Colombia produce más ciencia, pero de menor impacto

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La importancia de la producción científica para el país nunca había sido tan notoria como cuando llegó la pandemia.

La importancia de la producción científica para el país nunca había sido tan notoria como cuando llegó la pandemia. Y los países quedados en este aspecto, como Colombia, sufrieron las consecuencias. Aún hoy, nuestra incapacidad para producir vacunas nos está pasando factura. 

La importancia de la producción científica, sin embargo, no se limita a escenarios como la pandemia. “Un país que no entienda que la ciencia y la tecnología son parte inherente de la economía, del desarrollo económico y productivo, está muy equivocado”, señala Diego Silva, economista y director del Observatorio de Ciencia y Tecnología (OCyT). 

Allí recae la importancia de vigilar el desempeño de un país en términos de producción científica, labor que realiza el OCyT desde el área de bibliometría, liderada por Efrén Romero, ingeniero industrial y doctor en ingeniería. La bibliometría consiste, precisamente, en medir, cuantificar y visualizar la producción científica y académica. 

Y aunque Colombia ha mejorado en algunos aspectos, como la cantidad de publicaciones, seguimos flojos en otros, como las citaciones y las coautorías. La Silla habló con siete expertos en temas de investigación y producción de ciencia en Colombia para entender estas tendencias. 

Esto es lo que nos muestra el último análisis realizado por el Observatorio, que incluye datos hasta el 2018:

1. Hay un aumento sostenido en la producción académica del país.

Los académicos publican en revistas indexadas, que son publicaciones periódicas de investigación que están listadas en alguna base de datos de consulta a nivel mundial. Los artículos publicados en estas revistas deben cumplir con un estándar de calidad, el cual es certificado por una revisión de pares, es decir, de otros investigadores expertos en el campo. 

En Colombia, las publicaciones en revistas indexadas han presentado un aumento importante. 

Todos los expertos que consultó La Silla coinciden en que este aumento de la producción científica obedece a la consolidación de diferentes incentivos que promueven las publicaciones académicas. 

En las universidades públicas, estos incentivos toman la forma de puntos salariales, con los que los docentes pueden aumentar su salario mensual. Dependiendo de la calidad de la revista donde publiquen, pueden ganar entre tres y 15 puntos salariales por un paper. Para 2020, el valor de estos puntos era cercano a 15 mil pesos, de manera que, con una publicación de 12 puntos, por ejemplo, un docente puede aumentar su salario mensual alrededor de 180 mil pesos. 

En las universidades privadas estos incentivos varían más, pero los más comunes son las bonificaciones por publicar. Con las bonificaciones, cuando un profesor hace una publicación académica recibe un pago, cuyo valor es proporcional al ranking de la revista donde publica, y puede variar según otros factores establecidos por cada facultad. Una bonificación por publicar en una revista de buen prestigio puede ser equivalente a medio salario mensual de un profesor, por ejemplo, o incluso mayor. 

“Colombia, como la inmensa mayoría de países del mundo, se ha montado en el tren de lo que se ha venido llamando el publish or perish (publicar o morir). Los profesores comienzan una carrera en una universidad, y su permanencia y su salario dependen de sus publicaciones”, explica Juan Camilo Cárdenas, economista y profesor titular en la Universidad de los Andes, quien lleva 21 años haciendo investigación en Colombia.  

Para Cárdenas esta es un arma de doble filo, pues así como ha resultado ser un proceso constructivo, con crecimiento en la cantidad de publicaciones rigurosas, también ha creado incentivos perversos que resultan en prácticas de deshonestidad académica, como los carruseles de publicaciones, en donde el editor de una revista le dice a un investigador que le puede facilitar la publicación de un artículo si lo pone a él de coautor, de manera que ambos se ganen los beneficios por publicar.

Y ambos lados de la moneda alimentan la explosión de publicaciones que se ve en Colombia y en el mundo entero. 

A estos incentivos se suman políticas por parte de Colciencias (ahora MinCiencias) que exigen que los investigadores tengan publicaciones en revistas indexadas para poder presentarse a las convocatorias nacionales, en las que los investigadores postulan sus proyectos de investigación para obtener financiación por parte de la entidad. 

Además, ha habido un crecimiento importante en el número de investigadores capacitados en el país y en el desarrollo de la infraestructura para la investigación.

Sin embargo, para Luis Miguel Renjifo, biólogo de la conservación y Vicerrector de Investigación en la Universidad Javeriana, “Colombia está lejos de tener un desarrollo en su investigación acorde al potencial y a las capacidades con las que cuenta”. Esto debido a que la financiación sigue siendo baja e impredecible, y por debajo de lo que invierten otros países, incluso de la región. 

Mientras la inversión de Colombia en ciencia, tecnología e innovación está en 0,25 por ciento del PIB, la de Chile es 0,36, la de Argentina 0,54, la de Ecuador 0,44 y la de Brasil 1,26, según datos del Banco Mundial.

