El presidente Gustavo Petro y Carlos Erazo en el avión presidencial, en una visita a Samaniego, Nariño. Foto: Andrea Puentes Presidencia.

Con sudadera gris y un saco de algodón, casi en pijama, Carlos Erazo habla con su equipo por celular. Está en la sala de la casa del comisionado de paz del gobierno, Otty Patiño, donde aún tiene las maletas sin desempacar, y esa mañana de abril cumple un poco más de un mes viviendo allí. Carlos es calvo, tiene 70 años, y en su rostro se refleja una sonrisa de optimismo por la tarea que sus antiguos compañeros del M-19, en particular Patiño, le asignaron este año y que lo sacó de un exilio de 24 años en Noruega.

La misión que recibió es ser el interlocutor del gobierno de Gustavo Petro con el Frente Comuneros del Sur del ELN, y apoyar el piloto de la paz territorial a la que le apuesta ahora el comisionado Patiño. Es un proceso paralelo a la mesa de negociación nacional con esta guerrilla, que ha desatado los temores de la dirigencia elena de perder el control y fragmentarse. Es la razón por la que “Antonio García”, comandante del ELN, ha congelado los diálogos y pedido una reunión de emergencia en Venezuela esta semana.

Al margen de esas tensiones, Carlos conversa animado con su equipo. “Muy bien compañeros, estoy motivado. Las cosas pintan bien”, les dice. Cuelga el teléfono y se sienta con un tinto en la sala, al frente del comisionado.

“Él fue el jefe militar de Petro”, lo señala Patiño. Carlos ríe, “las vueltas que da la vida”. Mucho ha cambiado desde que empuñaba las armas con el joven que se convertiría en el actual presidente del país. Más de tres décadas después, ya no está en una guerrilla intentando dejar las armas, sino que busca que otros den el paso de apostarle a la paz.

Del M-19 a la paz total

A pesar de que ambos fueron de la guerrilla del M-19, la relación del comisionado Patiño con el presidente Petro siempre ha sido muy institucional. Esa formalidad se quebró temporalmente hace un par de semanas, cuando Patiño le contó al presidente quién había asignado como responsable del diálogo en Nariño. “¿’Padre mío’ está por acá?”, recuerda el comisionado que le dijo el presidente, con una sonrisa y refiriendose a Carlos Erazo por uno de sus apodos.

El presidente Gustavo Petro y Carlos Erazo se abrazan después de 36 años de haberse conocido en el M-19. Foto: Andrea Puentes Presidencia.

La primera vez que Petro y Erazo se conocieron fue a mediados de 1988, en la montañas del municipio de Ortega, en Tolima. Allá, Carlos, que en ese entonces era conocido por el alias de “Nicolás”, era el comandante de la compañía Jorge Eliécer Gaitán del M-19. Era un mando militar, y Petro un cuadro político enviado por Carlos Pizarro a esa región.

“Recuerdo su delgadez, esas gafas grandotas que tenía, su gran conocimiento y formación política, intelectual, el análisis que hacía de las cosas —dice Carlos, sobre su encuentro con joven Petro—. Me sorprendió ver la convicción de sus afirmaciones y de lo que él expresaba. Era tan seguro de lo que decía, que rayaba en la arrogancia. Esa fue la primera imagen que tuve de Gustavo, del que fui muy amigo”.  

El rol de Petro era trabajar con la guerrilla urbana en Ibagué. Allí organizaba eventos políticos y articulaba esfuerzos regionales. Por ejemplo, Carlos recuerda un diálogo regional que armó Petro con concejales de Ibagué y dirigentes políticos liberales y conservadores del departamento.  

En otra ocasión, en enero de 1989, se estaba preparando una conferencia regional del M-19 con líderes y mandos de todo el Tolima. El organizador era “Aureliano”, como entonces se hacía llamar Petro, quien había logrado reunir cerca de 30 personas en las montañas de la vereda La María, entre Natagaima y Coyaima. 

A las 8:00 de la noche, Carlos recuerda que recibió un mensaje urgente de Carlos Pizarro, entonces comandante del M-19. “Era una orden que decía que él llegaba en la madrugada y que ese evento que estábamos realizando tenía que ser suspendido, y las personas tenían que ser evacuadas sin que nadie supiera que él llegaba”, dice. Entonces, el joven Petro fue el encargado de evacuar, en la oscuridad, a los líderes y bajar por las montañas.

