Gustavo Petro

Desde hace unas semanas, Gustavo Petro comenzó a hablar del 2026, adelantando el ambiente de campaña presidencial. Es una movida inusual para un gobernante que no ha terminado su segundo año y es una apuesta que, si bien le permite al presidente mantenerse en el terreno ideológico y de confrontación donde se siente cómodo, enreda aún más su posibilidad de hacer los cambios que les prometió a los colombianos.

“En el 2026 tenemos que volver a ganar. Ayer (el miércoles, durante las marchas) decían ‘fuera Petro’. ¡Pues claro que voy a salir del Palacio de Nariño! Si no me gusta ni cinco. Ni más faltaba que me voy a ir de ahí. Pero ojo. Ahí llega la fuerza progresista a profundizar la democratización de Colombia. Ahí no podemos retroceder ni un paso”, dijo el presidente Gustavo Petro el pasado jueves en Nariño.

Acababa de posesionar a tres activistas políticos al frente de entidades encargadas de planear y ejecutar más de 20 billones de pesos este año. 

El lunes, el presidente escogió a las dos principales cadenas de televisión como blancos de ataque: en su discurso en el evento de inauguración de la construcción del edificio de Bellas Artes de la Universidad Nacional, el presidente aseguró que la privatización de la educación superior ocasionó que “mucha gente fuera embrutecida a través de RCN y Caracol”.

Son sus primeras manifestaciones de campaña. Vendrán muchas más en los dos años y medio que le quedan.

Las ventajas de una campaña permanente 

Para la mayoría de presidentes, el arranque de la campaña electoral para elegir a su sucesor marca, en términos prácticos, el fin de su gobierno. Por eso, entre más tarde ocurra mejor para ellos. Petro, en cambio, propicia prematuramente este momento. ¿Por qué? 

La Silla desconoce sus motivaciones, pero es una decisión coherente con su carácter y representa algunas ventajas para el presidente.

La primera, y quizás más importante, es que ponerse en modo electoral le permite a Petro mantenerse en el plano de la discusión ideológica, que es el que domina, y evadir las problemáticas técnicas de la ejecución, en la que sus resultados son mediocres a pocos meses de terminar su segundo año.

Al inaugurar este Congreso, el presidente identificó el cambio con sus reformas a la seguridad social y estas siguen empantanadas. La de salud peligra en la Comisión Séptima del Senado, donde ayer ocho de los 14 senadores radicaron ponencia de archivo. La pensional necesitó cuatro sesiones para evacuar los impedimentos, y solo hasta la próxima semana se comenzará a debatir en la plenaria del Senado. Y la laboral apenas comienza su segundo intento de trámite después de haberse hundido una vez.

En cuanto a la ejecución, sus principales promesas son comprar tres millones de hectáreas de tierras para distribuirlas a los campesinos; recuperar el mercado venezolano para los empresarios colombianos; promover la industrialización del país; acelerar una transición energética; y conseguir un alivio humanitario mediante la paz total. Pero ninguna ha logrado superar todavía grandes escollos. Otras ni siquiera han despegado.

“Hay una sensación en el gobierno de que las reformas no van a pasar y de que los factores de poder real nos van a impedir hacer el cambio que prometimos. Por eso, el presidente está insistiendo en que nos tenemos que organizar para ganar las próximas elecciones, no en cabeza de él, ni siquiera del Pacto Histórico, pero sí del progresismo”, explicó a La Silla un funcionario del gobierno que pidió no ser nombrado para relatar discusiones internas. “Además, a él le gusta y es bueno para la lucha política”.

Y es que estar en campaña le permite al presidente centrar su discurso en el cambio de paradigmas —al fin y al cabo él concibe el rol de “un comunicador” como uno esencial a su trabajo, según lo explicó hace un año— y no en inaugurar obras. A diferencia de sus antecesores, “cortar cintas” no es algo en lo que haya mostrado interés. El escenario de campaña es el de la lucha y no el de los acuerdos, y es la confrontación lo que ha definido su vida.

De hecho, en el consejo de ministros que provocó la salida de su exdirector de Planeación Nacional, Jorge Iván González, Petro delimitó así el camino de su gobierno. Dijo que él creía que el cambio se lograba a través de la confrontación, y no de la concertación, según le contó a La Silla una persona que estuvo allí. Para administrar el gobierno se necesita conciliar puntos de vista, aunar voluntades. Para ganar elecciones, confrontar a los rivales. 

A los reales, y también a aquellos a quienes quiere responsabilizar de impedir que el cambio que prometió se materialice: la oligarquía, los medios, los esclavistas, la lista es larga. Además, el presidente baja la bandera del 2026, justo cuando avanzan las investigaciones del Consejo Nacional Electoral y de la Fiscalía sobre el presunto financiamiento ilegal de su campaña presidencial. 

“Visibilizando el tema del 2026 el presidente les echa cortina de humo a todas las embarradas de este gobierno”, dice el estratega político Carlos Suárez. “Ya le bajó la temperatura al escándalo de la financiación”.

