Ayer, el Grupo Empresarial Antioqueño (GEA) y los Gilinski llegaron a un acuerdo en el conflicto empresarial más importante del país. Y parece ser definitivo.

Sura, Argos y Nutresa firmaron un “memorando de entendimiento” con los banqueros caleños y sus socios árabes, quienes desde noviembre del 2021 lanzaron una toma hostil de las compañías en la que han gastado cerca de 2.500 millones de dólares.

Según reportó Primera Página, el acuerdo se viene construyendo desde marzo, y los detalles se pactaron en Abu Dabi, donde los socios árabes mediaron entre los cacaos colombianos.

Sus términos generales son que el GEA ceda el control de Nutresa, la empresa de alimentos que produce líneas de productos como Zenú, Jet y Cremhelado. Como contrapartida, los Gilinski y los árabes salen del Grupo Sura, el conglomerado dueño de Bancolombia, el banco más grande del país.

Se trata de un acuerdo incómodo en el que ambas partes ceden en sus puntos de honor. Además, representa la caída del exitoso esquema de propiedad cruzada de los antioqueños, que reconfigura para siempre su tejido empresarial.

Estas son las claves del ramo de olivo entre los multimillonarios en pugna.

Es el principio de un acuerdo de paz definitivo

El 31 de marzo, el expresidente de Bancolombia, Carlos Raúl Yepes, tomó el micrófono en la asamblea extraordinaria de Sura para implorar por un acuerdo entre el GEA y los Gilinski, liderados por Jaime, hijo de inmigrantes judios nacido en Cali. “Esta guerra hay que pararla”, dijo.

Fueron siete ofertas públicas de adquisición (OPA) las que lanzaron los Gilinski apoyados en la chequera abultada de sus socios de Emiratos Árabes Unidos. Tres intentos de toma hostil por Nutresa, tres por el Grupo Sura y una por el Grupo Argos. Y luego, se desató una guerra jurídica en las entidades reguladoras y hasta en los tribunales civiles y penales. Además, de una campaña mediática de desprestigio desde la revista Semana de los Gilinski contra los directivos antioqueños.

El acuerdo anunciado ayer es un paso clave para parar esa guerra. Y cada una de las partes cedió puntos de honor importantes.

Los antioqueños, por un lado, ven caer su histórico esquema de propiedad cruzada, establecida en los ochenta, justamente para evitar el asalto contra sus grandes compañías por parte de capital externo. Y lo hacen entregando Nutresa, la multilatina de alimentos que representa, además, el origen industrial de sus redes empresariales.

“La Compañía Nacional de Chocolates fue la semilla inicial de Nutresa. Es el origen del enroque del GEA”, dice el economista Javier Mejía, estudioso de las élites empresariales antioqueñas.

Por su parte, los Gilinski renuncian al que era, al parecer, su principal motivación: controlar Bancolombia, el banco más grande del país, y cuyo principal accionista es Sura, de donde deben salir por el acuerdo. “Ellos son hombres de negocios y por este camino no iban a conseguir su objetivo. Ojalá que esta guerra definitivamente haya parado” dice Yepes, expresidente de Bancolombia.

Y aunque todavía restan muchos detalles y operaciones por resolver, incluido el visto bueno de los reguladores, los grupos económicos evitan el tortuoso camino legal que transitaron en los noventa durante el conflicto por el Grupo Grancolombiano y que ya se avisaba de nuevo.

El acuerdo evita el desangre judicial y corporativo

Por ahora, el acuerdo esquiva el toma y dame legal de un pulso en los mercados que rápidamente se transformó en una dura batalla de abogados.

En noviembre de 2022, en medio de una de las OPAs, un juez aceptó una demanda civil contra miembros de la junta directiva del Grupo Sura que representaban a los Gilinski. Posteriormente, la Fiscalía abrió una investigación penal para determinar si ese juez había actuado ilegalmente.

Luego, durante 10 días, en marzo de 2023, los Gilinski lanzaron el último round para apoderarse de las administraciones de las tres compañías.

Los banqueros intentaron, a través de un recurso ante la Superintendencia de Sociedades, bloquear el voto de los representantes de Sura y Argos en la conformación de una nueva Junta Directiva de Nutresa.

La Supersociedades favoreció la petición de los banqueros y puso como condición para levantar el bloqueo la aprobación expresa de los accionistas de ambos grupos. Esto provocó una catarata de asambleas extraordinarias que finalmente, y en medio de manifestaciones multitudinarias y reuniones hostiles, los dejaron en tablas.

Frente a este conflicto sin salida sólo quedaba el camino de los jueces y los reguladores.

Para el GEA podría significar el ser declarado por la Supersociedades y Superintendencia Financiera como un grupo económico. Esta medida, impulsada por los Gilinski, los pondría en desventaja afectando su estructura de propiedad y su posición negociadora. Y la llegada de César Ferrari, el nuevo superintendente nombrado por el presidente Gustavo Petro, que cuando fue congresista tuvo acercamientos con los Gilinski, le puso aún más ruido.

“Es probable que el acuerdo estuviera impulsado por las decisiones de las superintendencias. Es una decisión inteligente por el tamaño del negocio. Y si uno quisiera ser mal pensado, podría decir que lo aceleró el hecho de que el superintendente es más cercano a Petro”, le dijo a La Silla un funcionario de la Superintendencia Financiera que pidió la reserva de su nombre.

El GEA, sin embargo, también jaló las palancas legales. Y en su momento presentó, a través de Nutresa, una denuncia penal contra los funcionarios de la Supersociedades que repartieron y fallaron las medidas cautelares presentadas por los Gilinski en marzo.