La mañana siguiente, Carlos se enteró de que la razón de la visita de Pizarro era la paz. “Oiga ‘Nicolás’, vamos a iniciar conversaciones con el gobierno nacional y el propósito de esas conversaciones es que todo esto nos lleve a convertirnos en un partido político, y ser un partido político obviamente sin armas”, recuerda que le dijo su comandante, después de desayunar. “Cuando me dice eso, me quedé fuera de foco”.

La carrera de Carlos Erazo en el M-19, desde que entró en 1977, había estado enfocada en lo militar, en la clásica idea de la toma del poder político por las armas. En esa guerra había perdido dos hermanos: Alberto Nicolás murió en la toma del Palacio de Justicia y Fernando fue desaparecido con su esposa en 1988, en Bogotá. Pero ante la convicción de Pizarro, se convenció de que la apuesta era dejar las armas. 

A los pocos días, el 10 de enero, Pizarro se reunió con la delegación del gobierno de Virgilio Barco, encabezada por Rafael Pardo, en Tolima. Ese día se firmó la primera declaración conjunta entre la guerrilla y el gobierno en el proceso de paz, el cual terminó con la dejación de armas de ese grupo el 9 de marzo, de 1990. 

“Permiso comandante, como parte de cumplimiento de su orden, hemos realizado el acto de dejación total de las armas. ¡Hemos cumplido!”, se escucha decir en un vídeo a un guerrillero que se para en frente de Carlos Pizarro. Era Carlos Erazo, en la vereda de Santo Domingo, en Toribio (Cauca), quien fue el encargado de la última formación militar de esa guerrilla.

YouTube video

Desde que Pizarro le planteó en 1988 que el camino era la paz, Carlos se ha mantenido fiel, aunque no ha sido fácil. Después del proceso de paz, Carlos volvió al Tolima a liderar políticamente al entonces recién creado partido político Alianza Democrática M-19. Pero a finales de los noventa, dice que fue amenazado directamente por el exmiembro del DAS, Emilio Vence Zabaleta, procesado por vínculos con paramilitares

Desde la amenaza, Carlos salió exiliado a Noruega con toda su familia. Allí hizo su vida durante 24 años hasta sentirse noruego, mirando desde lejos las noticias de Colombia y celebrando los triunfos electorales del joven que había conocido en Tolima. “Después de que Gustavo Petro llegó a la presidencia miraba con cierta envidia, con ganas de hacer parte de ese esfuerzo que se estaba realizando acá”, dice. 

Entonces, en enero de este año, 36 años después de su conversación en Tolima con Pizarro, Carlos recibió otra propuesta que le sacudió la vida. “Otty me dijo: ‘En Nariño hay una situación muy particular en el país, porque hay una coincidencia sobre el hacer posible la paz territorial. Queremos que usted apoye ese proceso’”. Fue el mismo día que estaba celebrabando que se había pensionado en Noruega. “Si bien al principio quede viendo un chispero por lo abrupto de la propuesta, le dije que sí”.

Carlos Erazo en la casa del comisionado de paz Otty Patiño, en Bogotá. Foto: Santiago Rodríguez Álvarez.

De Noruega a Nariño

Las diferentes tonalidades de verde de las montañas de Colombia cautivaron a Carlos en su primer viaje a conocer al Frente Comuneros del Sur, en Nariño. Al mes de haber aceptado la oferta del comisionado de paz, el 28 de febrero, Carlos partió de Cali a Pasto y de Pasto a Samaniego. Allí cogió un carro para internarse en la zona rural de este municipio, donde tiene su retaguardia este frente guerrillero. 

De los paisajes, la atención pasó a las banderas negras y rojas del ELN en la carretera y los caseríos. Después de tres horas de viaje en Samaniego, el carro llegó al punto de encuentro. “Me sorprendió la juventud de los muchachos, indígenas algunos, afros otros. Impecables en sus uniformes y muy bien armados”, recuerda. 

“Al verlos y saludarlos fue una mezcla de emociones, porque yo fui guerrillero también. Fui un combatiente muchos años atrás”, dice Carlos. “En ese momento, yo tomando café, con la libreta de notas sobre la mesa, y verme sentado del lado del Estado y no de la insurgencia, fue algo bien surrealista. Pero sentía que estaba haciendo algo importante”.

Alias “HH” anuncia su disposición del Frente Comuneros del Sur de participar de una proceso de paz regional. Foto: captura de vídeo.

En ese viaje iba acompañado de Álvaro Jiménez, quien inició los acercamientos entre el gobierno y este grupo armado, desde mediados del 2023. Jiménez ha sido acusado, injustamente, de ser un agente de inteligencia militar por parte del comandante del ELN, “Antonio García”. Lejos de eso, es otro exmilitante del M-19 que se ha vuelto la mano derecha del comisionado Patiño en su conducción de la paz total.