Las evidencias que han surgido de que la campaña presidencial se voló los topes electorales y no presentó los verdaderos gastos de campaña son cada vez más notorias.  Sin contar los avances en la investigación contra Nicolás Petro, quien confesó haberse quedado con grandes donaciones hechas por personajes polémicos para la campaña de su papá.  A este escándalo se suman el de los carrotanques en la Guajira y el episodio de la licitación de los pasaportes.

Alinear al sucesor del “progresismo”

“Ya cometí ese error en la ciudad de Bogotá (…), pero aquí no podemos cometer ese error, aquí tenemos que crecer aún más organizados y en números para que sea contundente el triunfo del pueblo. Gobernaron 200 años. Nosotros llevamos dos, y miren los entuertos que nos toca arreglar de la vagabundería que han hecho del gobierno nacional”, agregó.

Explicando esa sensación, la persona del círculo del presidente dice que “Petro es consciente de que en Bogotá se equivocó no dejando un sucesor que cuidara su legado. Y hoy en día la oposición ya tiene candidatos mientras que nosotros no”.

Adelantar la campaña le permite identificar esa persona que retome sus banderas, sin que se aniquilen entre sí.

“Una de las cosas que obsesiona a Petro es la lealtad, y en este momento quiere hacer una gran prueba de lealtad entre sus seguidores para identificar quién es el intérprete más virtuoso de sus ideas”, opina el analista Sergio Guzmán. “Entre más pronto Petro defina quién es su sucesor, más pronto todos se enfilan detrás de la persona que escoja”.

No solo necesita encontrar un candidato, sino solucionar el problema político de la unidad de la izquierda. La coalición del Pacto Histórico que llevó a Petro a la Presidencia y jaló la lista más votada al Congreso no se puede repetir. Por su tamaño actual, ya no se puede presentar como una coalición de partidos minoritarios. 

Al anticipar la campaña, e impulsar a la vez una ley para permitir el transfuguismo como la que ya comenzaron a ambientar en el Congreso, obliga a todos los aspirantes alrededor suyo a abrir las cartas y separa a los oportunistas de los purasangre.

“Petro está teniendo un diálogo entre los políticos, pero es un diálogo público, no privado, por demostrar quién puede ser el sucesor de Petro”, opina Guzmán.

Con los nombramientos recientes de Cielo Rusinque en la Superintendencia de Industria y Comercio, Carlos Carrillo en la Ungrd, Gustavo Bolívar en el DPS y Alexander López en Planeación, cuatro aspirantes a suceder a Petro tienen la oportunidad de foguearse y probar sus habilidades administrativas. O quemarse rápidamente. Y, en todo caso, cada uno de sus sectores puede avivar políticamente la base petrista.

Los riesgos de la campaña prematura 

Si bien las ventajas a corto plazo para el presidente de adelantar la campaña son evidentes, en el más largo los riesgos para él y para el país de esta estrategia son altos. 

El principal es que el pulso político distrae al gobierno de la ejecución. Sobre todo porque, dado que en Colombia casi nadie tiene el poder suficiente para hacer cosas pero muchos lo tienen para vetarlas, los acuerdos terminan siendo necesarios para concretar obras.  Acuerdos en el Congreso, con los mandatarios locales, con los gremios y la sociedad civil. Por eso, muchos —dentro y fuera del gobierno— vieron en la coalición amplia con la que arrancó y en el acuerdo nacional del que habló Petro desde la campaña la salida más efectiva para hacer las transformaciones. Una muestra de ello, aunque pequeña, fue la reunión con los cacaos que se materializó en una donación sin precedentes del grupo Sarmiento Angulo a La Guajira. Y en promesas de repetir lo mismo con otros grupos empresariales en lugares periféricos como el Pacífico. 

Sin embargo, una campaña política que por su naturaleza implica competencia y división aleja cualquier posibilidad de concretar ese gran acuerdo nacional. También le quita el foco a mostrar resultados concretos que cambien y mejoren la vida de la gente, pues el presidente seguirá privilegiando el discurso ideológico.

Además del riesgo de que la gente que votó ilusionada por Petro no logre ver sus expectativas resueltas, está el riesgo de cómo el presidente está planteando esta nueva fase de su gobierno, radicalizando su discurso contra las instituciones. En las últimas semanas, volvió a sembrar la duda sobre el sistema electoral (a pesar de que él ha sido el ganador de la presidencial y las legislativas); sobre los principales medios; sobre el Ministerio del Deporte; sobre la movilización social de la oposición.

Con el presidente en modo campaña, la oposición no se quedará atrás. “La campaña electoral hacia 2026 ya comenzó. Es evidente por la actitud del presidente y de la oposición. Es una batalla que tendrá dos frentes, la narrativa digital y las calles”, dice Guzmán. 

Soy la directora, fundadora y dueña mayoritaria de La Silla Vacía. Estudié derecho en la Universidad de los Andes y realicé una maestría en periodismo en la Universidad de Columbia en Nueva York. Trabajé como periodista en The Wall Street Journal Americas, El Tiempo y Semana y lideré la creación...