afiches todo el año.

A sus 80 años, Miguel Pinedo Vidal (primer gobernador electo del Magdalena, condenado en 2012 por parapolítica) es, junto a Fuad Char, uno de los últimos viejos caciques que quedan. Todavía al frente de su grupo político, él también tiene su impresión de lo que ha pasado con la clase política y la transición en la que se encuentra Colombia.

“Yo creo que la clase política comenzó a desaparecer en el gobierno Santos, que atomizó el poder y debilitó la figura de los partidos, en negociaciones burocráticas individuales que antes se hacían por partido. Ahora todo es porcentaje para los políticos: ‘yo te doy esto y tú me tienes que dar tanto porcentaje’. Eso acabó con la política y cansó a la gente. Los políticos de antes visitábamos a la gente, la atendíamos. Para que me digan clientelista de una vez, te cuento que yo llegué a manejar más del 90 por ciento de los cargos del nivel nacional en el Magdalena, daba puestos, conseguía contratos, y la gente votaba agradecida, yo tengo una clientela que todavía me quiere y ya perdí la cuenta de cuántos niños bauticé”.

El senador electo Juan Pablo Gallo, uno de los barones electorales emergentes, dice sobre los nuevos tiempos: “Estamos ante un elector mejor informado; informado, no sé si para bien o para mal, pero informado. Un elector que tiene más presencia en las redes sociales, que le permite comparar”.

Un elector, añade Gallo, que cada vez hace menos caso a lo que diga u ordene el político porque ya no depende tanto de él. “Cuando era niño, mi papá —el dirigente conservador Silvio Gallo— me llevaba a sus correrías políticas y el camino para entrar a los barrios eran líderes que de una le pedían al candidato comprometerse con cosas puntuales. En ese momento era llevar el teléfono de las moneditas al barrio o pavimentar la calle. Hoy usted llega al barrio y ya las carreteras están pavimentadas y si usted ofrece el teléfono de moneditas lo sacan a sombrerazos porque ya todos tienen Iphone”, dice. 

En un sentido parecido, un dirigente más joven que decidió retirarse de la política y prefiere no ser citado, nos comentó: “Yo hoy puedo contar con el voto de mi chofer, pero ya no con el de su hijo que está en la universidad”.

Con 31 años y a punto de cumplir apenas su primer periodo en la Cámara, el representante conservador Yamil Arana Padauí opina, por su lado, que se trata más de un asunto de “comunicar mejor las cosas que se hacen”.

“Mira, es verdad que hay que cambiar muchas cosas, es más, o cambiamos o nos morimos, pero yo sí defiendo mi profesión y lo que estoy haciendo. Yo jamás he dejado de visitar los municipios, lo que pasa es que a veces no se entienden ciertas decisiones. Por ejemplo, tú no te imaginas todos los comentarios que yo tuve que contestar por redes cuando negué la renta básica, eso me taggeaban y me decían cuanta cosa, y a mí me tocaba entrar a explicar que es que eso era inviable porque costaba mucha plata. Hagamos lo que hagamos nos van a crucificar. Entonces, sí creo que tenemos un reto grande ahí en cómo decimos las cosas”.

Arana Padauí es uno de los congresistas del clan que lidera el parapolítico Vicente Blel Saad y su hijo, el gobernador de Bolívar Vicente Blel Scaff. Esa es una de las pocas maquinarias del país que aumentó su poder en las legislativas, y lo hizo en gran parte porque usaron la Gobernación con fines electorales. En primer vuelta apoyaron a “Fico” y para segunda no han cantado el voto, aunque informalmente dicen que lo harán por Rodolfo Hernández. 

Otro congresista, que prefirió no ser citado en este comentario, cree que en general las maquinarias estarán más cómodas votando por Hernández, pese a su discurso antipolítica, debido a que muchos políticos sienten que ese candidato se dedicaría únicamente a su gobierno y no les pondría aspirantes de su cuerda a hacerles competencia en las regionales del año entrante, entre otras, porque Rodolfo ni siquiera tiene un grupo político propio estructurado. En cambio, lo más probable es que Petro sí lo haga.

Como sea, gane quien gane, “va a ser el Congreso más difícil en la historia”, según augura el senador Lidio García, “de mucha pelea y mucha confrontación. Va a ser complicadísimo, a veces me arrepiento de seguir en esto, mis hijos están creciendo y todos esos comentarios que hacen sobre los políticos les llegan, y eso que a mí es de los que menos palo me dan”, agrega el supervotado senador, que señala como otra prueba del cambio haber sacado menos votos que Jota Pe Hernández, el youtuber que sin ninguna experiencia se convirtió en senador de la Alianza Verde con casi 190 mil apoyos.

“Es un periodo de mucha incertidumbre para la clase política —concluye el exgobernador de Bolívar Dumek Turbay— lo que sí está claro hace rato es que hoy tiene más valor tomarse una foto con el ciudadano más sencillo en la calle, que con el político más poderoso de este país”.

Fue periodista de historias de Bogotá, editora de La Silla Caribe, editora general, editora de investigaciones y editora de crónicas. Es cartagenera y una apasionada del oficio, especialmente de la crónica y las historias sobre el poder regional. He pasado por medios como El Universal, El Tiempo,...

Soy el periodista que cubre el Congreso. Estudié comunicación social y periodismo en la Universidad Surcolombiana. Antes hice parte de La Silla Sur. En 2020 gané el premio de periodismo Reynaldo Matiz y en 2021, 2022 y 2023 el premio Carlos Salamanca a mejor investigación. Escríbame al jortiz@lasillavacia.com