Luego en abril, la batería de abogados cercanos a Gilinski devolvió fuego. Jaime Lombana, abogado penalista y hermano de Ximena Lombana, una de las delegadas de los Gilinski en la junta directiva del Grupo Sura, puso una denuncia penal contra la alta gerencia de la compañía.

Para evitar las heridas inminentes e inciertas de esta batalla legal, en empresas que cotizan en bolsa, los socios árabes de los Gilinski tuvieron un rol importante.

Pesó más el socio árabe que la historia de los Gilinski con el GEA

La International Holding Company (IHC), propiedad del jeque Tahnoon bin Zayed AlNahyan, fijó en Nutresa su principal objetivo para aterrizar en Colombia. Y junto a los banqueros van a obtener no menos del 87% de las acciones, logrando su objetivo.

“Ellos son los grandes ganadores del acuerdo. Nutresa era el componente del negocio que más les interesaba controlar. Tienen intereses muy específicos en el sector alimentos”, dice el economista Mejía.

Desde las primeras OPAs, el fondo de Abu Dabi -vinculados a la familia real de Emiratos Árabes Unidos- le ha prestado plata a los Gilinski para ejecutarlas en la bolsa. Y además son dueños de la mitad de Nugil SAS, la firma que actualmente es dueña del 31% de las acciones de Nutresa.

Pero además del interés público por la multilatina de alimentos, los ejecutivos árabes han jugado un papel de componedores entre los dos grupos colombianos.

Desde diciembre del año pasado han viajado hasta Abu Dabi, capital de los Emiratos, comisiones de representantes de los cacaos paisas para destrabar las negociaciones. Esta mediación y los intereses de este capital extranjero fueron más decisivos que la conflictiva historia entre el GEA y los Gilinski.

En los noventa, Isaac Gilinski, padre de Jaime, hoy cabeza de la familia de banqueros, estuvo al frente de la operación para vender la mayoría de las acciones del Banco de Colombia al Banco Industrial Colombiano, del GEA.

Esa fusión fue el origen de Bancolombia. Pero después de desacuerdos por la operación del banco, Gilinski padre emprendió un conflicto judicial que duró más de una década. “Era una historia de venganza. Es un punto de honor que pierden los Gilinski”, dice el periodista Héctor Mario Rodríguez, editor de Primera Página.

Erosiona para siempre el enroque paisa

Con la entrega de Nutresa ha caído el esquema de propiedad cruzada. Las élites empresariales antioqueñas, acostumbradas a la languidez de un mercado de capitales pequeño y sin dinamismo, han quedado expuestas ante un jugador audaz respaldado por un poderoso socio extranjero.

“El mercado de capitales en Colombia se ve fortalecido por estas operaciones. Sin embargo, se ve debilitado por las campañas de desprestigio, desinformación y ataque sistemático contra los ejecutivos del llamado GEA”, dice el economista Martín Jaramillo, director del Centro de Gerencia y Empresa de Eafit.

Sin Nutresa, la vocación económica del GEA ahora se inclina aún más hacia la economía de servicios, favoreciendo sus negocios en el sector financiero, organizados en Sura. “Es un trago amargo, pero inteligente”, dice un exfuncionario del Grupo Sura que pidió la reserva de su nombre.

El enroque no queda roto del todo. En términos de ingresos, Nutresa era el grupo más pequeño del enroque, con 17 billones de pesos en 2022, por debajo del Grupo Argos ($21 billones) y Grupo Sura ($31 billones). Estos dos grupos aún mantienen su propiedad cruzada y un nuevo enroque más pequeño.

Pero ahora, Nutresa, con su sede en Medellín, tendrá dueños extranjeros. “Es un movimiento fuerte en el mundo empresarial que definitivamente cambia el tablero de juego. Pero hay que adaptarse a las nuevas reglas del mercado”, dice Yepes, expresidente de Bancolombia. 

Deja muchos cabos sueltos

El primero de ellos en el campo regulatorio. Sobre el GEA seguirá pesando las decisiones de la Supersociedades y la Superfinanciera frente al comportamiento o no de sus conglomerados como un único grupo económico, ahora compuesto sólo por Sura y Argos.

“La discusión legal continúa porque siguen habiendo participaciones cruzadas entre Argos y Sura, que es una holding financiera. Son negocios diferentes que tienen inversiones entre ellos. Hay algo que queda como enroque”, dice un funcionario de la Superfinanciera que pidió la reserva de su nombre. También restan una serie de operaciones en bolsa, necesarias para hacer efectivo el acuerdo, que los reguladores deben avalar.

Pero además los antioqueños tienen muchas preguntas por delante. Entre ellas, el nuevo esquema de propiedad entre Sura y Argos. Esto es clave en la medida en que, por un lado, afecta la gobernanza de las compañías y, por el otro, manda señales del nuevo enfoque del grupo empresarial ahora sin Nutresa, su potente brazo industrial.

“Las tres patas de la mesa no se iban a sostener ante una oferta con tanta plata detrás. Y el GEA decidió fortalecer dos de esas patas: Sura y Argos. La pregunta es qué van a hacer con la plata que el jeque árabe les dio a cambio de su participación en Nutresa. Eso va a ser clave”, dice Jaramillo.

Finalmente, están los efectos concretos de la llegada de los Gilinski y los árabes al conglomerado de alimentos. Se trata, en definitiva, de una compañía que genera cerca de 45 mil empleos formales en el país y que cuenta con un gran prestigio entre sus trabajadores. 

Nota: Bancolombia actualmente financia un especial de La Silla sobre el envejecimiento del campo y otro sobre transición energética. El año pasado, Sura pautó una temporada de nuestro podcast ‘Huevos Revueltos’.

Cubro al gobierno del presidente Gustavo Petro en La Silla Vacía. Estudié Periodismo en la Universidad de Antioquia.