Uno de los generales del Ejército que Gustavo Petro sacó de la institución en el revolcón que hizo a las Fuerzas Armadas ganó la Gobernación de Santander, conquistando en buena parte el voto que era de Rodolfo Hernández. En su discurso de celebración, Juvenal Díaz Mateus agradeció especialmente a la reserva activa del Ejército y la Policía y también a las familias de los uniformados que, aunque no pueden votar, lo respaldaron. 

Y es que aunque también contó con la maquinaria del Partido Conservador, donde milita su hermano, el actual representante a la Cámara Luis Eduardo Díaz Mateus, la primera gran avanzada que tuvo Juvenal Díaz Mateus para darse a conocer en el departamento fueron los retirados y veteranos de la fuerza pública. Alcanzó a organizar unos ocho mil entre los 87 municipios de la región. 

Este es el testimonio del coronel Yenner Uribe Barón, retirado del Ejército y protagonista en la campaña del gobernador electo:

“Organicé la reserva como si fuera una brigada”: coronel Yenner Uribe, encargado de contactar y organizar a todos los retirados y veteranos

El Coronel Yenner Uribe (de blanco) junto a las reservas de la provincia comunera en el municipio de Socorro, Santander.
El Coronel Yenner Uribe (de blanco) junto a las reservas de la provincia comunera en el municipio de Socorro, Santander.

Soy teniente coronel en uso de retiro. Me retiré hace dos años de la institución. Yo tuve la oportunidad de trabajar con mi general (Juvenal Díaz) en dos ocasiones cuando estábamos activos y seguíamos en contacto por teléfono. 

Una vez el general tiene retiro en septiembre, me comenta de su aspiración a la Gobernación, pero aún no podíamos hacer abiertamente política porque no le había llegado la resolución de retiro. Ya en enero, empezamos la recolección de firmas e hicimos un recorrido por los 87 municipios y nos dimos cuenta ahí que el nicho electoral de mi general o de cualquier militar, es la reserva (se retiraron sin pensión) y los veteranos (pensionados), obviamente.  

Mi general me asigna coordinador y yo empecé a organizar las reservas en todo el departamento. Al principio fue difícil porque así estemos por fuera hay ciertos egos, hay gente muy sensible…toca saber llegar. El sargento, el coronel, el cabo, es desde que se graduó hasta que se muera. Y dentro de la institución se crean distancias de pronto por el trato o por cómo se encauzó la disciplina, entre el suboficial o el oficial, o entre el soldado y el suboficial. Afuera se ven las secuelas. 

Entonces decidí que tocaba organizarlo como si estuviéramos en el Ejército. Organicé la reserva en el departamento como si fuera una brigada y la brigada con sus respectivos batallones o pelotones. 

En cada municipio asigné al menos un gestor de la reserva, que era mis ojos y oídos. Ellos me fueron averiguando quiénes estaban activos y quiénes eran sus familiares y amigos y a esos les fuimos llegando, tocándoles el corazón. 

Contactamos las asociaciones de la reserva. En Santander hay cinco de oficiales y suboficiales. Más Acore que es la asociación nacional. Con bases de datos fuimos contactando a cada asociado. 

También contactamos al gremio de los POR (profesionales universitarios que voluntariamente se vinculan a las fuerzas militares), que detrás de ellos hay familias, amigos, un círculo social grande. 

Ya con la gente identificada creamos un comité en cada una de las siete provincias con sus coordinadores. Para no herir susceptibilidades en cada provincia había un oficial, un suboficial, un soldado y un civil. El civil es alguien que estuvo trabajando en la fuerza pública o que es cercano porque es papá o hijo de un militar. Y en cada región había miembros del Ejército y de la Policía. Uno que otro de armada y muy poquito de Fuerza Aérea. 

Cada municipio tenía un grupo de Whatsapp y ahí enviábamos todas las instrucciones: publicidad, hora y fecha de reuniones, contenido de redes sociales. La gente vivía actualizada. 

Por todos, alcanzamos a reunir 8 mil personas. Y detrás de cada persona cuántos habían. Todos parecía que estuviéramos todavía activos, con el uniforme puesto.

En Barrancabermeja fue especial. Allá sabíamos que era complejo entrar por el histórico de la izquierda allá. Que llegara un militar allá era difícil porque el Pacto Histórico tuvo allá su predominio en las presidenciales. Dijimos ‘allá vamos a dar un trato especial, vamos a consentirla’. 

Entonces fue el municipio al que más visitas hicimos. Cada ocho días íbamos allá, cosa que no hacíamos con las otras provincias. Nos sirvió porque la gente veía que sí nos dolía Barranca. 

Las reservas eran los que llevaban y traían el mensaje. Lo hacían viral. Se volvieron multiplicadores de la campaña. Para las reuniones, empezamos a vestirnos como mi general: la camisa verde tipo Columbia, jean y las botas tipo desierto y una gorra que decía veterano. Un grupo de personas así vestida en cualquier reunión, la gente nos identificaba y eso muestra como un respeto, como algo honorífico. A la gente le gustó mucho eso. 

El voz a voz fue muy importante. Ah y el mejor jefe de debate que tuvimos nosotros, que se llama Gustavo Petro. Todos los días nos hacía campaña ese señor con las embarradas de este gobierno. 

La gente se fue dando cuenta de que representábamos lo contrario: estabilidad, seguridad, y eso creció como una bola de nieve. 

Soy periodista de la Unidad Investigativa de La Silla Vacía desde 2023. Antes cubría política menuda en los santanderes y conflicto armado en la frontera colombovenezolana. En 2015 gané el premio de periodismo regional Luis Enrique Figueroa Rey. En 2017 codirigí el documental Espejos de Vida, selección...