¿Es posible imaginarnos un país sin notarias? Me he estado haciendo esa pregunta y mi respuesta es sí, y muy posiblemente el cambio sería muy positivo.

¿Es posible imaginarnos un país sin notarias? Me he estado haciendo esa pregunta y mi respuesta es sí, y muy posiblemente el cambio sería muy positivo.

Su objeto es “dar fe pública de los actos realizados en presencia del Notario”, pero como a todo nos consta, ese funcionario casi nunca ve a nadie. La “certificación de la fe pública” es un sello puesto por un cajero,  pasado cada tres o cuatro minutos a un lugar cerrado, donde uno supone, está el notario; este hace un garabato, corto e inteligible y con eso le dan a uno un papel que certifica, por ejemplo, que mi cédula sí es mi cédula y que mi firma sí es mi firma.

Los notarios también certifican la veracidad de los documentos: “es fiel copia del original”, reza uno de los sellos, pero los notarios en rara ocasión se toman el trabajo de leerlos.

Es decir, dan fe pública de documentos que no leen, de actos de los cuales no son testigos. En realidad son una institución típica de “ritos” y a los ciudadanos nos hacen cumplir esos ritos y pagar por ellos, simplemente por ser la costumbre.

 Hoy somos testigos de cómo muchos, no todos, los notarios han sido usados como moneda de cambio para pagar favores políticos y se han convertido en una fuente muy rentable de politiquería y clientelismo. ¡Y son esos ciudadanos quienes hoy dan fe pública de nuestros actos!