2.El impacto internacional de las publicaciones va en picada.

Las bases de datos bibliográficas son plataformas que agrupan un determinado número de revistas indexadas, elegidas según criterios internos. Estas bases hacen seguimiento al rendimiento de sus publicaciones y autores por medio de registrar la frecuencia con la que son citados en otros artículos académicos. 

Así, la cantidad de citaciones evalúa en qué medida el conocimiento producido es usado por otros investigadores para producir más conocimiento. Esto se traduce en un impacto de la producción académica en la comunidad científica internacional. 

Hay una discusión frente a qué tan buen indicador son las citaciones, pues hay impactos que estas no miden, como la injerencia que pueden tener las publicaciones en política pública, su uso activo en docencia o su contribución al desarrollo de una sociedad, lo que Luis Miguel Renjifo llama “apropiación del conocimiento”. 

Sin embargo, estos impactos a nivel local son más difíciles de cuantificar, por lo que las citaciones son el indicador de impacto por excelencia. Un indicador en el que Colombia está fallando. 

El OCyT mide este indicador en tres bases de datos diferentes. Scopus es la base de datos bibliográfica más grande, agrupando alrededor de 35 mil revistas, mientras Web of Science (WoS Core Collection en la gráfica) tiene menor número de revistas pero que se consideran de mayor calidad o impacto. 

Y mientras ambas reúnen publicaciones con un perfil más internacional, Scielo (en la gráfica WoS Scielo) incluye más revistas latinoamericanas, con investigaciones de corte más local y regional. Solía ser un servicio independiente, pero hace poco fue indexado a Web of Science. 

Y aunque hay diferencias entre las publicaciones que pueden encontrarse en cada base de datos, el promedio de citaciones para los artículos publicados por autores colombianos viene en picada en todas. 

Según los expertos, esta disminución en las citaciones, y por ende en la atención que reciben los investigadores colombianos por parte de la comunidad científica, tiene varias explicaciones. 

Una parte del problema, según dos expertos, son esos incentivos perversos de los que habla Cárdenas. “Al generarse incentivos y obligar, entre comillas, a publicar, muchas veces se pierden atributos de calidad. A veces no les interesa mantener una agenda de investigación, sino simplemente ganarse el incentivo. Es publicar por publicar”, explica Diego Silva.

Esto sumado a que, en la medida en que aumenta el volumen de las publicaciones a nivel mundial, disminuye la posibilidad de que un artículo sea encontrado y citado. 

Otro factor que contribuye son esas publicaciones que tienen un impacto más local que internacional, que son de interés para el desarrollo de políticas públicas y para abordar problemáticas locales, pero no necesariamente contribuyen a la producción académica de otros investigadores y por lo tanto no son citadas con frecuencia. 

Esta es la misma razón por la que las publicaciones de Scielo, que son con más frecuencia latinoamericanas y tienen resultados de pertinencia más local, tienen menor número de citaciones que las publicaciones de Scopus o Web of Science, como se evidencia en la gráfica. 

Estas publicaciones, por estar dirigidas a un público local, suelen ser en español, lo que también disminuye la atención que reciben de la comunidad científica internacional, cuya lingua franca es el inglés. Y, según los datos del OCyT, de las 25 revistas donde más publicaron los investigadores colombianos entre 2017 y 2018, 14 son en español (56 por ciento). 

También hay que anotar que en MinCiencias, a diferencia del OCyT, no encuentran una tendencia de descenso en las citaciones, sino, al contrario, registran un aumento. El cálculo para el indicador en ambas instituciones es diferente: mientras en el OCyT, luego de un proceso de limpieza de datos, se calcula el promedio de citaciones de los artículos, en MinCiencias calculan un indicador llamado Impacto Normalizado (NI). 

El NI compara las citaciones de cada documento con el promedio mundial, definido en 1. Así, un NI de 0,8 significa que la producción del país es citada 20 por ciento menos que el promedio mundial, y uno de 1,3 indica que es 30 por ciento más. Según los cálculos de MinCiencias, el NI de Colombia viene aumentando año tras año, aún por debajo del promedio mundial, pero acercándose cada vez más a 1.

3. En las ciencias naturales hay más producción científica.

Esto, según los expertos consultados, obedece a la forma en la que se produce ciencia en las diferentes disciplinas. 

Mauricio Nieto, historiador, investigador y decano de la Facultad de Ciencias Sociales en la Universidad de los Andes, explica que los biólogos, físicos y médicos se dedican a producir artículos en revistas, mientras que los científicos sociales, aunque también pueden hacerlo, tienden a enfocarse más en la producción de libros, “que es otro universo, más difícil de poner en los indicadores”. 