Por medio de comunicados del Comando Central (Coce) de esa guerrilla y a través de columnas de opinión, “García” ha calificado el diálogo con el Frente Comuneros como una operación de inteligencia que logró infiltrar las filas de esa guerrilla, empezando por su comandante alias “Miguel” o “HH”. 

Los argumentos de “García” son contradictorios. En un principio afirmó que se trataba de una operación que inició en 2014 para acabar con la dirigencia elena, continuada por el expresidente Duque y ahora por Petro. Pero, en una columna posterior, afirma que todo empezó en 2022 cuando “Miguel”, después de atentar contra otros mandos del ELN, se refugió en Nariño y pidió ayuda al Estado. 

En todo caso, este proceso ha desatado una crisis en la mesa de diálogos nacional y el ELN ha congelado la negociación, pues no acepta que el gobierno converse con su frente de manera paralela. 

“Eso no es serio”, dice Erazo sobre las acusaciones y críticas del Coce al proceso con el frente Comuneros. “Gabriel, ‘HH’, es un hombre que lleva 32 años militando con el Ejército de Liberación Nacional. Y de esos, lleva más de 15 años en Nariño. Es un liderazgo real. No solamente sobre la fuerza militar del ELN, sino en la misma comunidad”, agrega.

Para Carlos las calificaciones del ELN y “Antonio García” no tiene ningún sustento. “Simplemente, la decisión del Frente Comuneros corresponde a su compromiso, no con la instancia nacional del ELN, sino con el territorio y la realidad que ellos mismos están viviendo allá. ”, dice.

“La característica de esta región es que hay cultivos de coca, hay minería ilegal, y el ELN, en esa región, no son un actor armado externo a la comunidad. No, ellos son parte de la misma comunidad. Y ellos han manifestado que es el momento de la paz. Lo han manifestado públicamente”, dice Erazo, quien se basa en lo que ha comprobado él mismo en las tres reuniones que ha tenido en esta región con los comuneros.

Y es que pesar de que hay una negociación del ELN a nivel nacional, este frente quiere ir más rápido. Según Carlos, se trata de una exigencia misma de la comunidad. Además, ese interés ha coincidido con la visión de paz territorial de Patiño, quién cree que la paz total debe avanzar no solo en las mesas de conversación, sino también en procesos locales. Sobre todo en los lugares donde los actores armados tienen lazos con las comunidades y están dispuestos a avanzar en un proceso que lleve a la dejación de armas, y a la implementación simultánea de transformaciones sociales.  

Esta apuesta encaja con la apuesta de paz que también ha hecho el gobernador de Nariño, Luis Alfonso Escobar. Este ha iniciado un diálogo regional en su departamento para proponer transformaciones que conduzcan al fin del conflicto. Y que ha tomado el liderazgo político de este proceso publicamente, con el apoyo del gobierno nacional.

El pasado 9 de marzo, en Samaniego, el alcalde, el gobernador y el gobierno nacional hicieron un primer diálogo regional, sin incluir la participación de los comuneros. Pero este frente publicó posteriormente un vídeo apoyando esta iniciativa y anunciando que iban a empezar unilateralmente a desminar el territorio de minas antipersonales. 

Carlos confirma que ese proceso de desminado ya empezó y están trabajando bajo un protocolo inicial que se ha venido conversando con el gobierno, donde ellos han señalado algunas zonas donde estarían las minas, pero que aún no se ha firmado. Nariño es una de las regiones más minadas de artefactos explosivos, que utilizan los grupos armados para frenar el avance de sus rivales y proteger su control territorial.

Aunque es apenas el inicio y Carlos no tiene aún la claridad de si este proceso llegara a formalizarse en una mesa de diálogos, pues es una decisión del presidente Petro, se siente la emoción en su voz cada vez que habla sobre el tema. Igualmente hay avances importantes, por ejemplo el comisionado Patiño, en entrevista con La Silla Vacía, afirmó que los Comuneros estaban dispuestos a someterse a la JEP.

“Me atrevo a decir que este gobierno y este proceso es la continuidad del proyecto democrático del M-19, fue lo que me animó a venir”, cierra Carlos Erazo.

Erazo se devolvió a Colombia después de un exilio de 24 años en Noruega. Foto: Santiago Rodríguez Álvarez.

Periodista de la Universidad de Antioquia. En La Silla Vacía empecé contando las movidas políticas de Antioquia como practicante, ahora escribo sobre el conflicto armado, las políticas de seguridad, la justicia transicional y los esfuerzos de paz en el país.