Carlos Cortés

Gustavo Petro respondió a la columna de María Jimena Duzán con una frase: “La única adicción que tengo es al café por las mañanas”. Una réplica corta y aguda, habrá pensado él; una dosis de ironía para alimentar a su tribuna y despachar a la periodista. Llegan los aplausos y las rechiflas, las explicaciones de los intérpretes autorizados, indignación y reacciones y memes. Nada nuevo. Un domingo movido en la oficina de Twitter (X).

Sumando la defensa de los aliados del Presidente, las reflexiones sosegadas y algunas opiniones, podemos hacer un breve inventario de las críticas a la carta abierta de Duzán: plantea como pregunta una acusación en ciernes –Petro tiene un problema de adicción–, se aventura a sugerir un diagnóstico por fuera de cualquier contexto médico, estigmatiza y avergüenza. En clave periodística se reprocha la falta de reportería y desde la contabilidad política se cuestiona si una cosa semejante se le habría dicho públicamente a un presidente del establecimiento. 

Supongo que el carrusel nacional dará la vuelta y pronto estaremos hablando de otra cosa. Supongo también que la ventana de atención que abrió el arriesgado texto de Duzán se diluirá en análisis cruzados sobre la sustancia y la importancia de las formas. Y supongo que el rumor seguirá su curso para beneficio tanto de la oposición como del petrismo: para los primeros, como munición desbocada de ataque y, para los segundos, como prueba de la estrategia ruin contra el gobierno del cambio. Sobrará el trabajo para las bodegas de ambos bandos. 

Digo que pasará eso no solo por la atención de peces con la que navegamos nuestra coyuntura; el debate quedará frenado y desviado, sobre todo, porque en la Casa de Nariño nadie se siente obligado a dar explicaciones. Si algo ha caracterizado la agenda privada de Gustavo Petro, ese eufemismo para denominar la ausencia súbita e inexplicable del Presidente del ojo público, es el desdén por la transparencia y la rendición de cuentas. 

Del síndrome de la agenda privada de Petro sabemos desde que era Alcalde. No hay que tener fuentes de muy alto nivel para haber escuchado algún relato directo: desapareció un par de días, estaba de fiesta, nadie sabe, él no responde. La versión actualizada es simplemente más ruidosa. Antes dejaba metidos a unos concejales, hoy la comitiva en París lo espera 48 horas para regresar a Colombia; antes lo preguntaban los periodistas que cubren el Palacio Liévano, hoy se pierde en el Amazonas para la foto de la cumbre con Lula.

Para cada ausencia o retraso hay una mentira oficial nueva. El último episodio dejó expuesto al ministro de las TIC Mauricio Lizcano, que hizo maromas para excusar la ausencia de Petro en Chocó con el argumento de que estaba atendiendo el frente internacional. “Ustedes saben que en este momento estamos dentro de un conflicto entre Palestina e Israel”, explicó el Ministro, como si tuviera algún sentido que Colombia estuviera metida en eso. Al otro día el mismo Petro lo contradijo diciendo que no había podido ir a Quibdó porque el lunes festivo se había caído en Cartagena –visita de la que nunca se tuvo noticia– y estaba muy adolorido. Como prueba nos quedó, para alimentar el delirio del petroverso, una foto de la rodilla raspada del Presidente.

Hace un par de meses, Daniel Coronell contó que un supuesto encuentro entre Iván Duque y Gustavo Petro se había frustrado por otro incumplimiento. Los anfitriones eran, ni más ni menos, Jaime y Gabriel Gilinski. “Finalmente Petro llegó muy tarde y se quedó departiendo largamente con los señores Gilinski. Eso sucedió la noche del miércoles” –contó Coronell y remató–: “Al día siguiente, jueves, el presidente Petro canceló la reunión con el consejo gremial y toda la agenda del día por razones de salud. ¡Salud!”. 

El propio Coronell resultó directamente afectado en ese entonces, ya que tenía programada una entrevista con Petro. Se devolvió a Miami con las manos vacías y después tuvo que volar de nuevo a Bogotá, un par de días después, para hablar con él el sábado en su casa en Chía. Con más cautela que Duzán, Coronell le puso el tema aludiendo a que terceras personas “habían hablado de adicciones”. El Presidente dijo de todo y no dijo nada.

La ausencia repentina de Petro contrasta con el zumbido constante de su cuenta de Twitter, una actividad a la que puede dedicarse sin pudor durante horas, entre destellos de atención en que lo imagino recogiendo del escritorio el celular que dejó ahí hace un minuto. Allí da rienda suelta a la dispersión y el ocio de usar su megáfono para hablar de cualquier cosa que inevitablemente conduce a una celebración de sí mismo. En ocasiones los mensajes son la antesala de un silencio largo; en otras, aparecen a la medianoche con una redacción descuidada y pendenciera propia de un adolescente amanecido que textea afanosamente a su novia. 

De la agenda privada de Gustavo Petro hablan hace años periodistas y fuentes, pero nadie está dispuesto a que citen su testimonio. Entre la prudencia y la conveniencia, tramitadas con justificaciones sobre la privacidad y la doble moral de la élite, el asunto queda enterrado. ¿Cómo se aborda un rumor que crece pero se resiste a la reportería? ¿Cuándo hacer público un secreto a voces? ¿Cuál es la mejor forma de hacerlo? 

Plantear una posible adicción invita a las críticas. Insinuar sin hechos claros se presta para la especulación y sirve en bandeja de plata la coartada de la persecución. No obstante, al hacer esta pregunta abiertamente, María Jimena Duzán pone sus fichas para escalar un asunto de interés público que no han avanzado las unidades investigativas y que la Casa de Nariño evade con displicencia. Que lo diga además una periodista con poder y reconocimiento, que votó por Petro, lo conoce y tiene acceso a su entorno, es la verdadera noticia.

Nota. Hablé en Washington con Margaret Myers, directora del programa  Asia – América Latina en el Diálogo Interamericano, y Geoff Ramsey, analista de política internacional estadounidense en América Latina, del Atlantic Council. La visita de Gustavo Petro a China, Israel en las relaciones bilaterales y Venezuela.

Fui periodista de La Silla Vacía y creador de La Mesa de Centro. Hago contenido en Charlas con Charli y soy codirector de Linterna Verde.