“Lo que ha pasado es que esas formas de medir la producción científica son naturales de ciertas disciplinas, y ahí la hegemonía ha sido un poco hacia las ciencias duras”, señala Nieto.

Juan Camilo Cárdenas concuerda, y argumenta que la frecuencia con la que se publican artículos científicos también varía mucho con el ejercicio académico en las diferentes áreas: es como comparar peras con manzanas. Pues, mientras los artículos de biólogos y médicos pueden tener apenas cinco páginas de extensión y publicarse en unos meses, los papers en ciencias sociales suelen tener entre 30 y 40 páginas y demorarse en promedio dos años en salir publicados. 

4. Bogotá acapara la producción científica del país.

Para tres expertos, esta distribución obedece principalmente a la centralización de la capacidad investigativa, entendida como investigadores -particularmente con formación de doctorado- y universidades de alto nivel capaces de atraerlos. 

En efecto, las regiones con mayor cantidad de cupos universitarios coinciden con las que tienen más producción científica. Aunque no es una regla absoluta, un mayor número de estudiantes matriculados en una región es indicativo de la presencia de universidades de mayor calibre. 

“¿Dónde están los recursos de investigación y los laboratorios? Pues en las pocas universidades grandes de las ciudades”, señala Cárdenas. “Entonces es un círculo vicioso. ¿Usted cómo hace para convencer a profesores que terminaron su doctorado, que vienen casados y con un par de hijos, de coger una planta de profesor en una universidad pequeña, para poder descentralizar la academia?”

Especialmente porque, como apunta Nieto, las universidades con menos recursos suelen pagar un salario más bajo. 

“Es un reflejo de la centralización del país, pero es una pena, porque el valor que tienen la experiencia y los problemas de las regiones pierde importancia”, dice Nieto. 

5. Unas pocas universidades concentran gran parte de las publicaciones académicas en Colombia.

Las cinco instituciones que encabezan la producción científica concentran el 51 por ciento de las publicaciones académicas del país entre 2009 y 2018. Si se amplía a las primeras 10, alcanzan el 65 por ciento. Apenas la primera de la lista, la Universidad Nacional, acapara cerca del 20 por ciento de la producción.

Para cuatro de los expertos que contactó La Silla, esta concentración es evidente. 

“Indudablemente las universidades grandes son las que se llevan toda la producción que ves distribuida en las ciudades”, señala Silvia Restrepo, Vicerrectora de Investigación y Creación en la Universidad de los Andes. Y agrega que la distinción no debe hacerse según el carácter público o privado de la institución, sino según su calidad. 

Nieto concuerda: “La diferencia es brutal, no entre públicas y privadas, sino entre las mejores públicas y privadas comparadas con el resto”. 

Entre las 10 universidades más destacadas, cinco son públicas y cinco privadas. Pero el común denominador es que son universidades grandes, reconocidas por su calidad y ubicadas en ciudades capitales. 

6. Las tasas de coautoría crecen, pero muy poco.

“La coautoría es un reflejo de colaboración, de diversidad de ideas, que aumenta la productividad científica y la enriquece”, dice Cárdenas. Es un indicador frecuentemente medido al estudiar la producción científica de un país, porque representa la investigación colaborativa y las redes de trabajo, claves en la producción de ciencia, que es más un ejercicio colectivo que individual.

Pero el interés en la coautoría se da también por sus implicaciones prácticas, especialmente cuando se trata de coautoría internacional. 

En primer lugar, le da más visibilidad a la producción científica, aumentando la atención que recibe de la comunidad académica. Luis Miguel Renjifo señala que, de los estudios publicados en la Universidad Javeriana, aproximadamente el 50 por ciento tienen coautoría internacional, pero acaparan alrededor del 90 por ciento de las citaciones. 

Por otra parte, es una fuente importante de recursos para investigación. “Como no hay recursos importantes para investigación aquí en Colombia, las coautorías son formas de hacer redes para conseguir recursos de afuera”, señala Cárdenas. 

En MinCiencias reconocen la importancia de mejorar en este aspecto, por lo que dentro de sus convocatorias favorecen las alianzas internacionales, cada vez más importantes a la hora de evaluar las propuestas. 

A pesar de esto, en Colombia seguimos quedados en este aspecto: los datos muestran que los porcentajes de investigaciones con coautoría, tanto nacional como internacional, aumentan a un ritmo lento y poco constante.

Soy la Coordinadora Gráfica de La Silla, donde trabajo con periodistas para contar historias sobre el poder en Colombia de manera gráfica e interactiva. Me encargo de mantener la identidad visual en la página web y en los contenidos que publicamos en redes sociales.

Fui periodista de ciencia y salud en La Silla Vacía de 2021 a 2022. También he trabajado en investigación y publicaciones científicas con el grupo de investigación de neurocirugía de la Fundación Santa Fe de Bogotá.